martes, 26 de noviembre de 2013

NIÑO

«¡Hacía lustros que no veía la plenitud de una infancia sin codicia!» 


Niños que siguen siendo niños (foto: CLADH
Niño 

¡Cómo sonaban sus voces! Fue un regalo en el lugar más impensable, en el autobús que partió hacia Granada desde la madrileña estación de Méndez Álvaro a las 11:30 del pasado sábado, algo así como un arca de Noé donde se concentraban todas las etnias del planeta y era difícil saber dónde te encontrabas a no ser por los carteles de la carretera. Entre aquellos ciudadanos del mundo, un matrimonio latino con su pareja de retoños, un chico y una chica que no habían sobrepasado los diez años, sentados un par de hileras detrás de mí. No sólo fue su educación austera, tan diferente de la de gran parte de los niños españoles, consentidos y caprichosos, siempre como ofuscados, con una extraña y permanente irritación, como si vindicaran algo, como si culparan por su mera existencia. Tampoco llevaban una consola o un móvil, sino que estaban desnudos ante la realidad, no absortos agónicamente en un ingenio electrónico, se tenían a sí mismos portando un tesoro invisible pero fabuloso, su forma apasionada de mirar el mundo, su aceptación sin límites, de modo que eran como unos aventureros que se hubiesen adentrado en una selva virgen.
¡Hacía lustros que no veía tanta plenitud! La plenitud de una infancia sin codicia, cuando la ausencia de artilugios y sobornos paternos te  hace poseedor de todo. Y esa incalculable riqueza emergía en cada una de sus palabras, que sonaban como una turbarada de oxígeno, como el sol al mediodía, como una fría y estrellada noche al confort de las sábanas. Iban diciendo adivinanzas, memorizadas unas, inventadas ingenuamente otras, y la maravilla del castellano estallaba ante mí, como si nunca hubiera conocido esta lengua y me adentrara de súbito en su sonido argentino, metálico, sibilante, con una entonación exótica proveniente de algún país centroamericano. En sus respuestas decían “blanco”, “azul”, “rojo”, y sus vocablos salían de tal forma que ni Mondrian, el sabio de los colores planos, pudo captar hasta tal punto su esencia.
Era una música que se me quedó en los tuétanos y que me devolvió una lengua cuyo expolio, desdeño y mal uso me ha hecho sentir conmiseración. Pero no, allí estaban estos niños y su madre que los alentaba sutil y dulcemente, con entrega y sin esfuerzo, y de súbito sentí que aquí radicaba nuestro futuro y que era como si los conquistadores españoles hubieran ido a América a depositar el rumbo en manos de los indígenas y ahora éstos vinieran a corregir tanta desorientación. Extraño que las víctimas de un tiempo sean los guías en otro.
Impresiones, sí, pero el placer del viaje, la inmersión en la fantasía, la contagiosa dicha proveniente de lo simple, fueron reales, y, en este sentido, el tiempo transcurrió al revés: de Madrid partió un adulto escéptico que se fue rejuveneciendo conforme transcurrían los kilómetros y que, al descender en la estación de Cartuja, era ya un niño. El mismo niño ilusionado y  lleno de fe que fue hace muchos lustros.
¡Cuánto me gustaría buscar a estos chavales en Dúrcal, hacia donde debían proseguir, y saber de ellos y recomendarles a los chicos de su entorno que se hicieran amigos suyos! Si un contumaz adulto se había metamorfoseado en niño en el espacio de unas horas, ¿qué maravillas no podrían ocurrir en ellos?

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 26 de noviembre, 2013

sábado, 23 de noviembre de 2013

"AL LORO" CON EL CHOCOLATE

«Ya hay quien le está dando chocolate a las ratas» 

Según los autores del texto, "ya hay quien, basado en nuestro y otros ‘papers’, le está dando chocolate a las ratas" (foto: dreamstime
Al loro con el chocolate 

RESPUESTA DE LOS AUTORES DEL ARTÍCULO PUBLICADO EN “NUTRITION”  A LA CARTA AL DIRECTOR DE GREGORIO MORALES “ELCHOCOLATE DEL LORO” 

