miércoles, 31 de octubre de 2012

LOS MALOS MECÁNICOS

«Los mecanismos atascados acaban estallando y triturando entre sus engranajes a los malos mecánicos»
 
Los malos mecánicos no pueden mantener tan complicado engranaje
 
Los malos mecánicos
 
“Cualquiera de las provincias que forme una región autónoma o parte de ella podrá renunciar a su régimen y volver al de provincia directamente vinculada al Poder central”. Artículo 22 de la Constitución española de 1931.

Cuando nuestra Carta Magna es en gran parte un remedo de la republicana, ¿por qué no incluyó este artículo? La Constitución de 1931 se hizo desde una amplia visión de Estado, sin complejos, sin sumisión a los nacionalismos de campanario, estableciendo la igualdad de todos los españoles y, por tanto, despachando cualquier tipo de derechos históricos. Provincias limítrofes podían formar autonomías al igual que podían salirse de ellas. Almería, si lo hubiera deseado, se podría haber unido a Murcia. O Tarragona se podría haber salido de Cataluña. La Constitución de 1931 se redactó en libertad, con el orgullo y la ilusión de una España nueva. La Constitución de 1978 se pergeñó con el complejo de culpa de la Dictadura y la asunción implícita de que sentirse español era algo franquista.

            ¿Qué ocurriría si el artículo hubiera sido incluido? Esto: sólo serían decididamente autonómicas las capitales regionales, pero no el resto. Porque un centralismo feroz, voraz, megalómano, ha sustituido al centralismo madrileño. Y las llamadas “provincias”, han pasado de la categoría de primera división, cuando hablaban directamente con Madrid, a la de segunda, con celosas aduanas interpuestas.

            Que alguien me responda a esta pregunta: ¿Qué ganamos con que nos administren desde Sevilla y no desde Madrid? Me quitaré el sombrero ante quien me dé un argumento convincente. Pero no lo habrá, porque la contestación es simple: da igual. Salvo que la primera opción dobla los impuestos.

            Si se hubiera mantenido el artículo de la Constitución de 1931, ya habría provincias trabajando para salirse de su Autonomía. Granada sería seguramente una de ellas, aunque el clamor es general en todo el país. ¡Las capitales autonómicas no son diferentes del Madrid que desdeñan! Por eso, una gran parte de españoles preferiría simplemente que  los gobernara Madrid. Lo que, además de facilitar las cosas, suprimiría políticos y aliviaría el peso impositivo.

            Ahora, ¿cuántos de los que exhiben por doquier banderas tricolor estarían de acuerdo en restituir este artículo? La bandera tricolor lleva aparejada la Constitución de 1931. Pero la marca de la España actual es la impostura. Se esgrimen símbolos mientras se pisotea el contenido.

España se ha fragmentado en 17 irrevocables centralismos. Terrible vivir gobernados por una Carta Magna con engranajes descabellados, que políticos insensatos manipulan a ciegas, creyéndose relojeros suizos cuando sus conocimientos no pasan del Meccano.

Vivimos momentos miserables. Y se acercan tiempos difíciles. Pero de una cosa estoy seguro: todos los políticos que desde la Transición hasta ahora, nacionales o autonómicos, han gobernado España, serán borrados de la faz de la Tierra. Los motores obtusamente manejados se grillan, estallan y trituran entre sus engranajes a los malos mecánicos.
 
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 30 de octubre, 2012


miércoles, 24 de octubre de 2012

EL FALSO ESCRITOR

«Cuando lee algo de quienes le rodean, lo hace como una palanca, para ganárselos, y, por ello, los pierde»
 
Los personajes de la ópera china no se definen por su comportamiento, sino por la máscara que portan, de la misma forma que el pseudo literato antepone siempre la palabra escritor al nombre, señal inequívoca de que le interesa más la función que la persona
 
El falso escritor
 
No ha publicado jamás un libro. Como mucho, un par de relatos en antologías colectivas y media docena de artículos en medios locales.  Pero se llama a sí mismo escritor y así lo consideran sus conocidos y amigos. No es que sea una lumbrera y hable como Sócrates, que nunca escribió nada y sin embargo fue un señero filósofo, sino que la desidia ambiente le permite la superchería. Nadie se ha molestado en buscar ninguno de los libros que cita en una biografía que ha pergeñado como encaje de bolillos, para dar la sensación de que tiene obra sin tenerla ¡e incluso premios! Aunque ha adquirido conocimientos en talleres literarios, se cuida mucho de citarlos. ¡Hace algo más efectista! Si Jesús Ferrero le impartió una charla, se declara discípulo directo suyo. Y así con José Mª Merino, con Muñoz Molina…

Ahí lo tienes, pontificando, infatuado, creyéndose un adalid, remedando lo exterior de la cultura, los saraos, las presentaciones, la gloria caduca de la que huye el verdadero creador, y eludiendo sin embargo la esencia, que es un acto de reflexión solitaria y de desmedida entrega a la escritura. Cuando lee algo de quienes le rodean, lo hace como una palanca, para ganárselos, y, por ello, los pierde, ya que nunca es sincero en sus comentarios, sino que todo son palabras grandiosas, edulcoradas, triunfales. Toda esta hoguera de vanidades se conjura como tinta de calamar para ocultar que el escritor no es escritor.

