«Cuando
lee algo de quienes le rodean, lo hace como una palanca, para ganárselos, y,
por ello, los pierde»
El falso escritor
No ha publicado jamás un libro. Como mucho, un par de
relatos en antologías colectivas y media docena de artículos en medios locales.
Pero se llama a sí mismo escritor y así
lo consideran sus conocidos y amigos. No es que sea una lumbrera y hable como
Sócrates, que nunca escribió nada y sin embargo fue un señero filósofo, sino que
la desidia ambiente le permite la superchería. Nadie se ha molestado en buscar ninguno
de los libros que cita en una biografía que ha pergeñado como encaje de
bolillos, para dar la sensación de que tiene obra sin tenerla ¡e incluso premios!
Aunque ha adquirido conocimientos en talleres literarios, se cuida mucho de citarlos.
¡Hace algo más efectista! Si Jesús Ferrero le impartió una charla, se declara
discípulo directo suyo. Y así con José Mª Merino, con Muñoz Molina…
Ahí lo tienes, pontificando, infatuado,
creyéndose un adalid, remedando lo exterior de la cultura, los saraos, las
presentaciones, la gloria caduca de la que huye el verdadero creador, y eludiendo
sin embargo la esencia, que es un acto de reflexión solitaria y de desmedida
entrega a la escritura. Cuando lee algo de quienes le rodean, lo hace como una
palanca, para ganárselos, y, por ello, los pierde, ya que nunca es sincero en
sus comentarios, sino que todo son palabras grandiosas, edulcoradas,
triunfales. Toda esta hoguera de vanidades se conjura como tinta de calamar
para ocultar que el escritor no es escritor.
En su boca, siempre suenan
nombres consagrados, que cita con la falsa ilusión de hacerse con su prestigio.
Se unce desesperadamente a los lugares que frecuentaron, creyendo que la gloria
está en el enclave, y no en el alma o en los libros. En las notas de prensa que
pergeña para apuntalar su párvula fama, siempre antepone la palabra escritor:
“El escritor Fulano impartirá hoy tal conferencia que será presentada por el
escritor Mengano y coordinada por el escritor Zutano”. Es como en la ópera
china, donde las máscaras hacen al personaje. Si el pseudo escritor ve que los
grandes autores dan conferencias, que tienen público, que los rodea el glamour,
él se monta con gran esfuerzo algo parecido, se programa sus propias
conferencias, se rodea de un público que anhela lo mismo, y se fabrica un
glamour con papel de aluminio y estrellitas adhesivas.
Si realmente importara la
literatura, si se usaran las bibliotecas, si interesara lo que escriben quienes
están a nuestro lado, hace mucho tiempo que el falso escritor habría sido
desenmascarado. Sin embargo, ahí sigue, firme, sorteando con pericia las arenas
movedizas del camuflaje, con una soberbia sólo pareja a la merecida fama de los
narradores cuyo éxito remeda. ¿Cómo no va a sentirse seguro? Todo en la vida
provinciana se asienta sobre arenas movedizas y, como no hay otra solería, prosperan
quienes fingen andar por corredores de mármol.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes 23 de octubre, 2012
Genial, Gregorio. No sé si te has inspirado en algún "modelo" concreto, pero has descrito perfectamente a unos cuantos.
ResponderEliminarAbrazos.
Ja, ja, ja, ¿tú qué crees? Por cierto, que tú eres justo el modelo de escritor entregado a su obra y que se prodiga poco en los saraos. ¡Una exigua minoría! Pero no hay otra forma de escribir, y es la única para profundizar e ir lejos. Estoy deseando leer "La hermandad de la nieve". ¡Qué título más hermoso!
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