«¡Pena que hace siglos los hidalgos no denunciaran a
Cervantes por convertir a uno de ellos en loco!»
Cartel de "Manicomio, circo de los horrores" |
Manifestación de Agrafem en Granada el 5 de octubre de 2012 en contra de "Manicomio, circo de los horrores" (web Agrafem) |
El circo
Es una maravilla de fantasía, truculencia, humor y pericia
circense este “Manicomio, circo de los horrores” que se da en Granada hasta el
12 y que ya ha recorrido media España. Asistí movido por el pronunciamiento en contra
que presencié el viernes en la Carrera: miembros de la Asociación Granadina de
Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Agrafem) se oponían a la
representación esgrimiendo motivos tan demagógicos como “las enfermedades
mentales no son un circo”. Terrible esta falta de humor que, a la larga, sólo
conduce a la verdadera locura.
¿No entienden que el circo es una
metáfora de la vida? ¿Y que todo, por tanto, cabe en el circo? Al creer que la
pista es sinónimo de vejación, ¿no podría la Asociación misma ser denunciada
por los titiriteros? Actuar bajo la lona es ser ennoblecido. Por eso, Ramón
Gómez de la Serna dio una conferencia montado en un trapecio. Cuando llamaron
“payaso” a Dalí, lo tomó como un elogio, corrió a una tienda de disfraces y se
vistió de clown, alegando que “era más difícil actuar como payaso que ser
pintor”. Y si no, que se lo digan a Popov, que expresó en la carpa toda la gama
de las emociones. Yo prometo presentar mi próxima obra en un circo, porque
prefiero los payasos, las lentejuelas, los gráciles voladores del trapecio, el
olor a cuadra y los rugidos de los leones, a las cansinas y domesticadas
intervenciones de algunos literatos.
Cuando leí
las pancartas indignadas de esta asociación, llegué a pensar que era un montaje
del circo. “Seguro que en cada ciudad ponen a un grupo para promocionar la
función”, me dije. Pero cuando comprobé que la asociación existía realmente, no
pude salir de mi estupor. “¿No se dan cuenta de que logran el efecto contrario?”.
¡Ni pagada existe una mejor campaña!
Menos mal que
hay libertad de expresión, porque los objetivos de estas asociaciones son el
lápiz rojo y las equis. ¡Pues no pretenden que el espectáculo cambie de
contenido! ¡Nada menos! Acatando sus admoniciones, no podríamos hablar de nada,
como ya señaló Andrés Cárdenas en una clarividente columna. No se podrían
escribir novelas. No se podrían hacer películas. Cualquier profesión o
enfermedad o situación serían vistas como insulto por quienes se hallan en contextos
semejantes. ¡Pena que hace siglos los hidalgos no denunciaran a Cervantes por convertir
a uno de ellos en loco! ¿O tal vez el “Quijote” debería hoy eliminarse de la
historia de la literatura?
Pero el
destino no se deja amilanar y hace salir siempre el tiro por la culata. Ante los
censores, la gente siente el deseo de refocilarse en lo prohibido, respondiendo
así a un innato instinto de libertad. Por muchas obras de arte que echen a la
hoguera, el fracaso aguarda a los Savonarolas. Ninguna doctrina logra
transformar el circo de la existencia en un piadoso internado.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 9 de octubre, 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta este texto