«No somos
distintos de los hombres de la edad de piedra»
Menhir erigido junto al Parque de las Ciencias de Granada el pasado 21 de junio de 2013 (foto: granadaenlared.com) |
El menhir
Han alzado un menhir en el Parque de las Ciencias por medios
trogloditas. Pesa 13 toneladas y han sido necesarios un centenar de
voluntarios. Lo han erigido para celebrar el solsticio de verano con el
espíritu de nuestros ancestros que plasmaban en piedra lo sagrado de la
naturaleza y su asombrosa regularidad. Extraño que en la época de los viajes
espaciales, de los telescopios volantes, de los aceleradores de partículas y de
la ingeniería genética, se levante un tosco hito de piedra para plasmar la
maravilla ante el cosmos.
La ciencia, lejos de arrebatarnos
el asombro, nos lo multiplica a cada instante. El resultado es una permanente
admiración que raya en lo sagrado, la misma de nuestros primitivos antecesores.
Si para ellos lo extraordinario estaba en que el sol alcanzase la misma
posición una vez al año, para nosotros reside en los millones de millones de
millones de galaxias que pueblan el universo, en el hecho de que una misma
partícula pueda estar en varios lugares a la vez, en lo extraño de que la
materia surja constantemente de la nada y vuelva a la nada y, sin embargo, las
cosas sigan existiendo, en lo inverosímil de que el mundo subatómico pueda
retroceder en el tiempo, en lo inconcebible de los universos paralelos o en el
enigma de las once o más dimensiones que se añaden a las cuatro conocidas.
Aunque disfrazado de recreación
histórica dirigida por el profesor de la Universidad de Granada Francisco
Carrión, el sentimiento de los participantes fue el de comunión mística. Porque
no somos ni seremos jamás diferentes de aquellos hombres y seguimos
enfrentándonos a la vida de la misma forma y con idénticos presupuestos. Sus
brujos y curanderos son nuestros hombres de bata blanca que, como los primeros,
dictaminan sobre nuestra vida y nuestra muerte y pueden matarte con un simple
diagnóstico, igual que los gurúes llevaban a la tumba a quienes aojaban. Y de
la misma forma que los trogloditas invocaban a los dioses en los más variados
asuntos y detenían cientos de veces al día su tarea para rezarles y pedir su
protección, los hombres de hoy invocan a sus smartphones por los más variados
asuntos y detienen cientos de veces al día sus tareas para rezarles y pedirles
protección. Y de la misma manera que quienes transgredían las normas eran
segregados y todos hacían como no verlos hasta que morían de tristeza y
soledad, hoy excomulgamos a nuestros vulneradores, los llenamos de oprobio y los
alejamos y enchironamos, que es la forma actual de hacer como que no los vemos.
E igual que aquella humanidad celebraba danzas rituales y mágicas a la luz de
las estrellas, la humanidad de hoy celebra danzas rituales y mágicas a la luz
de los focos, en botellones, en discotecas, en macroconciertos.
Todo es lo mismo aunque tal vez
un poco más degenerado, menos natural, pero el espíritu y las personas no se
han movido casi nada. Por ello, seguimos erigiendo menhires como el que se alza
altivo en el Parque de las Ciencias, demostrando que los descubrimientos
modernos no nos llevan a las luces, sino nuevamente a lo insondable y al misterio.
Hemos viajado del menhir a la teoría de la relatividad y, de ésta, nuevamente
al menhir.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 25 de junio, 2013