martes, 30 de diciembre de 2014

2015 ES UN MITO

«Pasamos en sentido perpendicular a la eternidad» 

El tiempo es una sensación ilusoria producto de no poder vislumbrar la eternidad en toda su dimensión sino pasando a través de ella, en cortes sucesivos, y aprehendiendo por tanto ínfimas partes que dan la sensación de que "los sucesos pasan"
Gráfico: Lo Real Invisible 

2015 es un mito 

Llega un nuevo año... ¿Pero es un nuevo año o un cambio de nombre? Al presente le hemos llamado 2014. Y ahora le llamamos 2015. Así tenemos la ilusión de que el tiempo fluye... Pero los únicos que fluimos somos nosotros. El tiempo no existe o está detenido o es un eterno presente. Pasamos por ese presente, una y otra vez, en un continuo camino, como un haz de luz que se cruzara con otro. La intersección de los dos haces, la del presente eterno y la de nuestro devenir interior, eso es el tiempo. Un relato subjetivo, la memoria de un imaginario camino que no se mueve jamás.
El presente desnudo nos produce tanto pavor que hemos tratado de neutralizarlo con dos pueriles fábulas: el pasado y el futuro. Pero tampoco existen. Llevamos el tiempo con nosotros y, si no existiéramos, no existiría el tiempo. Sólo el presente, como ahora, como siempre.
«¡Eh, existen edades geológicas –argumentaría alguien–, estratos, movimiento de los continentes, cambios en el cielo...». Mitos igualmente. Cierto que unos pueden ser considerados científicos y otros fantásticos, pero todos son historias construidas por el hombre desde el eterno presente. Lo que consideramos sucesivo es simultáneo. Y por eso, en el mismo nivel, justo ahora, están estallando los volcanes y la Tierra se llena de anhídrido carbónico y las bacterias liberan cantidades ingentes de oxígeno desde el fondo de los mares y las plantas se poseen de los continentes y absorben el anhídrido y los dinosaurios campan a sus anchas y el hombre surge sobre la Tierra y hay 7000 millones de habitantes... Y el apocalipsis. Y la nada. Y de nuevo la existencia. Todo sucediendo en un segundo infinito y ubicuo.
Salvo que nosotros, que pasamos en sentido perpendicular a la eternidad, únicamente podemos percibir el todo de modo sucesivo, estando condenados a franquear el presente con la ficción de que se desgrana ante nosotros... Los mitos, la ciencia misma, son el relato de nuestras ilusiones, la proyección de nuestra imposibilidad de vislumbrar completo ese segundo pánico al que sólo podemos tocar en uno de sus puntos y siempre gastándonos, consumiéndonos...
Pero esto es también una ficción. Si somos ahora es porque hemos sido y seremos siempre. La infancia, la juventud, la vejez, son un espejismo. Hoy está conmigo el niño que fui como en el niño que fui estaba el adulto que soy. El camino que he hecho es un camino imaginario o, en todo caso, invisible, sólo he andado hacia mí mismo y cuanto he conocido han sido mis paisajes interiores.
Comenzamos un nuevo mito al que llamamos 2015 y nos creemos un año más viejos y pensamos que el mundo envejece con nosotros y nos hacemos nuevos propósitos y celebramos efemérides y centenarios, porque la humanidad es ingenua y los mitos resultan encantadores, pero en los sueños, que son la voz de la verdad, seguiremos apareciendo como niños, jóvenes y adultos simultáneamente, venceremos las leyes del tiempo humano, iremos a la época de los saurios o volaremos a las más lejanas galaxias... He aquí la realidad. Pero en cualquier caso, es hermoso el cuento de creer que llega un nuevo año, es divertido cambiarle el nombre al presente, me gusta la sonoridad de 2015. ¡Luego yo también iré a la plaza del Carmen a tomar las uvas!

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes 30 de diciembre, 2014

martes, 23 de diciembre de 2014

EL AGUINALDO

«Venían modestos y esperanzados a pedir el aguinaldo» 

Tarjetita con la que el barrendero felicitaba la Navidad

El aguinaldo 

No había porteros automáticos. Llamaban a casa y abrías sin preguntar. No tenías miedo. Abrías y era el barrendero, o el sereno, el cartero, el repartidor de IDEAL, el regador del distrito… que te deseaban “felices pascuas” con una tarjetita en la mano. Venían modestos y esperanzados a pedir el aguinaldo, que era de rigor, y mi madre iba y abría una caja de caramelos donde guardaba el dinero y les daba una gratificación. Y así un año tras otro… ¿hasta cuándo?
Tengo muchas de aquellas tarjetitas en mi mano, porque para mi madre eran un presente valiosísimo y durante toda la Navidad las exhibía sobre el repostero junto a los christmas que nos enviaban. Las barajo. “El sereno del distrito les desea felices pascuas y próspero año nuevo”. Y en el dorso, un ingenuo poema: “En toda y tanta porfía/ sólo inalterable habrá,/ el Sereno a quien el Cuerpo/ infunde continuidad./ Firme en el deber de su cargo,/ atento a cualquier llamar,/ en la noche ardiente o fría/ su ayuda no ha de fallar”. Y el repartidor de IDEAL, todos los años con su sucinta e idéntica tarjeta, porque ya se sabe, en casa del herrero, cuchara de palo. Y el barrendero, elegante en la imagen, casi un actor, también con su cándido poema: “Nunca acaban mis servicios/ pues hay gente descuidada/ que arroja por la calzada/ las mondas, los desperdicios,/ los papeles, las colillas…/ Y yo, tras las angarillas/ de agua, lo barro todo;/ quito inmundicias y el lodo/ sin que el ánimo me falle/ y, gracias a mi escobón,/ podéis andar por la calle/ como si fuera un salón”. Y el tendero, con el cuerno de la abundancia pintado junto al portal de Belén y su letrilla correspondiente: “Que siempre os alumbre/ en un largo andar/ la luz de la Estrella/ de la Navidad”.
¿Cuándo fue la última vez? El reguero de felicitantes fue desapareciendo hasta que una imprecisa navidad de los 70 no hubo ninguno y luego otra y otra… y hasta yo mismo me olvidé de la vieja costumbre. Pero de pronto, en una polvorienta carpeta, han aparecido los ilusionados papelitos y, de súbito, me han embargado las vísperas de las nochebuenas de mi niñez, el ambiente pletórico que se vivía en casa, la ilusión desbordante, la plenitud de aquellos quince días extraordinarios con el mundo suspenso y el corazón henchido… No había consumismo y quizá por ello el espíritu de la Navidad no se centraba en las cosas, sino en las personas.
¡Maravillosas navidades aquellas! Tan maravillosas que su fuerza me ha acompañado hasta hoy y no se disipará incluso aunque cumpla cien años. Más aún, a veces se extiende misteriosamente fuera de sus fronteras, y puedo tener la misma plenitud en febrero o en agosto o en septiembre, y, en ocasiones, dura tres, cuatro meses, en una suerte de caudaloso e interminable río. ¡Es que sembraron tanto! Sembraron mis padres, sembraron los prodigiosos mitos, sembraron aquellas personas que, como mensajeros de Osiris, requerían su pequeño óbolo, dichosos por el nacimiento del Dios…
He tenido suerte. Unas breves monedas de entonces me han proporcionado inagotables intereses, y así, mientras los gongs fraternos de los aguinaldos resuenan aún en mis oídos, la Navidad me embarga con intensidad infantil en este nuevo solsticio de invierno. ¡Cierto que recibes lo que das!