En su boca, siempre suenan nombres consagrados, que cita con la falsa ilusión de hacerse con su prestigio. Se unce desesperadamente a los lugares que frecuentaron, creyendo que la gloria está en el enclave, y no en el alma o en los libros. En las notas de prensa que pergeña para apuntalar su párvula fama, siempre antepone la palabra escritor: “El escritor Fulano impartirá hoy tal conferencia que será presentada por el escritor Mengano y coordinada por el escritor Zutano”. Es como en la ópera china, donde las máscaras hacen al personaje. Si el pseudo escritor ve que los grandes autores dan conferencias, que tienen público, que los rodea el glamour, él se monta con gran esfuerzo algo parecido, se programa sus propias conferencias, se rodea de un público que anhela lo mismo, y se fabrica un glamour con papel de aluminio y estrellitas adhesivas.

Si realmente importara la literatura, si se usaran las bibliotecas, si interesara lo que escriben quienes están a nuestro lado, hace mucho tiempo que el falso escritor habría sido desenmascarado. Sin embargo, ahí sigue, firme, sorteando con pericia las arenas movedizas del camuflaje, con una soberbia sólo pareja a la merecida fama de los narradores cuyo éxito remeda. ¿Cómo no va a sentirse seguro? Todo en la vida provinciana se asienta sobre arenas movedizas y, como no hay otra solería, prosperan quienes fingen andar por corredores de mármol.
 
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes 23 de octubre, 2012


domingo, 21 de octubre de 2012

LA RED


«Curiosa paradoja que los hombres del futuro vayan a ser más chimpancés que los del pasado»

El gato salvaje es más inteligente que el gato doméstico

La red
 
Tengo el mejor ordenador, el más efectivo, el más rápido, el más duradero. Es tan avanzado que pueden pasar los años y jamás se queda obsoleto. Diminuto como es, va a todas partes conmigo. ¡Hasta me baño con él! Su red social gana por goleada a la de Facebook, a la de Twitter, a la de Linkedin... No tiene problemas de cobertura. Puedes estar en la más lejana selva o en la más solitaria cumbre. Puedes estar en el desierto o en medio del océano. Nunca falla. Su GPS no tiene pérdida. Jamás te equivocará de sitio, nunca te despeñará al abismo imaginando un sendero o una carretera que no existen o están cortados. Es un ordenador que no ofende a nadie restándole atención, y puedes manejarlo en una comida, en una declaración amorosa, en una reunión de trabajo, en una juerga, sin que nadie se percate de ello.
Este ordenador se llama Mind. En español, Mente. Pero no, no es el cerebro. Es la inteligencia que lo abarca todo. Y puesto que lo abarca todo, lo conecta todo. La mente es un campo de energía. Esto significa que todas las mentes están unidas al mismo campo. Así que, a través de él, puedes llegar a cualquier semejante, aunque se encuentre en las antípodas. Puedes saber lo que piensa el vecino. Con él, puedes captar lo que se cree en una época, cuáles son sus lapsus, sus énfasis, sus abismos. Puedes dirigir tu atención al pasado o al futuro, ya que, como sabes, en el mundo cuántico el tiempo es reversible.
Presumimos de nuestros ordenadores y smartphones como si los hombres de todos los tiempos no hubieran tenido a su alcance esta superior tecnología. ¿Cómo crees que se comunicaban? ¿Cómo encontraban los caminos? ¿Cómo se extendían las ideas? La velocidad de la mente es instantánea. Una inmensa red mental ha cubierto el mundo desde el comienzo de los tiempos, frente a la cual palidece nuestra red de fibra óptica.
Igual que se puede evolucionar, se puede involucionar. El gato doméstico es un ejemplo, ya que sus congéneres salvajes son mucho más inteligentes. Al confiar en la red de cables, la red mental se ha oxidado. ¡Millones de hombres y mujeres no pueden ya conectar sin artefactos! Y los tienes ahí, desesperados, con los ojos insomnes sobre las pantallas, buscando en ellas lo que antes tenían en sí mismos. Los ves con el aparato pegado a la oreja, con las manos ansiosas escribiendo mensajes, con el GPS amparando el miedo a lo desconocido, buscando sin conseguirlo lo que tiraron por la borda. Si un túnel del tiempo los hiciera retroceder doscientos años, parecerían monos asustados frente a la seguridad de sus coetáneos. Curiosa paradoja que los hombres del futuro vayan a ser más chimpancés que los del pasado. Sin mente, la animalidad superada hace 150.000 años vuelve por sus fueros.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 16 de octubre, 2012

miércoles, 10 de octubre de 2012

EL CIRCO


«¡Pena que hace siglos los hidalgos no denunciaran a Cervantes por convertir a uno de ellos en loco!»
 
