martes, 26 de mayo de 2015

¡ABRID LAS PUERTAS!

«¡Ya está bien de ser un paraíso abierto para pocos, cerrado para muchos 

José Torres Hurtado, el peor alcalde que ha tenido Granada en 500 años, en una actitud típica de ordeno y mando, siempre contra los granadinos
Foto: La columna de Miguel Ángel Vázquez 

¡Abrid las puertas! 

Los granadinos les han quitado los galones a Torres Hurtado y a Sebastián Pérez. Al segundo lo han enviado, de presidente de la Diputación, a concejal raso, ya que resulta evidente que un pacto de izquierdas dirigirá la institución provincial; y Hurtado tendrá que pactar, lo cual significa pasar de general a sargento, y más en un caso como el que nos ocupa: alcalde prepotente, intempestivo, que ha visto enemigos en los contrarios y ha hecho de la confrontación la tinta de calamar con la que ocultar su errabunda política.
El soldado raso Sebastián Pérez lo llevará fatal, pero al menos sigue siendo presidente del PP de Granada (¿por cuánto tiempo?). Hurtado, sin embargo, no aguantará. Si un pacto con Ciudadanos lo hace alcalde, lo cual está por ver, se dará calamones contra los límites, manchará repetidamente el guion, salpicará con sus comentarios desentonados, provocando la crispación en unos y otros. No tendrá más remedio que abandonar la nave.
            Así que tanto Hurtado como Sebastián han descendido en el escalafón, y ello se lo deben no sólo a la tendencia nacional de pérdida de votos del PP, sino a las acciones del primero. Sebastián Pérez ha sido un buen presidente de la Diputación, ha tomado decisiones acertadas, se nota que ama la provincia… pero ha sido hundido por los despropósitos de Hurtado. Por eso la oposición debería imponerle una medalla de honor a la concejal de Movilidad, señora Telesfora Ruiz, ya que, con su nefasta actuación en la LAC y temas colaterales, ha contribuido como nadie a la sangría de votos del PP. Ha sido la mejor vocera, a su pesar, de la campaña del PSOE, aunque lamentablemente éste no la ha tenido propio y, en las actuales circunstancias, mantener simplemente los concejales que ya tenía implica un lamentable estancamiento. Mientras Telesfora Ruiz le ha hecho la campaña al PSOE y al resto de partidos, Paco Cuenca, con su levedad de ser y falta de carisma, se la ha hecho al PP, y no me cabe duda de que, si hubiera habido otro candidato, el PSOE habría ganado estas elecciones. Así que los dos principales partidos se han metido goles en su propia portería.
            En cualquier caso, es el fin de la época Hurtado. Granada ya no podrá ser gobernada igual: con desprecio hacia los granadinos, colmándolos de multas, arrasando servicios fundamentales, haciendo leyes de arbitrariedades, oponiéndose al progreso, cortocircuitando las instituciones que no estaban en manos del PP… Se ha acabado una larga Edad Media. Se han acabado el oscurantismo, la prepotencia, el desdén, la vanidad. Torres Hurtado hace aguas.
            La ciudad tiene que despertar al presente, solapado y abducido, retomar la modernidad, el tiempo dilapidado que la ha conducido de ser la capital de Andalucía oriental a una triste ciudad de provincias más, de pensamiento corto, de actuación ensimismada, de mirada ranciamente local. Ahora  la llave está en Ciudadanos, que no debe pactar sino con una idea universal de Granada que le dé la puntilla al granadinismo, esa grasa que lo hace encoger todo. Es tiempo de destrozar límites, de mirar lejos, de abrir las puertas para que circulen las diáfanas aguas de la actualidad. Es tiempo de abrir la cancela mohosa que personifica el propio Torres Hurtado. ¡Ya está bien de ser un paraíso abierto para pocos, cerrado para muchos!

