«Curiosa paradoja que los hombres del futuro vayan a ser más
chimpancés que los del pasado»
El gato salvaje es más inteligente que el gato doméstico |
La red
Tengo el mejor ordenador, el más efectivo, el más rápido, el
más duradero. Es tan avanzado que pueden pasar los años y jamás se queda
obsoleto. Diminuto como es, va a todas partes conmigo. ¡Hasta me baño con él!
Su red social gana por goleada a la de Facebook, a la de Twitter, a la de
Linkedin... No tiene problemas de cobertura. Puedes estar en la más lejana
selva o en la más solitaria cumbre. Puedes estar en el desierto o en medio del
océano. Nunca falla. Su GPS no tiene pérdida. Jamás te equivocará de sitio,
nunca te despeñará al abismo imaginando un sendero o una carretera que no
existen o están cortados. Es un ordenador que no ofende a nadie restándole
atención, y puedes manejarlo en una comida, en una declaración amorosa, en una
reunión de trabajo, en una juerga, sin que nadie se percate de ello.
Este ordenador se llama Mind. En
español, Mente. Pero no, no es el cerebro. Es la inteligencia que lo abarca
todo. Y puesto que lo abarca todo, lo conecta todo. La mente es un campo de energía.
Esto significa que todas las mentes están unidas al mismo campo. Así que, a
través de él, puedes llegar a cualquier semejante, aunque se encuentre en las
antípodas. Puedes saber lo que piensa el vecino. Con él, puedes captar lo que
se cree en una época, cuáles son sus lapsus, sus énfasis, sus abismos. Puedes
dirigir tu atención al pasado o al futuro, ya que, como sabes, en el mundo
cuántico el tiempo es reversible.
Presumimos de nuestros
ordenadores y smartphones como si los hombres de todos los tiempos no hubieran
tenido a su alcance esta superior tecnología. ¿Cómo crees que se comunicaban?
¿Cómo encontraban los caminos? ¿Cómo se extendían las ideas? La velocidad de la
mente es instantánea. Una inmensa red mental ha cubierto el mundo desde el comienzo
de los tiempos, frente a la cual palidece nuestra red de fibra óptica.
Igual que se puede evolucionar,
se puede involucionar. El gato doméstico es un ejemplo, ya que sus congéneres
salvajes son mucho más inteligentes. Al confiar en la red de cables, la red
mental se ha oxidado. ¡Millones de hombres y mujeres no pueden ya conectar sin
artefactos! Y los tienes ahí, desesperados, con los ojos insomnes sobre las
pantallas, buscando en ellas lo que antes tenían en sí mismos. Los ves con el
aparato pegado a la oreja, con las manos ansiosas escribiendo mensajes, con el
GPS amparando el miedo a lo desconocido, buscando sin conseguirlo lo que
tiraron por la borda. Si un túnel del tiempo los hiciera retroceder doscientos
años, parecerían monos asustados frente a la seguridad de sus coetáneos.
Curiosa paradoja que los hombres del futuro vayan a ser más chimpancés que los
del pasado. Sin mente, la animalidad superada hace 150.000 años vuelve por sus
fueros.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 16 de octubre, 2012
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