Cartel de "Manicomio, circo de los horrores"
Manifestación de Agrafem en Granada el 5 de octubre de 2012 en contra de "Manicomio, circo de los horrores" (web Agrafem)
El circo
 
Es una maravilla de fantasía, truculencia, humor y pericia circense este “Manicomio, circo de los horrores” que se da en Granada hasta el 12 y que ya ha recorrido media España. Asistí movido por el pronunciamiento en contra que presencié el viernes en la Carrera: miembros de la Asociación Granadina de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Agrafem) se oponían a la representación esgrimiendo motivos tan demagógicos como “las enfermedades mentales no son un circo”. Terrible esta falta de humor que, a la larga, sólo conduce a la verdadera locura.

¿No entienden que el circo es una metáfora de la vida? ¿Y que todo, por tanto, cabe en el circo? Al creer que la pista es sinónimo de vejación, ¿no podría la Asociación misma ser denunciada por los titiriteros? Actuar bajo la lona es ser ennoblecido. Por eso, Ramón Gómez de la Serna dio una conferencia montado en un trapecio. Cuando llamaron “payaso” a Dalí, lo tomó como un elogio, corrió a una tienda de disfraces y se vistió de clown, alegando que “era más difícil actuar como payaso que ser pintor”. Y si no, que se lo digan a Popov, que expresó en la carpa toda la gama de las emociones. Yo prometo presentar mi próxima obra en un circo, porque prefiero los payasos, las lentejuelas, los gráciles voladores del trapecio, el olor a cuadra y los rugidos de los leones, a las cansinas y domesticadas intervenciones de algunos literatos.

            Cuando leí las pancartas indignadas de esta asociación, llegué a pensar que era un montaje del circo. “Seguro que en cada ciudad ponen a un grupo para promocionar la función”, me dije. Pero cuando comprobé que la asociación existía realmente, no pude salir de mi estupor. “¿No se dan cuenta de que logran el efecto contrario?”. ¡Ni pagada existe una mejor campaña!

            Menos mal que hay libertad de expresión, porque los objetivos de estas asociaciones son el lápiz rojo y las equis. ¡Pues no pretenden que el espectáculo cambie de contenido! ¡Nada menos! Acatando sus admoniciones, no podríamos hablar de nada, como ya señaló Andrés Cárdenas en una clarividente columna. No se podrían escribir novelas. No se podrían hacer películas. Cualquier profesión o enfermedad o situación serían vistas como insulto por quienes se hallan en contextos semejantes. ¡Pena que hace siglos los hidalgos no denunciaran a Cervantes por convertir a uno de ellos en loco! ¿O tal vez el “Quijote” debería hoy eliminarse de la historia de la literatura?

            Pero el destino no se deja amilanar y hace salir siempre el tiro por la culata. Ante los censores, la gente siente el deseo de refocilarse en lo prohibido, respondiendo así a un innato instinto de libertad. Por muchas obras de arte que echen a la hoguera, el fracaso aguarda a los Savonarolas. Ninguna doctrina logra transformar el circo de la existencia en un piadoso internado.
 
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 9 de octubre, 2012



miércoles, 3 de octubre de 2012

EL IMPERTINENTE

«Estas memorias son lo mejor que ha salido de la pluma de Melchor Saiz-Pardo»

Melchor Saiz-Pardo en torno a los 17 años

El impertinente

Las memorias que Melchor Saiz-Pardo ha publicado en este diario nos traen una Granada que parecía definitivamente perdida. Viene con su sabor, con su latido, con su aroma, como si el tiempo pudiera rescatarse a placer. Es profunda la memoria de este hombre inquieto, andariego, que transita de la mañana a la noche Granada como un Ulises a la búsqueda de Ítaca, recalando en los más variopintos puertos, desde los imperiales a los de baja estofa. Por ello, es uno de los más fieles testigos que ha tenido la ciudad. Soterrados secretos, indecibles, turbios, están en la memoria de este curioso impertinente.

