«¡Tanto
investigar en el acelerador de partículas de Ginebra y tenemos en Granada, viva
y coleando, la realidad que persiguen sus experimentos!»
José Luis Rodríguez Zapatero y José Torres Hurtado emulan el mítico abrazo de Vergara, aunque no para conseguir la paz, sino para producir el mayor agujero negro que hayan visto los siglos |
El abrazo de Granada
Zapatero y Torres Hurtado deberían darse hoy un abrazo,
un gran abrazo, un abrazo cósmico. Es una oportunidad providencial, dado que el
primero viene a inaugurar en la Euroárabe la cátedra de Estudios de Civilización
Islámica. El peor presidente de la Democracia, aunado al peor alcalde de
Granada. El primero, hundió un país; el segundo, una ciudad. Zapatero miraba a
las nubes mientras el país se iba al precipicio; Hurtado mira con delectación
al precipicio mientras lleva a Granada a las nubes. Zapatero elegía a sus
ministros por el look, la edad y el sexo, como si se tratara del rodaje de una
película; Hurtado elige a sus concejales por fidelidad a sus estentóreos
caprichos y a su victimismo para con los rivales. ¡A ambos les importan poco
los gobernados!
Zapatero hacía su gran obra
políticamente correcta y lo demás se la traía al pairo; a Hurtado, todo se la
trae al pairo salvo vaciar las arcas para jugar a la LAC, presentar premios en
Nueva York, arreglar lo que ya estaba arreglado, pagar asesores y cuadros del
PP y poner empresas municipales como Emasagra en manos de socios que desangran
a los granadinos. Zapatero era un místico que llegó a compararse con Obama y quería
llevar una cruzada beata al mundo, para lo que acuñó su portentosa “alianza de
civilizaciones”; Hurtado es un savonarola que cree que todas las civilizaciones
se alían contra él, por lo que allá donde ve un rasgo de progreso, de avance,
de bienestar, se opone furibundamente. A Zapatero, lo orlaba un aura
inmarcesible; A Hurtado, imperial. Zapatero estaría mejor en el Vaticano
ejerciendo de Papa y abogando por el credo de San Correcto; Hurtado, en una
cueva como hechicero de una tribu troglodita ocupado en señalar a los enemigos
que echan mal de ojo.
Zapatero y Hurtado refulgen
como estrellas, cada una con sus satélites que los alaban, loan, predican sus
cualidades y erigen monumentos. ¡Que se abracen! Y que, de este modo, hagan Historia.
¡Y que palidezca el abrazo que se dieron en Vergara el general isabelino
Espartero y el carlista Maroto!
Granada es hoy la ciudad más
feliz del planeta. ¡Qué oportunidad contra la inercia! Si Zapatero y Hurtado
han logrado solos lo que han logrado, ¿qué no podrán hacer juntos? Aislados son
como soles que achicharran, pero abrazados, un abismal agujero negro que lo
devorará todo. Hoy tenemos la oportunidad de horadar el horizonte de sucesos y
saber lo que hay al otro lado. Seguro que los astrofísicos desean presenciar
este cataclismo planetario. ¡Tanto investigar en el acelerador de partículas de
Ginebra y tenemos en Granada, viva y coleando, la realidad que persiguen sus
experimentos!
A ver si al menos queda en pie
la cátedra de Estudios de Civilización Islámica. Se lo merece. Es una
iniciativa loable. Es la civilización, enemiga directa de los imbuidos. ¿Por
qué se les habrá ocurrido entonces nombrar maestro de ceremonias a uno de ellos?
La “alianza de civilizaciones” zapateril –como el odio hurtadino a la
civilización–, tiene más que ver con el pensamiento único, contumaz,
ensimismado, que con el contraste de pareceres. Pido a los dioses que la
Euroárabe no haya remitido también invitación a Hurtado, porque entonces… ¡los
siglos no verán una ocasión más alta! ¡Que se abracen! ¡Que se abracen! ¡Que se
abracen!
GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 28 de abril, 2015