Sr. Director de IDEAL:
Nos lo advierten los compañeros, los amigos…Hay que dejarlo estar… Es peligroso… Cuando la toma con algo o alguien no para… Su pluma es florida y vistosa pero también afilada y correosa. Podíamos no responder pero lo vamos a hacer. Sobre todo porque nos divierte, nos gusta. Es más, nos halaga que alguien así se fije en lo que hacemos, aunque sea para criticarlo. Criticar lo no criticable, por ya suficientemente criticado. Ni nosotros, con lo críticos que somos, íbamos a intentar publicar un trabajo de cuyos resultados no estuviéramos seguros. Ni en ‘Nutrition’, con lo crítica que es, iban a aceptar algo tan ‘increíble’ si le faltara rigor. Es sabido, ‘referees’ y editores de las revistas científicas son como pájaros de presa (7 ‘referees’, 3 editores para este artículo; mareándonos casi un año antes de publicarlo). En la posición más alta de la cadena científico-alimentaria con sus temibles picos y garras, de manera anónima, desmenuzan y destrozan los trabajos que caen en sus manos. Solo escapan, y ven la luz, los que han demostrado tener interés y rigor científico. A los científicos, que somos hombres de letras, nos gusta escribir y publicar lo que hemos investigado. Pero no para que se tome como dogma sino para que se siga investigando. Para tener las cosas claras…
…Y el chocolate espeso. Tan espeso que es fácil la confusión, es fácil llevarse a engaño, por el color, por la forma, por el sabor. Del color mejor no hablamos, es cuestión de  gustos. Y hay que ser políticamente correcto. Las formas pueden ser muy variadas, puede ser un polvo volandero o una tarta de diseño. Ambos para tomar (con moderación), no para mirarlos y quedarse con las ganas. Lo mismo con los trabajos científicos. Así que nos alegramos de que, por fin, el Sr. Gregorio Morales se haya atrevido con nuestro ‘chocolate-paper’ y comprobado que tiene mucho trabajo detrás. Que los ‘papers’ no se hacen como churros (para tomar con chocolate). Ha comprobado que analizamos los puntos débiles del estudio. Y le agradecemos que haya citado algunos. Nosotros, mejor que nadie, los conocemos. Y hemos puesto doble ración de Theobroma (en sentido etimológico-figurado, que no es precisamente una broma). Por tanto, nuestro chocolate-paper no se va a venir abajo, ni se va a derretir. Pero hay que estar ‘al loro’ y seguir investigando. Y ya hay quien, basado en nuestro y otros ‘papers’, le está dando chocolate a las ratas. Menuda broma para las pobres ratas, con la de voluntarios que habría para tomar chocolate... Las formas del chocolate a veces confunden, puede parecer un huevo pero no lo es. De la misma manera, la corrección por múltiples-test y pérdida de significación estadística puede parecer que es que si hacemos más test perdemos la significación pero no lo es. Es que si hacemos más test (un huevo de test, digamos) puede aparecer por casualidad significación. Y esto hay que tenerlo en cuenta y ser estrictos con la P (P es la inicial de probabilidad, no de otra cosa).
Por último, el sabor. El cacao es bueno, pero amargo y áspero. El azúcar, dulce pero malo, no hay duda. A través de la insulina, determina obesidad, lo llevamos investigando 35 años y el Sr. G. Morales lo explica muy bien. Ahora bien, si se mezclan el bueno del cacao con la mala del azúcar, puede ser que lo malo pueda con lo bueno (lo normal), pero también que lo bueno pueda con lo malo (lo extraordinario), o que la cosa se quede en tablas (tabletas, en este caso).Y hay que estar ‘al loro’ y abierto a cualquier posibilidad. No sea que pase como con aquel que juntó un burro grande y flojo con una burra chica y trabajadora, esperando que tuvieran burros grandes y trabajadores pero salieron burros chicos y flojos.
Y no es que utilicemos metáforas jocosas por no debatir de ciencia. Es que hay que estar siempre ‘al loro’ y buscar la enseñanza que encierra la metáfora; y el rigor (con punto de ironía) que se esconde tras la broma (la theobroma). Es como darle formas divertidas al chocolate. Porque la diversión es buena. Diversión que, como el chocolate, en su justa medida, tiene efectos positivos sobre nuestra salud y bienestar. Y aquí encaja perfectamente la fábula del chocolate del loro, no sea que, por ahorrar, lo único que hagamos sea quitarle el chocolate al loro. Con lo (theo) bromistas que son los loros.

M. J. CASTILLO, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA Y M. CUENCA GARCÍA
GRANADA
Diario IDEAL, CARTAS AL DIRECTOR
Viernes, 22 de noviembre, 2013


SECUENCIA DE ARTÍCULOS

-"Chocolate envenenado" por GREGORIO MORALES

-"¿Quién ha envenenado el chocolate?" por M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA Y M. J. CASTILLO

-"Chocolate sin cacao" por GREGORIO MORALES

-"Cacao... mental" por M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA y M. J. CASTILLO

-"El chocolate del loro" por GREGORIO MORALES

-"'Al loro' con el chocolateM. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA y M. J. CASTILLO

jueves, 21 de noviembre de 2013

TERREMOTOS

«El ganador de Almuñécar puede incurrir en aquello que los griegos llamaban hibris» 