Así, “memorias impertinentes”, las llama. ¿Pero son realmente impertinentes? No, para lo que podrían ser. Pero Melchor Saiz-Pardo es un hombre prudente. De otra forma, no habría logrado llevar a buen puerto la nave de su diario en los agitados estertores del franquismo. ¡Qué diestro almirante! Admiro esta capacidad en la que se alían el estratega con el bucanero.
            Están bien escritas estas memorias. Son amenas. Para mí, es lo mejor que ha salido de la pluma de este columnista indómito, que todas las mañanas nos libera del amargo peso de la realidad con su humor cervantino. Memorias puntuales, ensartando unos recuerdos con otros, como quien sueña o cuenta chistes o va de una atracción a otra en la feria, y precisamente por ello legibles, apasionadas, impactantes. Extraño misterio que usando todos las mismas palabras, haya textos planos, farragosos, adocenados, y otros llenos de relieve, vértigo y vida, como estas memorias.
Escribimos como somos, y Melchor no podía sino escribir así, porque sigue contemplando la realidad como si cada vez que la mira fuese nueva, distinta, como el niño que descubre un mundo inexplorado. De ahí que tenga apetencia de historias, de anécdotas, de hazañas, de proyectos y azares. Lo ves, y sigue siendo el adolescente que teñía de optimismo y suspense la vida de sus amigos.
            Me han sabido a poco estas memorias. Espero que el autor se ponga a la tarea y pronto las veamos reunidas y ampliadas en un libro. ¡Cuanto más gordo, mejor! Nada de esos escritos lights que apenas llegan desmayados a las cien paginillas. No, unas memorias en toda regla. ¡E impertinentes, sí! Pues la vida real es inconveniente, y es en esas inconveniencias donde se halla el atractivo y de donde surge la reflexión. Y es que nadie logra ser sublime hasta la sepultura. Recordarnos que somos humanos es la labor del cronista, y Melchor tiene la rara habilidad de lograrlo.
            He recortado estas memorias. Textos como los dedicados a los humoristas de IDEAL, o a sus linotipias, o a las diversas censuras franquistas, tienen la frescura de encontrarse en presente, de vivir ante nosotros. Los recuerdos de Melchor nos hacen eternamente jóvenes y muestran la vieja grandeza de una Granada que no había menguado aún.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 2 de octubre, 2012

martes, 2 de octubre de 2012

EL GUÍA

«Este joven centenario nos contempla desde las montañas y nos indica el camino que nunca debimos abandonar»

José Fernández Castro

El guía

¡Vio tantas cosas en su vida! José Fernández Castro supo de la valentía y el miedo, de la amistad y la traición, de la grandeza y la ignominia. Lo vio todo como hay que verlo: con sus máximos contrastes. Vio lo más alto y lo más bajo. Y en estas cimas y en estos abismos, se forjó un hombre que era generoso y tolerante, y, al mismo tiempo, irreductible. Tan irreductible que fue excomulgado por tirios y troyanos. ¡Que también lo amaban secretamente!
Allí iba aquel hombre, andando con una ligereza que desmentía sus casi 90 años, camino del Albaicín, paseando su bastón, que era un mero adorno en su figura de quijote, saludando a unos y otros por su nombre, y dando ágiles pasos de equilibrista, porque eso era lo que había hecho en su vida: equilibrios para subsistir y no caer al vacío. Aunque se jugó el tipo un centenar de veces, y estuvo a punto de ser fusilado, y las amenazas de expedientes de los gobernadores civiles le rondaron como insectos, a pesar de que padeció acoso y humillaciones laborales, siempre salió a flote y publicó sus hermosos y apasionados libros, los libros de un hombre que podía decir que había vivido.
José Fernández Castro se adentró en la vida como quien se adentra con audacia en un maremoto. Podía haber perecido y, sin embargo, ni las más fieras tempestades pudieron con él. El homenaje que le tributa la Diputación de Granada no es sólo justo sino perentoriamente necesario, porque ilumina la figura de un hombre que se enfrentó al conformismo y que lo venció a pesar de que el precio fue la soledad. Un hombre inusual en estos amargos tiempos de gregarismo e incultura.
Durante el reinado de Alfonso XIII, fue republicano. En la posguerra, socialista, el único socialista de Granada. Durante la Transición, se opuso al espíritu del amiguismo y el pelotazo. Hoy, cuando el fruto de aquellas lluvias son estos lodos, su figura queda nimbada en la cúspide de la montaña con el aura del guía: mientras una sociedad alegre y descomprometida brindaba con champagne, él vio que España caminaba hacia el precipicio. ¡Y se mantuvo firme en la senda difícil, estrecha y oscura, que era la correcta!
La biografía de José Fernández Castro ofrece el ejemplo que anhelamos. Es uno de los justos que  necesita esta sociedad para no quedarse anclada en la barbarie. Su obra da fe de esa biografía, de los atormentados tiempos en que se forjó, de sus contradicciones, grandezas y miserias. Los cien años que José Fernández Castro debió cumplir el 16 de junio de 2012 nos embargan con el ejemplo de quien fue fiel a sí mismo y por ello nunca dejó de ser joven. Y es este joven centenario quien nos contempla desde las montañas y nos indica el camino que nunca debimos abandonar.

GREGORIO MORALES