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 23 de diciembre, 2014 

martes, 16 de diciembre de 2014

CERCO AL CENTRO

«La LAC resulta risible y delata una mentalidad naif y aldeana» 

Telesfora Ruiz, concejal de Movilidad, y José Torres Hurtado, alcalde de Granada, han eliminado los autobuses del centro de la ciudad para jugar con un cochecito al que llaman pomposamente LAC 

Cerco al centro 

Los señores Hurtado y Telesfora, alcalde de Granada y concejal de Movilidad respectivamente, deberían ser juzgados por el desastre que han producido a Granada con sus decisiones abstrusas, cambiantes, erráticas. Deberían ser juzgados porque han destruido el corazón de una ciudad moderna, su movilidad, para implantar un capricho cateto, un autobús grandioso y cortoplacista, candado contra la movilidad general, que, por su desproporción histriónica y microscópico trayecto, resulta risible y delata una mentalidad naif y aldeana.
El plan de Movilidad, a pesar de los parches posteriores, sigue siendo un plan delirante, una puñalada al desarrollo de la ciudad, un robo del transporte público. Han puesto dos autobuses de largo recorrido para acallar el clamor contra su arbitrariedad, pero el paso natural sigue siendo el centro, Reyes Católicos y Gran Vía, constituyendo un dislate desviarlos por el Palacio de Congresos y Camino de Ronda. Pero el dislate, si cabe, es más grande ahora que antes, porque, aunque por fin es posible atravesar la ciudad en un solo autobús por más que sea a través de caminos torcidos, no ocurre lo mismo con el centro, donde hay que hacer dos o tres transbordos. Si te encuentras en Puerta Real y quieres ir a la Chana o a la Bola de Oro, tienes que hacer dos. Si estás en el Salón y quieres subir a Cartuja, tres…
Se ha cavado así un foso en torno al centro, se le ha marcado como territorio inhóspito, non grato. La gente toma los autobuses de largo recorrido y elude cuanto puede esta estulta LAC de pomposo nombre, como todos los sueños de gloria palurda. Por eso este año hay mucha menos gente en el centro. Paseas un día normal por las calles de Granada, víspera de Navidad, y tienes la sensación de encontrarte en un pueblo abandonado. La gente ha sido raptada para perderla por laberintos y aledaños. Los comerciantes lo están notando. Personas que han invertido su dinero en levantar comercios confiando en el flujo ciudadano natural y que de pronto ven las calles ralas, medio vacías, como si la peste se hubiera cebado en la población. Lo que unido al descenso del número de viajeros con la consiguiente deuda municipal, es un desastre absoluto para Granada.
El mejor sistema de transporte, el único eficiente, es el que había antes de la suicida reforma y habrá que volver a él si no se quiere producir más daño a la ciudad, reutilizando los dinosaurios LACs para las líneas de más kilometraje y viajeros. Pero es perentoriamente necesario un transporte que dé una coz a los transbordos, que lleve pronto a los ciudadanos a sus destinos y que no hunda el centro en la miseria.
¡Hay que restañar pues los navajazos al transporte público asestados por el desquiciado tándem Hurtado/Telesfora! Claro que deberían ser juzgados por tan nefasto despropósito, por el tiempo atracado a los granadinos, por el gasto desorbitado que están produciendo, por las molestias causadas a los ciudadanos, por la ruina inducida a los comerciantes. No se puede jugar con la población. No se pueden hacer experimentos con su bienestar. No se puede arrebatarle el tiempo o causarle ruina por divertirse instaurando avenados caprichos. Por supuesto que deberían ser juzgados. Desgraciadamente  las leyes no contemplan los juicios por mal gobierno. ¡Espero al menos que dictaminen las urnas!

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 16 de diciembre, 2014

martes, 9 de diciembre de 2014

ALHAMBRA PRUSIANA

«¡Qué lejos del espíritu sutil y diplomático de los sultanes nazaríes!» 

Imposible franquear el límite donde me encuentro y acercarse a la Fuente de los Leones, en la visita a la Alhambra que guié el 30 de noviembre de 2014. Foto: El Marcapáginas
Alhambra prusiana 