Un solo acertante... ¡y cien millones de euros! en el sorteo de los Euromillones del viernes 15 de noviembre 2013 (foto: IDEAL
Terremotos 

Vivimos en tierra sísmica. Tenemos terremotos un día sí y otro también, el último el sábado en Atarfe. Uno ha crecido sintiendo temblar las casas, siendo bruscamente zarandeado en la cama, viendo cómo de pronto las lámparas bailaban. ¡Pero qué leves son los terremotos telúricos comparados con los vitales, con los psíquicos! Un día abrazas a un ser querido y al día siguiente se ha marchado para siempre. Un día estás feliz y al día siguiente te abruma la más feroz depresión. Un día eres pobre de solemnidad y al día siguiente te han tocado cien millones en la Primitiva, como a ese vecino de Almuñécar al que buscan ávidos bancos.
No, no estamos libres de los terremotos, de unos salimos ilesos pero otros nos dejan marcados. Incluso la pérdida se suaviza con el tiempo, pero lo de convertirte en Creso en diez segundos puede ser demoledor. ¿Qué hará una persona acostumbrada a rascarse los bolsillos cuando pueda gastar indiscriminadamente? ¿Cómo se comportará un sufrido ciudadano con el poder que proporcionan cien millones de euros? Una cosa es acostumbrarse progresivamente a la riqueza y otra que te caiga como una maceta sobre la mosta.
El afortunado ganador de Almuñécar puede incurrir en aquello que los griegos llamaban hibris, un sentimiento desbordante de orgullo, una tifónica ola de soberbia, una desmedida creencia en la fuerza personal que arrambla de pronto con las convenciones y que siempre acaba en el abismo. Es la ley del péndulo. Cuanto más se ha contenido uno, cuantos más aros ha debido engullir, más se expande hacia el otro extremo y es como un devastador terremoto de esos que no hemos visto desde el de Alhama de 1884.
¡Y no hay que gastarse un euro! Basta con la creencia de que al fin se ha hecho justicia con uno y que ya está bien y ha llegado la hora de no padecer. Y entonces el “afortunado” se lanza a una lunática carrera de despropósitos y errores. Dolido deja a sus familiares cuando comprueba que el dinero que les ha regalado no le granjea más amor, sino envidia y desdén. Abandona a sus amigos cuando se percata de que el dinero no sólo no puede comprar su amistad, sino que constituye un serio obstáculo. Desarraigado, se confía a quienes le halagan y es engañado y traicionado una y otra vez. Busca con desesperación refugio en los bienes materiales y se compra coches, apartamentos y casas, pero se angustia cuando observa que sólo puede llenarlos venalmente, que su experiencia está siempre mediatizada por el dinero, y se aterra al comprobar que allá a donde va tiene que encontrarse a sí mismo ¡al único que no puede sobornar! Entonces pone pies en polvorosa montado en los euros y, cuanto más lejos cree estar, más desconsolado, más desorientado, más separado de la realidad.
¡Llegará el tiempo en que maldiga su suerte! Siempre llega un tiempo así, pero entonces hay un apego tan feroz al dinero y a la posición social que proporciona, que ya no puede hacer nada sino arrostrar la corrosión y prepararse para los sucesivos terremotos que habrán de sobrevenir. ¡Y a pesar de todo yo querría que este terremoto sucediera en mi vida! Pero mientras tanto me conformo con salir indemne de las aleves movidas sísmicas granadinas.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 19 de noviembre, 2013

martes, 19 de noviembre de 2013

EL CHOCOLATE DEL LORO

«¡Ay si los miles de ratas que han padecido experimentos se levantaran de la tumba!» 

Estudio sobre la obesidad con ratas de laboratorio realizado por el dr. Alex Valenzuela (foto: MEDwave
El chocolate del loro 

NUEVA Y ÚLTIMA RESPUESTA DE GREGORIO MORALES A LOS AUTORES DEL ARTÍCULO PUBLICADO EN NUTRITION "ASSOCIATION BETWEEN CHOCOLATE CONSUMPTION AND FATNESS IN EUROPEAN ADOLESCENTS"

