martes, 9 de febrero de 2010

SÓLO AMOR


SÓLO AMOR

No quiero saber cuánto me amas, sino cuánto te amo yo. El milagro, amada mía, es este amor. Aunque se proyecta sobre ti, no viene de ti, ni tampoco de mí mismo, sino de la vasta energía que lo puebla todo.


El amor fluye a través de mí como un impetuoso río. Lo presencio maravillado y atónito. Ni las cataratas pueden compararse a la fuerza de este torrente. Tengo tanto amor que podrías ignorarme, negarme, traicionarme, humillarme, y te seguiría amando. Acepto lo que me des, pero, aunque no me dieras nada, yo querría dártelo todo. Ayer, ahora, mañana. Quiero darte tanto que la vida se me antoja corta y querría renacer una y mil veces para volver a amarte en cada una de mis vidas. Siempre tú, a tu lado, contigo, viajando conjuntamente, guiados por el amor hacia nosotros mismos.

Amada, tú no te has unido a mí ni yo a ti, sino que ambos nos hemos unido al río. Y nos amamos en el río. Y, al unirnos a él, el amor nos penetra. Tú y yo unidos sin exigencias, sin requisitos, sin normas, navegando en la corriente del amor. Rendidos al amor.

Al ser esclavos del amor, somos señores de nosotros mismos. Ni yo tu esclavo ni tú mi esclava, pero ambos siervos del amor, porque sólo es señor de sí mismo quien ha abandonado toda meta y toda soberbia. Tú y yo, amor mío, sin metas, sin soberbia, anegados de amor. Maravillados, sorprendidos, porque los paisajes son siempre nuevos y siempre mágicos y todo es intenso y pleno.

A tu lado no fluyen los minutos. Nuestro río es un río de luz. Y lo que viaja a la velocidad de la luz no tiene tiempo. Tú y yo, amor, en la luz, a la velocidad de la luz y, por tanto, eternos, permanentes, invencibles, inmortales. Tú y yo, multitud. Porque uno está sólo, pero dos son mayoría, y dos en el río, el universo entero.

Nuestro amor abarca a toda la humanidad. Mana del río hacia nosotros y de ahí a cuantos nos rodean. Imposible que dos que se aman realmente no iluminen a la humanidad entera.

Encenderemos, amada, tres velas para celebrar el Día del Amor, pues ¿cómo no contar con la vela que nos abraza? Éste es nuestro secreto. Nuestras dos velas se encienden en la Vela. Iluminados ambos por el Amor. Las campanas de las torres de Granada repican por nosotros. ¡Qué bello el amor cuando sólo es amor!

Si tú y yo nos amamos, hay esperanza para el mundo. Aunque nos persigan hombres agraviados, el amor no podrá ser reducido. Aunque intenten amordazarlo con leyes humanas, no podrán ocultar su carácter divino.

Amada, este amor es el milagro. Amor sin límites. Amor. Sólo amor.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, 9 de febrero de 2010

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