«¡No se paren, sigan andando!», nos imprecaban militarmente los vigilantes de la Alhambra el pasado domingo 30 de noviembre cuando serví de guía a una expedición de la Universidad de Mayores del Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid más un grupo de jóvenes estudiantes puertorriqueños. Ya nos habían toreado al comienzo, prohibiéndonos franquear la puerta colectiva, al considerar que nuestros pases eran personales, de modo que tuvimos que dirigirnos a la entrada individual donde, tras hacer una larga cola, nos dividieron por estimar que éramos numerosos, dejando pasar sólo a la mitad del grupo y metiendo lotes de personas en medio con el fin de que los “segregados” no pudieran unírsenos, a cuyo objetivo nos vigilaron celosamente durante el trayecto con cámaras y walkie-talkies. Si te detenías en algún sitio, te conminaban a circular, como los viejos policías franquistas en las concentraciones ciudadanas.
Todo lleno de estrechos pasajes acordonados por los que sólo se cabía de uno en uno, conducidos como rebaño sumiso por las galerías de un toril. El ambiente enrarecido apuntaba a una estulta mano de hierro, de esas que implantan por el miedo el contagioso espíritu del esclavo, consistente en que “si a mí me joden, yo te jodo a ti”. Hasta los guías profesionales estaban embargados de este mal espíritu, haciendo que, por ejemplo, en la subida al Generalife, una cicerone joven nos reprochara de malos modos estar parados ante la Torre de la Cautiva, para añadir a voz en grito mientras se alejaba con sus turistas: “¡Ah, vosotros sois ese grupo que tanto está incordiando!”.
¡Qué lejos del espíritu sutil y diplomático de los sultanes nazaríes! ¡Qué remotas la cortesía y adaptabilidad europeas! A años luz de la probidad que se le debe al público, porque, encima, la visita es un timo: resulta imposible aproximarse siquiera a un metro de la Fuente de los Leones, la Sala de los Abencerrajes se ha limitado a un exiguo pasaje que impide detenerse y contemplar la maravillosa bóveda, la de las Dos Hermanas está tapiada, en la de los Reyes no se pueden ver las pinturas, los baños están cerrados… Visita apócrifa, adulterada, fraudulenta, puesto que en ningún letrero se precave a los turistas de lo que no van a ver. ¡Con la típica picaresca española, se les hace creer que tienen a su disposición la Alhambra completa!
El amargo espíritu que lo embargaba todo hizo que un grupo de más de 50 viajeros ilustrados y que sabían muy bien lo que venían a ver, se llevara una pésima imagen de la Organización alhambreña y de Granada. Entre el tándem nefasto que gobierna bajo la colina, los Hurtado-Telesfora, que han logrado la ciudad más triste, sancionadora y de peor transporte público de España, y la manu militari que dispone arriba, tratando a los turistas como ovejas destinadas al matadero, Granada se ofrece al mundo como ciudad cateta, suspicaz, suicida. Es la malafollá elevada al cubo, que deviene en desdén gratuito, obstinación supina, intransigencia inútil, satanización de lo anodino. Espíritu prusiano ¡encima no destinado a la grandeza, sino a la pequeñez! Versión cañí de Europa, deformación grotesca de los usos occidentales. El espíritu de Cisneros sobre el de Boabdil, o lo que es lo mismo: militarización de la Alhambra y de los turistas; fusilamiento contra las tapias de la imagen de Granada.

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 9 de diciembre, 2014

martes, 2 de diciembre de 2014

ANTONINA

«Satisface constatar que una vida como la de Antonina Rodrigo ha sido y es bella» 

Antonina Rodrigo, nueva miembro correspondiente por Barcelona de la Academia de Buenas Letras de Granada (Imagen: montaje sobre una foto de Zapping TV

Antonina 

Siempre que pienso en la escritora granadino-barcelonesa Antonina Rodrigo, me la imagino como la heroína de Delacroix, la Libertad guiando al pueblo, salvo que ella va envuelta en una bandera republicana a modo de peplo, aunando su figura clásica a su mente inconformista. Por eso fue elegida por Mariana Pineda para que le prestara su voz, ¡y anda que no nos ha hablado y dicho cosas! A través de Antonina Rodrigo, Mariana se ha buscado a sí misma y ha buscado a muchas de las Marianas de la Historia, en una larga parábola que demuestra que, si lo subversivo es real, no puede ser acallado. La subversión de ETA era falsa, el asesinato no es subversión sino crimen, y por eso, conforme pasa el tiempo, los antiguos “héroes” son vistos por el pueblo vasco como criminales. La subversión de Mariana Pineda era verdad y, por ello, según ha transcurrido el tiempo, su hazaña se ha engrandecido y, con ella, la libertad, y asimismo, el liderazgo de la mujer.
Antonina Rodrigo es lo que hoy habría sido Mariana Pineda y es también lo que serán tantas mujeres brillantes, sagaces, leales, heterodoxas, con las que convivimos. De ahí que su ingreso ayer en la Academia de Buenas Letras de Granada como correspondiente por Barcelona fuera uno de esos hitos que dignifican una institución, la hacen más sólida y veraz.
¡Parece tan fácil! La verdad gana siempre, aunque sea por largo y tortuoso camino, dejando derrengada la mentira. ¿Por qué no elegirla entonces? Porque para quienes se pierden en los espejismos la verdad parece débil, y la mentira, poderosa, imbatible. Hay pues que ser sabio para elegir la verdad invisible o desvalida a la mentira rotunda y avasalladora. Ayer, en el salón de actos de la Facultad de Derecho, mientras la laica Antonina leía su discurso desde un púlpito trocado de clerical en republicano, ganó la verdad, ganaron la audacia y la valentía de Antonina/Mariana, ganaron la perspicacia y el arte de Margarita Xirgu, la compasión y empatía de García Lorca, las voces aguerridas de mujeres ignoradas, ganaron los académicos y el público, ganó la Literatura, y, con ella, las letras granadinas, que ahora tienen su conexión directa con la Ciudad de los Libros, una ciudad que, en su bilingüismo, ha hecho portentos por el castellano, una Barcelona puerta de Europa que no debe cerrarse nunca, pues perjudicaría a diestro y siniestro, ya que el destino de la luz es ir y venir y, cuando queda tapiada, se vuelve oscuridad.
Antonina Rodrigo se ha convertido en los goznes de esa puerta que se abre en ambos sentidos y cuyo objetivo es que circule la energía de las ideas que son verdad y que, al serlo, representan el ideal y la justicia. Eduardo Castro la respaldó con la elegancia y precisión de un Rafael, dibujando armoniosamente ante los asistentes la larga trayectoria vital de la nueva académica, su nacimiento albaicinero, su marcha a la ciudad condal en los años 70, su unión sentimental con el anarquista Eduardo Pons Prades, sus primeros libros…
Satisface constatar que una vida como la de Antonina ha sido y es bella, lo que únicamente ocurre cuando se es fiel a la verdad. Como dijo Keats: “La belleza es la verdad, la verdad es belleza”. ¿Qué decir sino que el acto de ayer fue deslumbrantemente bello?