Sr. Director de IDEAL:
Algunos lectores deben de estar divertidos por esta polémica sobre el chocolate mantenida con un grupo de investigadores de las facultades de Medicina y Deporte de la Universidad de Granada. Y no es para menos, porque mientras yo he tratado de ser lo más aséptico posible por aquello de debatir con la ciencia, ellos han hecho alarde de singulares dotes literarias (¡chapó!), tal vez porque conocían bien las fallas, carencias y defectos de su estudio, y por tanto sólo podían poner énfasis en las metáforas y quizá también en el tono jocoso, motivado probablemente porque un hombre de letras había entrado en su campo. Y como suponen que ni los lectores ni el hombre de letras entienden su secreto reino, creen que lo pueden confundir como quien espurrea chocolate ante los parroquianos. Pero no puedes dar chocolatazos sin llenarte tú mismo, y de esta forma han proyectado sobre mí su propia confusión.
Primero mantuvieron silencio ante el tendencioso titular, masivamente difundido, de que “el chocolate adelgaza”, y sólo alzaron la voz cuando este mensajero dijo que no era ni podía ser así, y que, además, tan falaz noticia sólo agravaría la epidemia de obesidad que padecemos, de la que el azúcar (con la que se mezcla en grandes proporciones el chocolate) es una de las responsables. Luego me acusaron de no leer su estudio, cuando lo que hice no fue sino señalar las fallas que ellos mismos exponen: posibilidad de respuestas engañosas de los encuestados, limitación de los días tasados (¡sólo dos!), indeterminación del chocolate ingerido (¡del que encima excluyen el negro!), y la siguiente confesión: “Algo a tener en cuenta –afirman al final del trabajo- es que las asociaciones reportadas en este estudio [entre consumo de chocolate y bajo índice de masa corporal] podrían ser estadísticamente no-significativas tras una corrección por múltiples test”, es decir, ¡que un mayor número de test podría dar al traste con las ya de por sí precarias conclusiones!
Para mí, el edificio entero queda de esta forma derruido. Resulta sencillamente imposible que el chocolate indiscriminado, con su alta cantidad de azúcar, esté asociado a menos grasa y un índice de masa corporal más bajo. Otra cosa es el cacao puro. Si los nuevos estudios que se están llevando a cabo por la Nutrition Science Initiative resultan exitosos, se demostrará que no son las calorías las que engordan, sino el índice glucémico, de forma que la sandía, con pocas calorías pero de índice glucémico alto, estaría prohibida en un régimen de adelgazamiento, mientras el cacao, con muchas calorías pero de índice glucémico bajo, estaría permitido. ¡Pero jamás el azúcar, jamás! El estudio de los investigadores granadinos, en mi opinión, toca la verdad, pero la malinterpreta y la limita al no incardinarla en otros pioneros y más generales estudios.
Por lo demás, estos investigadores hablan de los antioxidantes como una de las virtudes del chocolate, cuando hoy día parece demostrado que se trata de un mito tan falso como lo fueron el éter o el flogisto. Y finalmente resulta lamentable que, en su contestación, adjudiquen a las encuestas los hallazgos de la relación entre tabaco y cáncer de pulmón o alcohol y cirrosis. ¡Ay de ellos si los miles de ratas que han padecido experimentos se levantaran de la tumba! Toda relación que no se demuestre experimentalmente es una hipótesis. Para testarlas están precisamente los laboratorios. Y a veces se testa en humanos, como ocurrirá en la experiencia de la Nutrition Science Inititative. Pena que lo de este equipo granadino sea el chocolate del loro, es decir, darle un tartazo al ínfimo mensajero para no entrar a fondo en la fragilidad de su estudio.
En lo que a mí respecta, dejo aquí la polémica. Ha sido un honor tener a estos científicos como interlocutores (¡excelentes, a pesar de sus debilidad muy humana por un día de gloria!) y ojalá hubiera más polémicas como ésta en los diarios. Después de todo me siento retribuido por sus respuestas, porque sólo se discute de lo que uno considera importante. Y para mí, su estudio sin duda lo es.

GREGORIO MORALES
GRANADA
Diario IDEAL, CARTAS AL DIRECTOR
Lunes, 18 de noviembre, 2013


SECUENCIA DE ARTÍCULOS

-"Chocolate envenenado" por GREGORIO MORALES

-"¿Quién ha envenenado el chocolate?" por M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA Y M. J. CASTILLO

-"Chocolate sin cacao" por GREGORIO MORALES

-"Cacao... mental" por M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA y M. J. CASTILLO

-"El chocolate del loro" por GREGORIO MORALES

-"'Al loro' con el chocolateM. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA y M. J. CASTILLO

domingo, 17 de noviembre de 2013

CACAO... MENTAL

«¡Qué cacao se está montando!»