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 26 de mayo, 2015

martes, 19 de mayo de 2015

ENCUENTRO EN MONTE VÉLEZ

«Sentí el alivio de no ser nada, es decir, serlo todo junto a otros niños, aquellos niños que habían sido compañeros y amigos» 

Un viejo álbum sirve para bucear en los compartidos recuerdos infantiles de estos amigos reunidos en el restaurante Monte Vélez (Huétor Vega, Granada) el 15 de mayo de 2015 Foto: Lo Real Invisible 

Encuentro en Monte Vélez 

El viernes me fue regalada la infancia. Mi infancia. Me cayó en tromba, rotunda, insoslayable. No es que me volvieran los recuerdos. Es que di un salto... y era de nuevo un niño, el niño que vagas memorias dicen que fui, pero ahora era tan real como el laboratorio del tiempo donde ocurrió todo: el restaurante Monte Vélez, en Huétor Vega, nave sideral que planea sobre la campiña de Granada.
¡Qué dicha! Los achaques desaparecieron, el orgullo y la ambición se hicieron trizas, la plenitud y la aceptación lo ganaron todo, sentí el alivio de no ser nada, es decir, serlo todo junto a otros niños, aquellos niños que habían sido compañeros y amigos: Daniel, Nacho, Cueto, Medina, Enrique, Luiso, Antuán, Miguel Ángel, Pepillo, Galiano, Juan de Dios, Fredy, Alejandro, Alfonso, Rivera, Jorge, Ceballos, Migue, Vargas...
Cierto que para cualquier observador éramos hombres maduros, calvos algunos, otros con barriga cervecera, el de aquí con canas, el de allá curtido de surcos... Pero el milagro estaba dentro, en nuestros ojos, en nuestra memoria, en nuestro corazón. Lo que yo veía era al niño con pantalones cortos y macuto a la espalda subiendo un monte, al chaval espigado dando una clase al aire libre, al grupo de adolescentes en una redacción confeccionando un diario a multicopista, al autocar repleto de chaveas rumbo a la Alfaguara donde las tiendas de campaña serían acogedores palacios...

Mirando al frente, es decir, a la niñez. En primer término, Ignacio Jiménez Soto y Gregorio Morales VillenaFoto: Daniel Linares Girela

¡Hacía tanto que no había visto a estos niños! Dejé de verlos a los 17 años cuando el vendaval del tiempo me tomó como una hoja volandera y me llevó de aquí para allá y me mostró nuevos paisajes y nuevas personas y me fue transformando en muchos yoes, tantos que el niño quedó enterrado bajo innumerables sedimentos, como las ciudades antiguas sobre las que crecen cosechas, avenidas de asfalto y manzanas de edificios.
¿Tuve alguna vez una infancia? Dudaba tanto de mis recuerdos que, en más de una ocasión, llegué a pensar que eran inventados o que estaban metamorfoseados, o simplemente se habían ido, los había perdido, eran lagunas en un pasado hecho harapos. El milagro, sin embargo, lo restauró todo, como esas maravillosas reconstrucciones digitales de ciudades antiguas que muestran los documentales. ¡Salvo que no era virtual, sino real!

¡Cuántos kilómetros compartidos en los primeros años de nuestras vidas! De izda. a dcha.: Ignacio Jiménez Soto, Daniel Linares Gireral, Betro Cueto y Gregorio Morales Villena

El dios Hermes, el de las sandalias aladas, me había traído desde el Olimpo de Facebook el mensaje de Daniel: «Reunión en Monte Vélez. ¿Te apuntas?». Y, sí, me apunté. Al llegar, la poción mágica que había diluida en el ambiente me poseyó, y sobre las caras anónimas de talludos adultos fueron emergiendo los niños de  mi infancia, observaba sus gestos, escuchaba sus palabras, replicaba con las mías mientras el pétreo barro pegado al corazón se deshacía y me sentía uno con ellos y me embargaba la unidad de la vida y la ridiculez de los roles, porque lo hermoso es que todos habíamos bregado con los obstáculos y habíamos sabido llegar hasta allí, y esto era lo único que importaba, esto era el éxito.
¡Emoción asombrosa ser simultáneamente niño y adulto! Ambas cosas aunadas en un perfecto círculo sin comienzo ni final. Tal vez todo comenzaba ahora. Tal vez acabó entonces. ¿Qué más da? Fui un niño y hubo otros niños con los que experimenté el mundo. Ahora lo sabía. No por vagas evocaciones, sino con la abrumadora certeza del corazón.