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 2 de diciembre, 2014

martes, 25 de noviembre de 2014

AGUJEROS NEGROS

«Los concursantes tendrán que intercalar obligatoriamente en sus textos la frase “elevamos sueños”, eslogan de la empresa de ascensores» 

Javier Molina, gerente de IASA Ascensores, flanqueado por José Mª Merino (izda.) y Antonio Sánchez Trigueros (dcha.) durante la presentación en el Palacio de Carlos V (Granada) del concurso de microrrelatos "Elevamos sueños", quienes, junto a Andrés Neuman y Ana Mª Shua, compondrán el jurado (foto IDEAL/González Molero)

Agujeros negros 

El gerente de una empresa granadina de ascensores afirma que, por “respeto” al mundo literario, ha elegido a un jurado de prestigio para el premio de microrrelatos que ha convocado su firma, del que, con 3000 €, dice que es uno de los mejor dotados de España. Pero lo que se colige de las bases es, por el contrario, una humillación del mundo literario. La última de las muchas que se perpetran en esta ciudad que banaliza desde hace años la figura del escritor, haciéndolo participar en eventos donde, con la excusa del “altruismo”, no se le paga, usándolo como reclamo de organismos públicos y sociedades comerciales, llevándolo como un espantapájaros y en masa a histriónicos saraos, mezclando su voz, ya de por sí aguada, con conciertos y marcos sublimes, en una degeneración que ahoga con el ego provinciano, con lo bonito o lo normativo la fuerza de la palabra libre y solitaria.
¡Los concursantes tendrán que intercalar obligatoriamente en sus textos la frase “elevamos sueños”, eslogan de la empresa de ascensores! Ni la Coca-Cola se ha atrevido a imponer algo así en sus concursos de redacción. Los escritores, convertidos en anunciantes, y, además, de tres al cuarto, por una irrisoria retribución, que, encima, sólo conseguirá uno de ellos. ¡Qué manera de ahorrar en publicidad! Y ¡qué ladina forma de denigrar las letras!
El procedimiento es tan burdo que evoca tópicas películas americanas donde se tejen historias risibles ante cándidos eslóganes como éste. ¡Y todo porque la empresa ha construido un pequeño ascensor en el palacio de Carlos V! Si es desdeñable que se manipule el mundo literario, resulta lamentable que un organismo oficial como la Alhambra sirva de amparo. ¿Es posible que una institución pública se preste a semejante impostura? ¿Que ceda el Palacio de Carlos V para una declarada operación comercial? ¿Podrán a partir de ahora otras empresas hacer lo mismo?
¡Cómo habrían rechazado semejante señuelo los Valle-Inclán, los Sawa, los Machado, que, a pesar de su pobreza, no ponían jamás su pluma al servicio de ninguna causa que no fuera el Arte! Lorca lo habría incluido dentro de la categoría de “los putrefactos”. Que la publicidad se pague como publicidad, pero que no se encubra como literatura. Disfrazado como oportunidad para los nuevos escritores, este premio no es sino una perversa utilización de sus facultades, un engaño de los muchos que teje esta sociedad de pícaros, un hacerles creer que “elevan sus sueños” gracias a la empresa de ascensores cuando, en realidad, los están hundiendo. ¡Pobres pardillos los participantes!
Luego, hecho público grandilocuentemente el palmarés, los responsables presentarán en olor de multitud un librito de microrrelatos donde se repite, en todos y cada uno de ellos, el estribillo “elevamos sueños”, lema mercantil y herraje, en adelante, de los escritores rebaño, de los escritores dóciles, sumisos, el sello de esta desarbolada sociedad donde la rebeldía no es que esté mal vista, sino que hasta se ha borrado de las mentes. Si no fuera así, ¿cabe que literatos de reconocido prestigio se presten a la mascarada? Muy a ras de tierra deben de estar los sueños, debe de pesar tanto elevarlos que se hunden en las tinieblas. Junto a la política, el país languidece literariamente. Y en provincias, avanza hacia la materia oscura, hacia el agujero negro del que no se retorna jamás.

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 25 de noviembre, 2014

martes, 18 de noviembre de 2014

TOTOS

«Conforme nos hemos ido haciendo más prósperos, hemos empobrecido el lenguaje» 


En esta foto de los años 50 del pasado siglo, no sólo las niñas, sino hasta la muñeca, llevan totos 

Totos 

«¡Qué toto más chulo!», bromeo en una distendida reunión de amigos cuando uno de ellos prende al cabello de una chica una moña hecha con una servilleta. Se me quedan mirando perplejos. «¿“Toto”? ¿Qué significa?». Yo me quedo más perplejo aún. «¿No sabéis lo que significa “toto”?». Niegan. «¡Pero si es una palabra común!», proclamo. «Común para nada», responden a coro. Saco el móvil y voy al RAEL. Me quedo estupefacto cuando compruebo que no está recogida. «¿Ves?», me dicen.
Mientras les explico el significado, voy entendiendo. Estoy en Madrid, ¡luego probablemente se trata de un granadinismo! Pero me asombra no haber reparado jamás en él ¡yo que, en compañía de Nicolás Palma y Paco Álvarez de la Chica, elaboré un diccionario de términos locales! Nunca habría imaginado que esta palabra, que tanto pronuncié en mi niñez, cuando los totos infantiles hacían furor, y que sigo utilizando hoy, fuese un localismo. Hasta tal punto tenemos arraigado el lenguaje que los términos propios, esos que nadie entiende en otros lugares, los pensamos universales y ni siquiera nos vienen a la memoria cuando tratamos de recogerlos conscientemente.
Ahora sé que la palabra “toto” es tan nazarí que hasta tienes que rastrear Internet con lupa para encontrar un par de ejemplos con la acepción que se le da en Granada, la de lazo o moña en el pelo, no la de órgano genital femenino, que esa sí que está extendida por Hispanoamérica. La noche madrileña me ha regalado, pues, este término que, de otro modo, me habría pasado desapercibido, y, con el regalo, me inundan “las palabras del corazón”, como Nicolás, Paco y yo titulamos nuestro divertido librito.
De pronto reviven ante mí las niñas retotoyúas por las que nos pirrábamos los chaveas, con sus babis espercojaos y sus trenzas con totos, persiguiendo bulanicos y mascando cañadú o tracto… Por cierto, esta última palabra tampoco está en nuestro diccionario, se llamaba así a las barritas de regaliz y supongo que debía de venir de “extracto” (de regaliz). Misterioso que renazcan palabras que fueron desapareciendo y es que han seguido vegetando en lo más hondo de nuestra sentimentalidad y sólo despiertan al conjuro de las emociones, no de la fría memoria racional.
El reconocimiento de “toto” como palabra hogareña es una de esas emociones, que suelen venir cuando menos te lo esperas y con la guardia bajada, y por eso te poseen de arriba a abajo. El lenguaje es un flirt permanente y los escritores y periodistas somos los apasionados amantes de las palabras, las buscamos, las cortejamos, nos enamoramos de ellas, las rescatamos o las abandonamos tristes y cariacontecidas en un recodo del camino, y entonces se mustian y agonizan, y por eso ya nadie dice chícharos, sino guisantes, ni rosetas, sino palomitas, ni “te extraño”, sino “te echo de menos”, ni curianas, sino cucarachas, ni tolano, sino chichón, ni bestias, sino animales…
Conforme nos hemos hecho más prósperos, hemos empobrecido el lenguaje, nos hemos vuelto cúrsiles, menos precisos, hemos ocultado con vergüenza lo más entrañable. Pero en esta noche tan especial, enarbolo la palabra “toto” y, secundando a mi amigo, coloco entre risas totos de papel en el cabello de las chicas que nos rodean, como un tributo al alma del lenguaje, a nuestra pobre y lacerada alma a la que hemos ido sisando sus mejores palabras.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 18 de noviembre, 2014

martes, 11 de noviembre de 2014

BOTAS DE SIETE LEGUAS

«¡Qué armónica y elegante prosa la de Raúl Peña para transportarnos por las turbulencias de la Historia!» 