Los autores de esta Carta al Director de IDEAL achacan a Gregorio Morales "cacao mental" (foto:  Chocolat Factory
Cacao... mental 

NUEVA RESPUESTA A GREGORIO MORALES SOBRE SU CARTA AL DIRECTOR "CHOCOLATE SIN CACAO" EN TORNO A SU COLUMNA "CHOCOLATE ENVENENADO


Sr. Director de IDEAL:
            ¡Qué cacao se está montando! Primero que si el chocolate estaba envenenado (IDEAL,29-X-13). Después preguntamos que quién lo había envenenado (IDEAL, 9-11-13); y ahora, el sr. Morales nos aclara que no tiene cacao (IDEAL, 11-11-13), y nosotros se lo agradecemos. Pero lo que verdaderamente sería de agradecer es que se decidiera a leer nuestro artículo (Nutrition:http//dx.doi.org/10.1016/j.nut.2013.07.01), no sea que le pase lo que a aquel miembro de un jurado literario que se negaba a leer las obras a concurso “para no dejarse influir”. Que se lea lo que escribimos es importante, y por eso alzamos la voz cuando se nos atribuye lo que no decimos. Como hemos hecho siempre que se nos ha dado oportunidad. Aunque eso no se haya leído u oído, y se piense (como en el “síndrome del transistor”) que hemos guardado silencio, pero es que la emisora sigue emitiendo aunque uno apague la radio.
            Que los trabajo científicos sean objeto de cuestiones y crítica es el pan (con chocolate) nuestro de cada día. Lo hacen los compañeros, los editores y “referees” de las revistas que los analizan y critican a fondo antes de publicarse (el nuestro, durante casi un año), y después vienen la cartas al director. Por cierto, invitamos al Sr. Morales a que exponga sus críticas en una carta al editor de la revista “Nutrition”, y así poder debatirla científicamente. Porque como bien dice, en ciencia es exigible, y se practica la crítica, pero es preciso leer antes de criticar.
            Si eso lo hubiera hecho el Sr. Morales, sabría que nos hemos preocupado por saber si los adolescentes decían lo que comían, pero no tanto porque fueran adictos al chocolate (que sería algo anecdótico y diluido entre los casi 1.500 sujetos estudiados), sino por los más abundantes posibles “underreporters”, porque tienen sobrepeso. Y sabría también que dedicamos la mitad de la discusión a criticar nuestros propios resultados, resaltando limitaciones y diciendo que se tomen con cautela.
            Cautela que en ciencia lleva a huir de dogmatismos y afirmaciones categóricas, para preferir otras del tipo “podría ser” que el señor Morales tanto denosta. Porque hay que dejar no ya resquicios, sino ventanas a otras posibilidades que no son las esperables, las que todo el mundo cree o la que uno imagina. La investigación científica se basa precisamente en eso: en la ruptura de paradigmas y establecimiento de nuevas hipótesis que han de ser contrastadas. Por eso hay resultados revolucionarias, como los que se deriven de la Nutrition Science Initiative, en donde es previsible que nos llevemos muchas sorpresas.
            Y una vez descartada la invalidez del estudio por intereses ocultos de la industria, o de Paquito el chocolatero, ahora queda invalidarlo porque se basa en lo que responden subjetivamente los sujetos. Y esto para el Sr. Morales es inadmisible, es una ficción. Por este mismo motivo deberían quedar invalidados los estudios que han puesto de manifiesto la relación entre tabaco y cáncer de pulmón (porque nadie ha contado las colillas de los fumadores), ni la relación entre alcohol y cirrosis, ni ningún estudio nutricional realizado hasta la fecha, ni relativo a síntomas, o a bienestar o muchos de psicología. En definitiva, todos basados en lo que nos dicen los sujetos, o reflejan las encuestas. O sea, un antes y un después en ciencia. ¡Menudo cacao!

M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA Y M. J. CASTILLO
GRANADA
 Diario IDEAL, CARTAS AL DIRECTOR
Jueves, 14 de noviembre, 2013


SECUENCIA DE ARTÍCULOS

-"Chocolate envenenado" por GREGORIO MORALES

-"¿Quién ha envenenado el chocolate?" por M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA Y M. J. CASTILLO

-"Chocolate sin cacao" por GREGORIO MORALES

-"Cacao... mental" por M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA y M. J. CASTILLO

-"El chocolate del loro" por GREGORIO MORALES

-"'Al loro' con el chocolateM. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA y M. J. CASTILLO

sábado, 16 de noviembre de 2013

CHOCOLATE SIN CACAO

«El estudio de los investigadores granadinos es chocolate sin cacao, es decir, una ficción»

Sucedáneo de chocolate (foto: Dulcistar) 
Chocolate sin cacao 

RESPUESTA DE GREGORIO MORALES A LA CARTA AL DIRECTOR "¿QUIÉN HA ENVENENADO EL CHOCOLATE"