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 19 de mayo, 2015

martes, 12 de mayo de 2015

ADIÓS A MAYTE

«¡Ahora sí dejarán a Mayte Olalla hacer la primera comunión por más que ya no pueda ser sor Municipio!» 

Mayte Olalla, concejal de UPyD en el Ayuntamiento de Granada (2011-2015), junto a Rosa Díez
Foto: Granadaenlared.com 
Adiós a Mayte

Mayte Olalla irrumpió en el Ayuntamiento de Granada provocando una revolución. Sus declaraciones iniciales fueron como fogonazos, proyectaron luz sobre sombras chinescas, trajeron el perfume de lo nuevo y honesto a lo rancio y marrullero, y, claro, unos y otros se rasgaron las vestiduras, vejaron a la mensajera y la extrañaron de sus vidas. ¡Hasta le hicieron una campaña con la que lograron que verdades como puños fuesen consideradas algo atrabiliario, la opinión estentórea y ridícula de una parvenue! Y Mayte, que es una persona amable a la que le gusta estar a bien con sus compañeros, cayó en la trampa y se desdijo y pidió perdón... ¡Craso error!
Desde entonces no fue la misma. Desde entonces, se convirtió en una concejal prudente, morigerada, pudibunda. Ejerció, claro, la oposición, pero ahora sin esa fuerza, sin esa heterodoxia que escandalizaba a los hipócritas, olvidando que, si algo no escandaliza, no es verdad. Mayte Olalla, la que escandalizó tanto en las primeras semanas de su concejalía, dejó de escandalizar, es decir, envolvió la verdad en algodones, la empaquetó con papel acolchado, y la flamante heroína se convirtió en una recluta que podía haber pertenecido a cualquiera de los otros partidos.
Y como la gente lo percibe así, parece ser, si las últimas encuestas aciertan, que la van a votar muy poco. La gente ama lo que ella fue al comienzo. La gente quiere la verdad desnuda, manifestaciones que enconen a los hipócritas, que los saquen de sus casillas, que rompan su sistema de amañado fair play, de silencio en lo importante y disensión en lo superfluo, que digan las verdades del barquero en lugar de edulcorarlas a lo Walt Disney. Lo mismo que ha hecho el primer Podemos, que no es el Podemos de ahora, y por eso desciende imparablemente en intención de voto.
¡Mayte Olalla llegó a estar excomulgada por la corporación en pleno, lo que no se han atrevido a hacer siquiera con el peor alcalde que Granada ha tenido en 500 años! Lo cual era un honor y el indicio de su importancia. Claro que este tipo de honores, que dan sus frutos a la larga, son amargos al comienzo, hay que enfrentarse a las descalificaciones de tirios y troyanos, hay que transigir con la mala imagen que proyecta una prensa tibia, pero el camino inicial de la verdad es la soledad, la animadversión sañuda, la crítica despiadada. Si no se les hace caso, se llega a la meta.
Mayte Olalla prefirió hacerles caso y se convirtió en una chica ejemplar (para el sistema), se tragó toda su fuerza y su iconoclastia, se devoró cruentamente a sí misma y, desde entonces, como he dicho, podría haber sido una concejal más del PSOE o de IU y no habría desentonado. ¡Hasta se sumó a la oposición general al Atrio! O sea, está del lado bueno, bendito, hurtadiano del espectro. ¡Ahora sí la dejarán hacer la primera comunión por más que ya no pueda ser sor Municipio!
Mayte se ha dejado subsumir por la ortodoxia política y por eso precisamente se extingue, desaparece del elenco, no es necesaria ni lo ha sido en la mayor parte de la legislatura. ¡Qué pena ver volatilizadas tantas expectativas! ¿Ocurrirá lo mismo con Ciudadanos y Vamos Granada? No, si escandalizan. Es el precio de la verdad. Duro precio. Único camino.