El director de cine y viajero escritor Raúl Peña, autor de "Espejismo solar" (Renacimiento) 

Botas de siete leguas 

Ahíto de dispositivos electrónicos, me refugio en el papel. Al recuperar el espacio físico, recupero el tiempo palpable y me envuelve así el primitivo placer de la lectura, el de aislarse de todo con un buen libro y viajar con la imaginación, que es una de las más hermosas formas de viaje, como hago con el volumen de Raúl Peña “Espejismo solar” (Renacimiento), que me conduce desde las Alpujarras hasta el mítico País de los Negros que conquistó el andaluz Yuder Pachá a finales del siglo XVI.
¡Qué armónica y elegante prosa la de Raúl Peña para transportarnos por las turbulencias de la Historia! Tal vez porque se sirve del lenguaje como unas botas de siete leguas y, por tanto, no se queda anclado en las palabras como incómodos pedruscos ni se hunde en la fangosa verborrea académica, sino que da grandes y precisas zancadas concediéndonos el tiempo justo para seguirlo absortos en sus huellas. Se nota que es director de cine. En Granada, rodó con Leonard Cohen el videoclip de su famosa canción “Take this waltz”. Tras haber hecho cientos de documentales, spots, vídeos y varios largometrajes, Peña ha adquirido un extraño don para narrar visualmente. Cada palabra suya, cada frase, implican un paso, un giro, un movimiento, una perspectiva que envuelven al lector en el vértigo de la aventura aunque esté sentado en el sillón y protegido por el confortable haz de luz de su lámpara.
En las páginas de Peña se viaja continuamente, pero no se trata de la jornada plana del turista, sino de la del viajero culto y avisado, la de quien se sirve del camino como meditación y cuyo periplo se convierte en una metáfora de la vida, de ahí que, aunque dicen que sus libros son de viajes, se trata de singladuras donde la ilustración va pareja a la amenidad. Por eso el autor, al tiempo que zancajea de un sitio a otro, recurre a la Historia, a los testimonios orales, a la prensa, a los sucesos cotidianos, elementos con los que entabla diálogo, como hace con la novela que Manuel Villar Raso dedicó a Yuder Pachá, “Las Españas perdidas”, rubricando sus acuerdos y desacuerdos, o en su recorrido por el Valle de Lecrín buscando los ecos de Abén Humeya y de la rebelión morisca, o subiendo a las tierras que lo aclamaron, Órgiva, Cádiar, Ugíjar, Válor… o recordando en el Sacromonte la historia de los apócrifos y plúmbeos evangelios que aunaban Cristianismo e Islam.
¿Quién no haría un viaje a caballo entre el pretérito y el presente, entre piratas, harenes, eunucos, travesías del desierto, espejismos, batallas, amenazas de rapto y decapitación, teniendo la seguridad de salir indemne, para lo que le basta con cerrar el volumen y recordar dónde se encuentra? Es la cualidad de los buenos libros de viaje y es la cualidad del apasionante libro de Peña, diestro conductor hacia Tombuctú, espejo de España, cátodo en versión talento y fidelidad del ánodo del desapego y la traición, ambos tan propios del carácter nacional. Entre lo positivo y lo negativo, entre el presente y el pasado, entre la Historia y la leyenda, las páginas de este libro iluminan por dentro y proyectan esperanza por fuera, mostrando que no existen destrucción ni penalidad que no lleven dentro la chispa de una nueva creación.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 11 de noviembre, 2014

martes, 4 de noviembre de 2014

LA FERIA SIN VANIDADES

«No es ésta la feria de las vanidades, sino la feria donde se revela la inania de la vanidad» 

Un estand de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Granada (2014) con el Palacio de Bibataubín al fondo
Foto: Lo Real Invisible 
 
La feria sin vanidades 

El tiempo pasa como las aceleradas hojas de calendario que, solapándose unas con otras, indicaban en las viejas películas el flujo del acaecer. Pero paseando por esta Granada otoñal, comprendo que aquellas hojas no desaparecieron tras los fundidos cinematográficos ni se encaminaron al mar del olvido.  Sólo se ocultaron para reaparecer en lugares como este, en la Fuente de las Batallas, por cuyos caños mana el pretérito en forma de viejos y entrañables libros.
Esta feria del Libro Antiguo y de Ocasión es, como todas las ferias de los libros que fueron, un lago que crece con el agua de ese río que creíamos devorado por el tiempo. Darse un garbeo por Puerta Real y asomarnos a las hileras de tomos que nos miran serenos es contemplar al que fuimos, sumirnos en un espejo que reconstruye fielmente nuestra historia personal.
En un estand contemplo los grandes volúmenes de la editorial Gallach que marcaron mi infancia, donde aprendí historia y ciencias y geografía, con sus grandes fotos de las razas humanas y sus esbeltas aborígenes desnudas, la primera y arrebatadora desnudez que me fue dado contemplar. Están los tebeos apaisados del Capitán Trueno, cuyas historietas me traen todavía hoy el día en que las leí, dónde las leí y hasta los olores y sonidos que había en el momento en que las leí. Me topo con las novelas de la Colección Popular Literaria, cuyas portadas de colores arrasaron en los años 50 y donde yo me asomé por primera vez a la gran literatura. Veo libros dedicados a la masonería, y recuerdo que el asunto se puso de moda al final de los años 60, acicateado tal vez por la obsesión franquista con lo “judeomasónico”. Me topo con obras dedicadas a la crisis, pero no a ésta, sino a la del petróleo, en los años 70, cuando los agoreros vaticinaron el fin del mundo industrial. Contemplo portadas y páginas que invocan la liberación de la mujer, que desvelan los secretos del sexo, que descubren las alegrías del erotismo, pero que tampoco son de ahora, sino de los años 20 y 30…
No, ésta no es la feria de las vanidades, sino la feria donde se revela la inania de la vanidad. Los grandes escritores cuyo nombre nadie recuerda, los temas palpitantes que hoy consideramos triviales, los sesudos estudios que yacen enterrados por su verborrea, los libros raros que ocultan un genio que nadie supo ver, los contados títulos que mantienen aún su vigencia… de la misma forma que en nuestras vidas cosas que parecían cruciales son vistas como anecdóticas, igual que han caído admiraciones, objetivos, amistades, amores, lo mismo que sucesos que antes considerábamos anodinos emergen hoy bajo una nueva luz.
Hay que ir a merodear a la Fuente de las Batallas y agenciarse uno de estos volúmenes, el que más nos diga, el que más nos emocione, el que más clame su necesidad de ser leído. En esas páginas, está el yo pasado sin el cual el yo presente es una entelequia. Frente a la todopoderosa feria de las vanidades en que vivimos, esta humilde feria es un oasis donde tasar nuestra vida y enderezar un camino que, sin recuerdo, suele ser vicioso y sesgado. Si quieres llegar a tu meta, piérdete en Puerta Real.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 4 de noviembre, 2014