Sr. Director de IDEAL:
Agradezco a los investigadores de las facultades de Medicina y Deporte de la Universidad de Granada la respuesta a mi artículo “Chocolate envenenado” (29-X-13), pero resulta significativo que hayan guardado silencio ante los titulares manifiestamente tergiversados que daban cuenta de su estudio, unos titulares que aseguraban que “el chocolate adelgaza”, y, sin embargo, alcen la voz cuando se disiente de sus conclusiones. Se diría que para ellos su prestigio es prioritario a deshacer el equívoco. En cuanto a las precisiones que me hacen, bastan de por sí para invalidar el estudio. Al basarse en algo tan vago como la ingesta indiscriminada y sin control de chocolate por un grupo de jóvenes, contando además únicamente con su testimonio personal por medio de tests, los resultados se desvalorizan. Podría ocurrir por ejemplo que los jóvenes adictos al chocolate fueran remisos a confesar su consumo asiduo (por la condena social que conlleva), mientras que quienes de vez en cuando lo ingieren no tuviesen reparos en proclamarlo, apareciendo entonces los primeros como los que menos chocolate ingieren y los otros como los que más. No digo que sea así, pero un experimento científico no debe dejar resquicio a un solo “podría ser”.
Al descansar pues el experimento en las respuestas subjetivas de los participantes, todo lo demás queda invalidado. Es, por poner un símil relacionado, como el chocolate sin cacao, es decir, una ficción. La deontología científica determina una estricta medición en todos los escalones de un experimento, no dejando jamás  ninguno de ellos al albur o al testimonio de los intervinientes.
Afortunadamente la comunidad científica es de una autocrítica modélica, y estoy seguro que antes o después surgirán voces señalando las carencias de experimentos así que, cierto, se realizan con métodos parecidos en todo el mundo, pero para un estudio verdaderamente significativo hay que controlar la alimentación efectiva de los sujetos, como hará el proyecto que promueve la Nutrition Science Iniciative sobre las causas de la obesidad y que, éste sí, promete ser revolucionario (ver “Scientific American”,septiembre 2013, pp 52-55).

GREGORIO MORALES
GRANADA
Diario IDEAL, CARTAS AL DIRECTOR
Lunes, 13 de noviembre, 2013



SECUENCIA DE ARTÍCULOS

-"Chocolate envenenado" por GREGORIO MORALES

-"¿Quién ha envenenado el chocolate?" por M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA Y M. J. CASTILLO

-"Chocolate sin cacao" por GREGORIO MORALES

-"Cacao... mental" por M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA y M. J. CASTILLO

-"El chocolate del loro" por GREGORIO MORALES

-"'Al loro' con el chocolateM. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA y M. J. CASTILLO

martes, 12 de noviembre de 2013

LA TILLI

«Incluso una campesina analfabeta puede iluminar el corazón humano» 

La Tilli en los verdes campos de Huétor Tájar (Granada), con un azadón en la mano derecha y su libro de poemas "La campesina" (editorial Dauro) en la izquierda (foto: Cadena Ser
La Tilli 

Dicen que apenas sabe leer ni escribir pero eso no le ha impedido publicar a sus 74 años un primer libro de poemas que le han transcrito, versos cándidos, naïfs, pero que son bellos porque laten con el acento de la verdad, como los cuadros de Maripi Morales. Jacinta Ortiz, “la Tilli”, no ha necesitado papel ni lápiz para pergeñar sus poemas, sino que los ha escrito en su memoria, ese iPad que ha utilizado la humanidad desde el comienzo de los tiempos y al que no se le agota la batería ni hay que estar mirando cuando se recita un poema, como tantos vates olvidadizos de su lírica.
La Tilli compone y recita de memoria como los bardos antiguos, como un Manuel Benítez Carrasco redivivo, con la antigua magia de la poesía, que a estas alturas del siglo XXI no ha renunciado a ser cantada y cuya esencia tradicional sigue respirando en los tuétanos del pueblo. La Tilli es simple y directa, celebra las cosas de cada día y podría pasar por un poeta de la Experiencia si no fuera por sus rimas, que la acercan a la Diferencia, sólo que de ambas la separa la fidelidad de sus neuronas, aunque no la falta de cultura, porque la poesía se escribe con humanidad y no con títulos universitarios.
Cierto, la Tilli se ha pagado “La campesina” (Dauro) de su propio bolsillo, ¿pero cuántos escribidores que se consideran cabales y que frecuentan los círculos literarios no hacen lo mismo? Pagar por publicar degrada al escritor, pero a la Tilli la dignifica, porque una mujer que ha criado sola a cinco hijos y ha tenido una vida áspera no debe de andar en la abundancia.
Los poetas y escritores pardillos pagan por publicar movidos por la ambición, por sonar en el mundillo, por regalarse una de esas presentaciones panegíricas a las que te invitan para que hagas de palmero y luego les compres el libro, pero lo que la Tilli ha pagado por su amor a la palabra es una afirmación de vida, un clamor de dignidad, un regalo para demostrarnos que incluso una campesina analfabeta puede iluminar el corazón humano; es la constatación de que la vida más hermosa no es la más accidentada sino la más humilde; la corroboración de que se puede llegar a uno mismo sin moverse del terruño y que por tanto los rascacielos no son necesarios.
Es más valiente una vida como la de la Tilli que otra nómada y cosmopolita como la de Rilke. Cuando a partir de ahora los culturetas me hablen de sus estancias en Nueva York, yo pensaré en la Tilli y me sonreiré. Más allá de sus ripios y de sus balbucientes rimas, es universal, y sus experiencias son un antídoto contra la fatuidad. La aparición de la Tilli pone tan en solfa algunos de los inveterados tópicos del mundo literario, que dará que hablar, más aún cuando promete vengarse en un próximo libro de un reciente desengaño amoroso. ¡No le arriendo la ganancia al que la desdeñara!
Entre las retahílas de melifluos poetas, glosadores y pródigos de ditirambos con que se adoban los actos literarios granadinos, me quedo con la Tilli en sus suaves colinas de Huétor Tajar. Se eclipsa el relumbrón… ¡gano las sombras!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 12 de noviembre, 2013

