«El siglo
XX y el siglo XXI frente a frente»
Con... ciencia
Feliz decisión la del rector de la Universidad de Granada de
publicar en edición facsímil el discurso con el que Emilio Herrera –inventor,
matemático, piloto y político granadino- ingresó en la Real Academia de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Laudable cómo la Universidad ha apoyado
y se ha servido de ejemplo de este hombre genial, riguroso, polifacético y fiel
a su palabra, creando primero, en el 2001, el Premio Emilio Herrera Linares de
investigación científica y tecnológica, y dando ahora su nombre al Aula de
Ciencia y Tecnología, lo que contrasta con el obcecado silencio del Parque de
las Ciencias. ¿A qué se debe tamaño contraste, reconocimiento clamoroso por una
parte, olímpica ignorancia por otra?
Para
Ernesto Páramo, director del Parque de las Ciencias, Herrera es “sobre todo un
ejemplo de compromiso cívico y político”. En consecuencia, “la admiración que
sentimos por él no debe llevarnos a magnificar su contribución a la historia de
la ciencia” (IDEAL, 13-V-10). Sin
embargo, Elvira Martín Suárez, directora de la mentada Aula de Ciencia y
Tecnología, resalta el gran conocimiento que éste tenía “de las Matemáticas, la
Física, la Química, la Meteorología, la Metalurgia”, afirmando además que “la
NASA utilizó sus diseños para la fabricación de los trajes espaciales”. ¿No
merecería nada más que por esto un lugar en el Parque?
La clave
del contraste, para mí, es el enfrentamiento de dos cosmovisiones. La primera,
la del fenecido siglo XX, sostenida por el director del Parque de las Ciencias,
que precia fundamentalmente la especialización y recela de la
multidisciplinariedad y el polifacetismo. En otras palabras, considera al
científico como un ser puro, ajeno al mundanal ruido y entregado exclusivamente
a ahondar en su campo. Según esta perspectiva, a Emilio Herrera no sólo le
perjudicarían sus vastos intereses interdisciplinares, sino también su
histórica y rotunda trayectoria política, un monárquico fiel a la República que
llegó a ser presidente de ésta en el exilio, cuyo peso oscurecería sobradamente
su labor científica.
Según la
perspectiva del siglo XXI, sin embargo, que es sin duda la de la Universidad,
tanto la ciencia como la política provienen de la búsqueda de un mundo nuevo y
mejor, del ansia de descubrimientos tanto tecnológicos como psicológicos o
políticos para hacer crecer al ser humano, y, en este sentido, el científico no
puede ser un sujeto puro, limitado a sus investigaciones canónicas, sino
también un hombre de acción, comprometido con la vida, es decir, un militante
en el pleno sentido de la palabra, como lo son hoy Stephen Hawking, Richard
Dawkins, Edward O. Wilson, Brian Greene… hasta el punto de que los nuevos
científicos han comenzado a ejercer como redivivos hombres renacentistas y, en
numerosos aspectos, representan la vuelta del perdido Humanismo. Emilio Herrera
fue uno de ellos, adelantado como en tantas cosas a su tiempo, igual que Emilio
Atienza, su apasionado biógrafo y difusor.
Estamos de
enhorabuena, pues, porque sería terrible que nuestra Universidad no fuera con
los tiempos. Una ya significativa minoría de sus investigadores representa hoy
lo más dinámico de nuestra sociedad. El presente, a pesar de la amenaza de herrumbrosos
puñales, se abre paso. La ciencia se hace con la vida, con los seres humanos,
con la curiosidad humana, con la acción humana sobre la Historia. La ciencia es
con… ciencia.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 3 de diciembre, 2013
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