martes, 28 de octubre de 2014

AJENJO

«La ebriedad, aunque también sagrada, no tiene el punto visionario de la absenta» 

Copa de ajenjo con el azucarillo arriba presto a iniciar el rito de verter agua helada
Foto: Para colores, 32 bits 

Ajenjo

Lo llamaban el “mar glauco” por su color verde irisado, océano ágata en copa larga sobre cuyo borde se ponía un colador con azucarillo por donde se vertía agua helada. Era el ajenjo, la absinthe o absenta, un  rito que se mantuvo hasta que sospecharon que el tragicómico “mal du siècle” provenía de sus alucinógenos efectos.
La bebida verde fue el filtro portentoso en torno al cual confraternizaron los intelectuales y bohemios de Europa desde mediados del XIX hasta 1920, cuando la prohibición se abrió paso. Sin el ajenjo no habrían existido ni un Baudelaire ni un Rimbaud ni un Verlaine ni en España Valle-Inclán habría perdido su brazo ni repartido genialidades y exabruptos por los cafés ni Cansinos Assens podría haber descrito aquellas fascinantes madrugadas madrileñas cuando la Puerta del Sol se multiplicaba en diez mil ágoras atenienses y las casas aledañas se convertían en templos de solícitas hetairas. Desapareció el ajenjo y los escritores y artistas lo sustituyeron por vino y licores y se hicieron más comedidos, más racionales, porque la ebriedad, aunque también sagrada, no tiene el punto visionario de la absenta.
La borrachera te hace locuaz, solidario, brillante, pero te deja sin sentir el soplo divino o el ábrego maléfico. A mí me habría gustado pertenecer a la generación del ajenjo, y casi la alcancé al vivir intensamente la Movida Madrileña, pero allí la absenta sonaba a pijada y el ajenjo a pueblerino, y lo que molaban era la nieve o el caballo, aunque yo tuve la precaución de no esquiar ni montar, y así pude transterrarme indemne a una Granada de la que recuerdo noches entusiastas, llenas de inteligencia y camaradería, de chascarrillos, de anécdotas castizas, de risas, de grandes y acertadas reflexiones, con Enrique Morón, Fernando de Villena, Juan J. León, Ángel Moyano… Los bares eran el aula y, cuando tras cada copa apurada sonaba el timbre, íbamos a otro y a otro y a otro, y la noche era la Universidad y el conocimiento y la creación. Pero faltaba la divina locura.
Al regresar a Madrid, he vuelto a esa Universidad con Pepe Esteban, Carlos Álvarez, Raúl Guerra Garrido, Raúl Peña… ahora al mediodía y en largas tardes que se empalman con las noches, horas en que se abren dóciles las bibliotecas del mundo y la vida literaria española de los últimos cien años. Pero falta también la divina locura.
Por desgracia, en la nueva generación no hay siquiera ebriedad, pues bebe agua mineral, y la literatura ha pasado a ser un asunto de mercado. ¡El aura del arte volatilizada! Sin embargo la absenta vuelve a ser legal en Estados Unidos y también en Europa, lo que, como nada es gratuito y todo simbólico, hace vislumbrar la emergencia de un nuevo arte, un arte con un ápice de arrebato otra vez, un arrebato cervantino que no es sino audacia y clarividencia, la locura que lleva a romper los límites y caer a los abismos sin los cuales todo es edulcorado, la demencia que conecta con la sinrazón del Universo, cuya parte cuerda o visible es sólo un diez por ciento… El arte de los escritores mercachifles está pues presto a eclipsarse por ramplón, por acomodaticio, por su racionalidad plana y sus piadosas intenciones. Llega de nuevo el ajenjo. ¡El riesgo y la profundidad se aprestan a resucitar!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 28 de octubre, 2014

martes, 21 de octubre de 2014

LETRAS CON ROSTRO

«Impresionante esta colección de retratos de escritores españoles desde el Romanticismo hasta 1914» 

José Zorrilla (primero por la derecha) en el Patio de los Leones de la Alhambra, con motivo de los actos de su coronación como "poeta nacional" en junio de 1889 
Foto: Colección Isabel Cagigas 