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes 12 de mayo, 2015

martes, 5 de mayo de 2015

LA GEOMETRÍA DE CRISTINO DE VERA

«La vida es una geometría con la función de mostrarnos lo invisible» 

Cristino de Vera, Halo de luz con 3 objetos, 1986. Óleo sobre lienzo, 81 x 54 cm.
Foto: Fundación Cristino de Vera 

La geometría de Cristino de Vera 

En 1996 vi una exposición de Cristino de Vera en el Centro Reina Sofía y me quedé impresionado por la paz, plenitud y dicha que rezumaban sus dibujos, hasta el punto de parecerme un ejemplo de artista que había logrado asir lo inmaterial, que conseguía, en una extraña conjunción, aliar lo invisible con lo visible, el mundo proteico y vacío de la nada con el limitado iceberg que contemplan nuestros ojos. Me impactó tanto que le dediqué unas páginas de “El cadáver de Balzac” (1998), obra que se considera manifiesto fundador de la estética cuántica.
Escribí de Cristino de Vera… y luego me olvidé, el recuerdo fue enterrado por las metamorfosis mediante las cuales morimos y renacemos una y otra vez. Así que en el álbum de mi vida había ya varias mariposas pinchadas y yo esgrimía un par de nuevas alas cuando en febrero pasado, paseando por La Laguna, en Tenerife, me sedujo una imagen surrealista del pintor canario Óscar Domínguez que anunciaba una exposición suya. Paula y yo entramos al pequeño museo y contemplamos la que a todas luces era la obra de un impostor, de alguien que había copiado el Surrealismo en lugar de encontrarlo, de un hombre problemático, abismado en los peores defectos del siglo XX, sin vuelo, un ciego en el mundo de la creación. No merecía la pena dedicarle tiempo. Salíamos desangelados cuando una chica tras el mostrador de entrada nos inquirió: «¿No ven la exposición de Cristino de Vera?». El nombre no me sonaba. Yo ya era otra persona, no quedaba rastro del que fui… «Nos basta con la que hemos visto», le respondí displicente poniendo un pie en la calle. Y, sin embargo, mi cuerpo reculó al tiempo que mi mente protestaba: «¡Eh, majadero, sube a ver la exposición!».
Así que ascendimos de mala gana hacia la planta alta… ¡y entonces se hizo la luz! Allí estaba la maravilla, estaban el presente, la totalidad, la iluminación. Si en la planta baja nos habíamos enfrentado a las míseras obras de Óscar Domínguez, a la desidia, al hartazgo, aquí estaban el sentido y la ubicuidad. En mí se abrió un agujero de gusano que conectó un universo con otro y penetré en el que había sido y recordé de pronto a Cristino de Vera y aquella exposición que había contemplado en el Reina Sofía y la pasión que entonces sentí… El círculo se cerraba, era como si Cristino de Vera me hubiese reclamado, como si retornase la onda abierta por la piedra que muchos años atrás yo había lanzado al estanque. Encima supe que aquel pequeño museo era la Fundación Cristino de Vera y que Santa Cruz de Tenerife era su ciudad natal. En el primer piso se exhibía su exposición permanente mientras la planta baja se dedicaba a las temporales, como la de Óscar Domínguez.
Impacta que las cosas vuelvan a nosotros. En el lugar que menos me esperaba, del que lo ignoraba todo, el pasado lamió las orillas del presente. El sentido del reencuentro era: «¡El tiempo no existe, todo es a la par, todo está en todo!». ¿Azar? No, sincronía. Casualidad significativa. La vida es una geometría con la función de mostrarnos lo invisible. En las formas de Cristino de Vera, está la Geometría, el trazo simétrico que revela la eternidad.

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 5 de mayo, 2015