domingo, 10 de noviembre de 2013

¿QUIÉN HA ENVENENADO EL CHOCOLATE?

«¡En ningún momento hemos afirmado que el chocolate adelgaza, ni que la ingesta regular de chocolate reduce la grasa abdominal!» 

Los científicos de la Universidad de Granada que han realizado el estudio sobre el chocolate ante la Facultad de Medicina. De izda. a dcha.: Jonatan R. Ruiz, Magdalena Cuenca García, Manuel J. Castillo Garzón y Fracisco B. Ortega (foto: Universidad de Granada
¿Quién ha envenenado el chocolate? 

RESPUESTA DE LOS AUTORES DEL ARTÍCULO DE "NUTRITION" A LA COLUMNA "CHOCOLATE ENVENENADO

Sr. Director de IDEAL:
            Que la mayoría de la gente sólo lea los titulares de las noticias es una desgracia. Pero que también lo haga quien opina sobre ellas (y lo pregone en “Puerta Real”) es una catástrofe. Si el Señor Gregorio Morales, colaborador de IDEAL, hubiera leído nuestro artículo publicado en “Nutrition” o, por lo menos, hubiera prestado atención a la nota de prensa elaborada por el Gabinete de Comunicación de la Universidad de Granada, no nos acusaría de decir lo que no hemos dicho, ni nos atribuiría intereses “envenenados”. Incluso hubiera aclarado algunas de las dudas que le plantea nuestro estudio.
            ¡En ningún momento hemos afirmado que el chocolate adelgaza, ni que la ingesta regular de chocolate reduce la grasa abdominal! Eso fue sólo un titular que alguien sacó. Lo que hemos visto y publicado es que los adolescentes que toman más chocolate no están más gordos, sino más delgados, y que, además, tienen  menos grasa abdominal. Esto ya se había observado en adultos y publicado en otra revista científica de prestigio (“Archives of Internal Medicine”). Pero nuestro estudio es más completo: el análisis dietético fue realizado por la Universidad de Dortmund usando un método visual muy avanzado y la grasa corporal se midió de dos formas diferentes (antropometría y bio-impedancia). Y también comprobamos si estos “extraños” resultados podían ser atribuibles a otra cosa: actividad física (medida mediante activímetros), ingesta energética total, ingesta de otros alimentos, entre otros factores. En el artículo no se puede deducir relación causa-efecto, ya que se trata de un estudio observacional y no de intervención. Y dado que no teníamos datos del tipo de chocolate ingerido tampoco podíamos atribuir cualidades específicas al chocolate en función de su pureza. Eso sería un falso alarde de pureza informativa.
            Que la industria chocolatera se frote, o no, las manos nos da exactamente igual, porque no nos ha dado ni un solo euro ni para el estudio ni para una chocolatina. Esta investigación forma parte de un estudio mucho más amplio sobre la “Salud y la alimentación de los adolescentes europeos”, financiada por la Unión Europea (www.helenastudy.com).
            Los investigadores responsables del estudio no aconsejamos nada: sólo decimos lo que hemos encontrado y advertimos de que en el consumo de chocolate, como en todo, la moderación es fundamental, porque no hay nada por bueno que sea, que en exceso lo siga siendo. Y mucho peor es el exceso en las palabras. Palabras disfrazadas de falso conocimiento, que malinterpretan y envenenan una investigación científica seria y rigurosa, como así ha sido juzgada por quien tiene que hacerlo. Investigación, como tantas otras de esos mismos científicos granadinos, que estudian la obesidad y sus peligros, la importancia de una buena alimentación y los beneficios de hacer ejercicio.