Letras con rostro

¡Están ahí, existen, son reales! La historia viviente de la literatura me embarga. Observo los numerosos daguerrotipos de Pedro Antonio de Alarcón, que parece de todo menos un escritor, con su rostro ceñudo, su mirada lunática, su expresión obstinada, terca, inamovible, un hombre de las cavernas erróneamente desplazado al mundo moderno. Contemplo a Zorrilla en pleno corazón de la Alhambra, en el Patio de los Leones, en los días de su mítica coronación en junio de 1889 como poeta oficial de las Españas. ¡Qué bajito era! Pertrechado de chistera y levita, cruza desdeñosamente la pierna derecha sobre la izquierda, se apoya  a la espalda sobre un bastón y disimula mal una mueca de hastío por los numerosos actos a los que debe someterse para llenar con algunas monedas su maltrecho peculio.
¡Sí, lo que estudiamos, lo que leímos, lo que escuchamos es real, aparece en los telediarios de la época, retratado por los cameramen de la época, aquellos pioneros que comenzaron a inmortalizar el tiempo en sus placas de cobre plateado, tal vez la más perfecta fotografía que se haya logrado jamás! Recorro la exposición “El rostro de las letras”, en la Sala Alcalá 31 de Madrid, una impresionante colección de retratos de escritores españoles desde el Romanticismo hasta 1914. Conforme me adentro en las galerías, el tiempo se transforma, comienzo a vivir lo que vivieron aquellas personas privilegiadas por el talento pero atormentadas precisamente por él, ya que nada más terrible que la clarividencia cuando se vive en un país que, según Valle-Inclán, es una caricatura de la civilización occidental. Un Valle-Inclán que se asoma también a las paredes de la muestra, menudo, un frágil armazón de huesos, de mirada hipnótica, capaz de transformar la realidad como un mago y hasta de enfrentarla como un David. Está también Bécquer, en varias poses, contradiciendo el manido retrato que reproducen los manuales, un hombre bien parecido, serio, abismado, de una hidalga dignidad, y también de una sensibilidad que sólo podía herirle en tan rudo país. Está Rosalía de Castro, volátil, encantadora, fresca como una dríada surgiendo del bosque. Y Pardo Bazán, inmensa, foquil, obcecada, tiránica, “ególatra”, como la tildó Alberto Insúa.
Pero si entre tantos y tantos retratos destaca la belleza de alguien, es la de Alejandro Sawa. ¡Qué poco exageró Valle al describirlo en “Luces de Bohemia”! Desde su juventud (en Granada hizo un curso de Derecho), efebo disfrazado de sileno, hasta su madurez, con las guedejas alborotadas cayéndole a los lados, su nariz clásica, su ancha frente, y sus eternos bigote y perilla. Hay en sus ojos ciegos una niebla, un sueño que taladran el mundo para vislumbrar el extremo escondido de la realidad.
Merece la pena hacer un viaje a Madrid nada más que para contemplar esta exposición. La fotografía no sólo congela la imagen; congela también el tiempo, las ideas, las vivencias, que luego se licúan misteriosamente ante el espectador. Pasearse por esta muestra es sumergirse en el tiempo y la creatividad de varias generaciones de españoles, y constituye, por lo demás, una de las mejores lecciones que un profesor pueda impartir a sus alumnos. Quien traspase la puerta que se abre en esta madrileña calle de Alcalá, ya nunca podrá soslayar el alma de los retratados y buscará ansiosamente sus obras para seguir en su compañía.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 21 de octubre, 2014

martes, 14 de octubre de 2014

LIBERTAD

«Yo habría preferido una infancia con medios precarios y malos padres a una infancia en un hogar de acogida» 

Niños pobres, pero libres y felices
Foto: Educación Global para una Nueva Humanidad

Libertad 

Hasta en los niños la libertad es un impulso irrefrenable. Se escapan los adultos vigilados, detenidos, encarcelados… pero también se escapan los niños, como ha ocurrido hace una semana en el centro Bermúdez de Castro de Granada: cuatro niños de entre 10 y 14 años aprovecharon un descuido para salir por piernas y llegar dos días después a Iznalloz, a la casa de la madre de uno de ellos, a quien la Junta tiene retirada la custodia.
            ¡Qué aventura! Simpatizo con estos niños porque nada hay más terrible que las constricciones de un internado, nada más horrible que unas paredes que sólo pueden ser traspuestas con vigilancia y en grupo. Y no me cabe duda de que las instalaciones son magníficas y los cuidadores están entregados a los niños y hacen todo lo posible por su bienestar. ¡Pero un internado es un internado! Esta pegajosa hiperprotección en que vivimos, que oculta demagogia, victimismo y legulitis, no entiende que, aunque una madre descuide o relaje sus obligaciones, sigue siendo una madre, y que, aunque su amor sea un pálido reflejo del amor materno, deslumbra cuando se le compara con el amor de un profesional.
            Olvidamos a menudo la resiliencia de los niños y que una infancia con escasez, penurias y hasta con padres deficientes puede dar adultos sólidos y más maduros que aquellos que han tenido infancias idílicas. Sin embargo, de muchos de estos centros de acogida salen a veces individuos frustrados, violentos, carentes de empatía, porque, a lo largo de la historia de la humanidad, siempre que el Estado ha hecho de padre ha fracasado. Cuantos intentos de colectivizar a los niños se han llevado a cabo, de inculcarles valores por la razón y no por la emoción o los afectos, han sido un desastre y han conllevado un sufrimiento que ha persistido en la vida adulta.
            Yo habría preferido una infancia con medios precarios y malos padres a una infancia en un hogar de protección de menores. Habría preferido mi libertad a las normas estrictas de un centro. Habría sentido más amor al escuchar mi nombre pronunciado un par de veces por mis padres que miles de loas y mimos de los educadores. Me habría solazado más el paisaje de una escombrera en libertad que el de la Alhambra en reclusión.
            Sintomático que no sepamos cómo transcurrieron los días de escapada de estos niños, qué hicieron, cómo se trasladaron de Granada a Calicasas, donde uno llamó por teléfono a su madre, y de aquí a Iznalloz, donde se les rompió el sueño ¡Prueba de que se teme la libertad! Bien por exceso, como esos padres que no sabiendo mantener la libertad de sus hijos la malogran en libertinaje y ellos mismos se hacen esclavos de él; o la sociedad hipócritamente pietista, que no sabiendo respetar la libertad de los padres, se apropia de sus hijos.
            Yo querría haber sido un niño y haber acompañado a estos cuatro fugitivos. ¿Qué decían? ¿Qué pensaban? ¿Por qué lo hicieron? Ya nunca lo sabremos porque, si los periodistas los entrevistaran ahora, ya estarían adoctrinados, ya habría versiones oficiales en sus bocas, ya no serían espontáneos ni naturales ni verdaderos. Pero no necesito que me cuenten nada. ¡Han escapado! ¡Tenían ansias de libertad! Y fueron pillados en la casa de la madre de uno de ellos. Más claro, agua.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 14 de octubre, 2014

martes, 7 de octubre de 2014

CALÍGULA

«Joaquín Vida torna hacia nosotros el siniestro espejo de Calígula» 

Javier Collado Goyanes interpreta a Calígula en el montaje y dirección de la genial obra de Camus por Joaquín Vida (web Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa

