«Psicológicamente hablando, la Monarquía no es buena para quien la ostenta ni para quien la padece»
Gregorio Morales Martínez, alcalde republicano de Alomartes (Granada) y abuelo del autor del artículo |
¿Por qué soy republicano?
Soy republicano, pero no por odio a la figura real. Tanto
Juan Carlos I como Felipe VI tienen las mismas virtudes y debilidades que el
resto de nuestros políticos. Si fuera republicano como reacción a sus defectos,
¿cómo debería reaccionar hacia los defectos del resto de la clase política?
¿Pediría por ello la Dictadura? No me mueve ninguna animadversión. Por más que
la virtud de nuestros monarcas resplandeciera inmarcesible, yo sería
republicano.
Tampoco lo soy porque mi abuelo
lo fuera, porque tratase de defender la legalidad republicana y fuese fusilado junto
a su primogénito mientras una familia numerosa quedaba en la miseria, en
adelante obligada a aparentar adhesión al franquismo para sobrevivir. Si mi
abuelo y mis tíos hubieran sido monárquicos, yo sería republicano.
No lo soy tampoco porque los
españoles no hayan podido elegir aún entre Monarquía o República, ya que, si
hubiera un referéndum y saliese Monarquía, aunque acataría sus resultados, yo seguiría
siendo republicano.
No lo soy por romántica
añoranza, no padezco de zapaterismo, caracterizado por una nostalgia de
sainete, una idealización mítica, naif, del período comprendido entre 1931 y
1939, del que no se me ocultan las luces y las sombras. No es el pasado el que busco,
sino el presente. Aunque no hubiera habido II República, yo sería republicano.
Tampoco lo soy porque crea que,
en una República, habría leyes mejores o el pueblo estaría necesariamente mejor
gobernado. Todos conocemos republicas infaustas, dictatoriales, bananeras,
nepotistas, corruptas. Aunque todas las republicas fuesen un desastre, yo
seguiría siendo republicano.
¿Por qué soy republicano?
Lo soy porque conozco el poder
inmenso de las ideas. Y no hay idea más colosal, más permeable, que un símbolo,
es la más efectiva arma que conoce la humanidad. No resulta en consecuencia
gratuito el símbolo monárquico, que clausura el acceso de los españoles a la
máxima institución del Estado. Es un símbolo que relega el mérito, la igualdad,
es un claro mensaje de que la sangre prima sobre el talento y el trabajo.
Soy republicano porque he
constatado cómo una Monarquía engendra pequeñas monarquías que a su vez se
ramifican en otras pequeñas monarquías, y así ad infinitum, y esto ocurre en la
política, en las empresas, en la educación, en la cultura... Los genes, el
apellido, el abolengo, se erigen como razón suprema de la Jerarquía,
arrinconando las aptitudes, lo que gangrena un país, estanca su movilidad
social y grilla el camino hacia la excelencia.
Soy republicano porque, cuando
la misma familia se perpetúa en el poder, lo normal es que lo transforme en
“cosa nostra” y, así, las buenas prácticas se enrarecen, lo extraordinario se
adocena, el pueblo se desdibuja y el Aparato comienza a servir no a la nación,
sino a los individuos que la representan.
Soy republicano porque resulta
injusto que la jefatura del Estado recaiga siempre en la misma familia, es un
privilegio desmedido, y todos los privilegios resultan antidemocráticos. ¿Por
qué razón los hijos reales nacen con un estatus que no se han labrado por sí
mismos? ¿Cómo pedir entonces a nuestros propios hijos esfuerzo y superación?
Soy republicano por psicología.
Conociendo al ser humano, sé que quien nace con un privilegio lo considera
natural, algo que le pertenece, que tiene garantizado, y lo que se considera
propio es normal que se obvie... Psicológicamente hablando, la Monarquía no es
buena ni para quien la ostenta ni para quien la padece; en ambos casos, socava
lo que se conoce por “individuación”, el crecimiento hacia uno mismo: a los
príncipes y monarcas, los condena a la infatuación; al pueblo, a la minoría de
edad.
Soy republicano porque, en
tanto que perteneciente al pueblo, quiero asumir mis propios aciertos y
errores, quiero hacerme responsable de mis éxitos y fracasos, quiero tener el
estímulo de lo bien hecho y el sinsabor de lo mal hecho. Me niego a depositar
ambos extremos en manos de papá. Prefiero una República con equivocaciones a
una Monarquía con aciertos. ¿Qué persona sensata no optaría por los peligros de
la vida, con sus alegrías y tristezas, fruiciones y sinsabores, a ser el eterno
hijo protegido y mimado de sus padres? ¡Hay que salir de la jaula dorada!
Permanecer en ella conduce a la depresión. Los pueblos amparados, cuya
conducción no reside en sus manos, acaban siendo pueblos enfermos, como España
lo es hoy. ¡Con errores, sí, pero con salud! Si vamos al precipicio, que
vayamos conducidos por nosotros mismos no por pilotos vitalicios.
Soy republicano porque no creo
en pirámides con vértices inamovibles, sino en la fuerza dinámica del
individuo, en su capacidad creativa, de cambio, de renovación. Siempre hay una
persona que encarna lo que un país necesita en un momento determinado, y deseo
construir los mecanismos para que esta persona se abra paso con los menores
obstáculos posibles. Es hermoso pensar que esa persona puede estar mezclada con
nosotros en cualquier sitio, en la escuela, en la fábrica, en el campo, en la
Universidad, y no en las lujosas estancias de un palacio.
GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 14 de abril, 2015
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