M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA Y M. J. CASTILLO
GRANADA
 Diario IDEAL, CARTAS AL DIRECTOR
Sábado, 9 de noviembre, 2013



SECUENCIA DE ARTÍCULOS

-"Chocolate envenenado" por GREGORIO MORALES

-"¿Quién ha envenenado el chocolate?" por M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA Y M. J. CASTILLO

-"Chocolate sin cacao" por GREGORIO MORALES

-"Cacao... mental" por M. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA y M. J. CASTILLO

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-"'Al loro' con el chocolateM. CUENCA GARCÍA, J. R. RUIZ, F. B. ORTEGA y M. J. CASTILLO

martes, 5 de noviembre de 2013

TERROR EN EL HOSPITAL

«¡Esto es un castigo a la enfermedad, no una compensación!» 

¡Así me sentiría si me encaman y me veo obligado a tragarme los programas de televisión que sintonice mi compañero! Escena del filme "La naranja mecánica" (foto: The Seeker Magazine
Terror en el hospital 

No le tengo miedo a la enfermedad ni a la muerte pero me aterroriza que alguna vez me encamen y verme obligado a tragarme los programas que sintonice mi compañero. ¡En mala hora se les ocurrió a los gerentes de los hospitales colocar receptores en las habitaciones! Un enfermo tiene derecho al silencio, tiene derecho a sus pensamientos sin que estos se vean afectados por las cromáticas sombras chinescas que refleja la pantalla. Los derechos de los pacientes sin recursos, que se aburren, que necesitan de la tele, acaban donde comienzan los de quienes desean estar a solas consigo mismos. Desgraciadamente los hospitales se han convertido en circos donde las televisiones espurrean sus comentarios banales y donde una multitud curiosa, molesta y parlanchina inunda cada tarde los compartimentos de los convalecientes. Algo que sin duda debe de agravar la enfermedad en lugar de curarla.
Ahora una brillante sentencia del juzgado de lo Mercantil nº 1 de Granada ha venido a señalar este cabaret hospitalario al considerar que las emisiones no son sino una red comercial que sirve espectáculos y que por tanto quienes se lucran deben pagar un canon por la captación y difusión de los programas. Se ha dictado contra el hospital Nuestra Señora de la Salud, pero podría ser aplicable a muchísimos otros a lo largo y ancho de nuestra palurda geografía. ¡Terrible servirse de los pacientes para hacer negocio allanando además sus derechos!
Para mí sería espantoso estar enfermo y encima tener que tragarme “La Voz”, o la pésima serie “Isabel” donde patéticos actores hablan como si tuvieran huevos en la boca, o ser martilleado por los repetitivos anuncios publicitarios, o ahogarme en las noticias estereotipadas y profilácticas de los telediarios, en suma, darme baños de estulticia y falta de inteligencia cuando lo que se necesita para curarse es precisamente claridad, amor y fuerza moral. Esa gran escena de “La naranja mecánica” en que amarran al protagonista a una silla y le ponen pinzas en los ojos para que tenga que contemplar forzosamente las imágenes se me viene a la mente. ¡Las televisiones en los hospitales son un castigo a la enfermedad, no una compensación!
Estos sanatorios nuestros no tienen nada que envidiar a aquellos lazaretos de antaño que semejaban una plaza pública donde timadores, cotillas, locos y curanderos se mezclaban con los achacosos en un nefasto totum revolutum. Lo que el hospital de la Salud debería hacer ahora es no sólo pagar el canon que le exige la sentencia, sino más aún, aprovecharla para desmantelar el kiosquillo, suprimir el pingüe negocio, irse con la música de los televisores a otra parte y dejar que cada paciente se enfrente a su destino con los medios a su alcance: revistas, libros, tablets, ordenadores portátiles ¡con auriculares! o simplemente sus pensamientos. ¡Y claro, impedir con germánica disciplina que en cada habitación se celebren vespertinas asambleas vecinales!
Así que éste es mi terror, mi pánico, mi pesadilla, aquello por lo que creo que me arrastraría moribundo por la solería de mi casa antes que poner los pies en un sanatorio. ¡Antes muerto que tragarme “Hay una cosa que te quiero decir”! En un país obnubilado y analfabeto como el nuestro parece que los únicos que conservan la consciencia son los jueces. ¡Cabal sentencia!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 5 de noviembre, 2013