Calígula 

Mientras veo en el madrileño teatro Fernán Gómez la versión de Calígula que ha montado el veterano director granadino Joaquín Vida, no puedo evadirme de la España presente. Vida ha puesto en escena esta obra precisamente por ello. Y lo ha conseguido, encima sin saltarse una coma del genial texto de Camus. Tan genial que puede aplicarse a cualquier autócrata que ponga la razón por encima de las leyes. En nombre de esa razón, Franco se sublevó contra un gobierno legítimo. Fue la misma razón que llevó a tantos millones de personas a los hornos crematorios y a los Gulags. Insuflados de esa razón, Mas y Junqueras dinamitan España.
            Sigo la obra con angustia y, en el personaje de Calígula, veo por tanto a Artur Mas, y, en la corte de Calígula, a los corifeos de Artur Mas. Es legítimo que una sociedad quiera un referéndum, pero no es legítimo romper las leyes. Si se hace ahora, ¿por qué no hacerlo en el futuro siempre que haya un cambio de opinión? La desobediencia civil como ley.
Mas es Calígula invocando el poder de la razón sobre las leyes democráticas, rompiendo caprichosamente las leyes en nombre de su ideal cargado de razón,  alentando a todo un pueblo a la desobediencia y llevándolo directamente a la injusticia. Mas camina como Calígula hacia la tragedia y, conforme se aproxima, su razón se hace más jactanciosa, más mesiánica, más alejada de la realidad, por lo que los catalanes irán comprendiendo que esa repetida promesa de poseer la Luna es una quimera y que, en aras de su imposible consecución, perecerán todos. Y al igual que Calígula comienza a estorbar, Mas ha comenzado a estorbar a gran parte de su pueblo. ¡Él, que va directo a morir como el emperador romano! Escalofriante final en el que, tras haber recibido las puñaladas de sus cortesanos, Calígula exclama agonizante: “¡Todavía estoy vivo!”. Entre estertores, Mas dirá: “¡Todavía estoy vivo! ¡Luego sentencien lo que sentencien habrá referéndum”.
            Siguiendo su razón, Calígula agita, turba, juega y se sirve de los más hondos sentimientos de los ciudadanos. Lo mismo que ha hecho Mas al tornar un trozo de España modelo de convivencia y trabajo en una esquizofrénica babel. “No se puede dar marcha atrás. Hay que proseguir hasta que todo se haya consumado”, afirma sombrío Calígula. Mas podría repetir sus palabras. “Qué amargo es tener razón y tener que proseguir hasta el final”, vuelve a decir Calígula. No quedaría extraño en boca de Mas.
            Joaquín Vida ya estrenó la obra en Granada y otros puntos de España, pero no debería parar, su montaje debería verse una y otra vez, espejo que deja claro que cuando se invocan fuerzas superiores a las leyes democráticas, lo que hay a la salida es siempre una dictadura, el capricho elevado a razón, la genuflexión convertida en norma. De ahí que las palabras de Mas y Junqueras no sólo calquen a Calígula. Calcan los argumentos con que Franco justificó su deslealtad a la República.
            En las épocas de peligro y por los caminos más diversos, los creadores conjuran el futuro. Como ha hecho Joaquín Vida tornando hacia nosotros el siniestro espejo de Calígula. La independencia de Cataluña es legítima. Pero no lo es que Calígula nos estrangule con la soga de su razón.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 7 de octubre, 2014

martes, 30 de septiembre de 2014

NACIONALIZAR EL SENY

«Para comprender España no hay que ir a Castilla, sino a Cataluña» 

Presentación del libro "Nos duele Cataluña" (Galland Books) el 24 de septiembre de 2014. De izquierda a derecha: Begoña Marín, autora; Albert Boadella; Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior; Augusto Ferrer-Dalmau; y el editor de Galland Books. Foto: Lo Real Invisible

Nacionalizar el seny 

Están Albert Boadella y el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en la presentación madrileña del libro de Begoña Marín “Nos duele Cataluña” (Galland Books), un serie de entrevistas a quince sobresalientes catalanes, entre ellos el escultor Augusto Ferrer-Dalmau, también presente, Félix de Azúa, Javier Nart, Carmen Rigalt, Arcadi Espada, Aleix Vidal-Quadras, Albert Rivera…
            Una reflexión oportuna en un momento clave de nuestra Historia. Los pensamientos de quince ciudadanos universales que saben que Cataluña comienza en los Pirineos y acaba en Tarifa, porque España y Cataluña son metonímicas, y porque la segunda, como nos recuerda Fernández Díaz, fue miembro fundador de la primera. Y porque el ochenta por ciento de cuanto pasa por nuestra vida está ligado a Cataluña. La titularidad privada del agua de Granada pertenece a Aguas de Barcelona; son catalanes la mayoría de los libros que leemos; sucede lo mismo con las medicinas con que nos tratamos; o con los cosméticos y cremas de belleza; o con los espumosos; no digamos con la ropa; ¡hasta el lavabo y la bañera son catalanes!
¿Podría ser de otra manera cuando Cataluña ha sido la región más dinámica de España y ha modelado el país a su imagen y semejanza? Para comprender España no hay que ir a Castilla, sino a Barcelona. O a San Sebastián. Está todo tan inextricablemente unido, que la amputación de una parte traería nefastas consecuencias para esa parte… y para el todo.
            Albert Boadella afirma que a él “no le duele Cataluña” porque una vez que diagnosticó hace mucho tiempo la “epidemia nacionalista”, ha superado el dolor. ¡Pero cuánto sufrimiento recóndito en sus palabras! Debe de ser tan intenso que lo niega. Conoce las falacias que han dividido a un pueblo, no puede sino oponerse, pero padece por el enajenamiento de muchos catalanes, hacia los que se vislumbra un amor desmedido. El peso y el agobio de lo que acontece lastran su mordacidad y le hacen esgrimir un pesimismo subliminal. Esperábamos tal vez más de él… pero posiblemente lo ha dicho ya tantas veces que hasta le duele hablar. Da la sensación de que el genial actor y director desfallece porque cree que ha predicado en el desierto.
            El ministro del Interior, sin embargo, suple con creces su comprensible parquedad. Quizá somos víctimas de los prejuicios y nos sentimos reticentes hacia él por representar “la represión del Estado”, pero el estereotipo queda hecho añicos en unos segundos. Ameno y con una profundidad inesperada, nos bosqueja en trazos maestros la historia de Cataluña, neutraliza las interpretaciones arbitrarias, plasma los dos extremos del péndulo, los períodos de seny y de rauxa, se expresa serenamente, con conocimiento, y, junto a su español clásico, sorprende también un catalán clásico de perfecta pronunciación. Es el acontecimiento de la noche, tanto que incluso es él mismo quien nos recuerda la labor premonitoria de Albert Boadella con los espectáculos de Els Joglars, y concretamente con su “Ubú President”.
            En el aire queda el seny del ministro que, precisamente por ser el jefe del ministerio de peor prensa, descuella más, y uno piensa que si hubiera otros políticos con esta lucidez, serena y sin desdén, entonces quedaría aún una chispa de esperanza. ¡Ahora más que nunca hay que nacionalizar el seny! El libro de Begoña Marín es una valiosa contribución a ello.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 30 de septiembre, 2014