martes, 30 de marzo de 2010

LA RELIGIÓN DE LA CARNE


LA RELIGIÓN DE LA CARNE

La religión de Lorca es la carne, según la profesora de la Universidad de Granada Natalia Arsentieva. Pero no, la verdadera religión de Lorca es lo infinitesimal. “El campo de todo un lustro cabrá en la mejilla de la moneda”. Como los físicos cuánticos, Lorca sabe que toda religión se nutre de lo microscópico.


Si Lorca amaba la carne, es porque conducía al espíritu. Y el espíritu es siempre invisible: “Lo que importa es esto: hueco”. Lorca era inteligente y comprendía que no se puede hacer religión de la carne. La realidad es mental. La carne es una manifestación de lo ínfimo, como los atolones que afloran en medio del océano. La carne es sólo un ídolo. Hacer religión de la carne es la idolatría de España.

Una conciencia sana da un cuerpo sano. El cuerpo obedece a la mente. Concederle el poder a la máquina y no al conductor es una estupidez. De ahí que vivamos un tiempo estúpido.

Los fieles de la carne dicen cosas como que somos lo que comemos. Ignoran que somos lo que pensamos. Que el verdadero alimento viene de lo invisible. Ignoran que no hay nada más poderoso que un pensamiento. Que antes que hacerse un lifting y ponerse morro de pato, es preferible pensar de otra forma.

Los restaurantes no deberían darnos comida, sino ideas. No carne, sino espíritu. Y, sin embargo, los comedores están atestados, pero los templos están desiertos.

A pesar de todo, vivimos en una sociedad profundamente religiosa. Sólo que sirve al Dios de la carne. Pero ésta no es la religión de Lorca. ¡Cómo se angustió cuando la vislumbró en Nueva York! El mundo de la carne, con todos sus vicios y errores. Un mundo lleno de muros, de cuerpos incomunicados, de diosecillos de barro.

La religión de la carne es la religión del capitalismo. La religión de la derecha codiciosa y de la izquierda miope. La religión de los Estados Unidos de Eisenhower, de la Unión Soviética de Stalin, de la China de Mao, de la España de Franco y de la España de Zapatero.

Por eso buscan el cuerpo de Lorca. Encontrar los restos del poeta es encontrar al poeta. Pero Lorca ríe. “¡Yo la religión del cuerpo! ¿Pero no habéis visto que aunque mataron mi cuerpo yo sigo vivo?”.

No, aunque lo diga la gran profesora Natalia Arsentieva. La carne no es la religión de Lorca. Por eso no ha habido verdugo que pueda acallarlo. Por eso no hay Zapatero que pueda acallar la voz de la libertad. Cierto, habla mucho de libertad, pero es sólo de la libertad del cuerpo. No sabe lo que es la libertad del espíritu. Pero pasará como con Lorca. Aunque elabore cientos de leyes para glorificar la carne, el espíritu sonríe. Y espera.


Diario IDEAL, martes, 30 de marzo, 2010

martes, 23 de marzo de 2010

PUERTA REAL 23 - III - 2010


LA BERDAD NO DURA

No hay nada falso o mal hecho o errado que no caiga. Todo lo postizo acaba revelando las carencias de quien lo esgrime. Ha quebrado la construcción sin tasa, con precios desorbitados que se doblaban de un año a otro. Han caído las carreteras mal construidas en este invierno de lluvias. Está cayendo el gobierno de Zapatero, elegido para hacer una mala película de adolescentes, no para gobernar un país. Han caído los vuelos de Rynair, porque no los mantenía la demanda, sino las subvenciones. Se ha desmaterializado el Milenio, porque no era una propuesta sincera, sino un ardid electoral.


No hay ayuntamiento, o diputación, o gobierno que no estén insoportablemente endeudados, hasta el punto de que la quinta generación seguirá pagando con su pobreza el bienestar de que hemos gozado. Nuestra prosperidad era un camelo y se basaba en la explotación de lo que no han nacido aún.

No hay mentira que resista para siempre. Incluso con censura, con amenazas, con extorsiones, con leyes inicuas, con la cárcel o la muerte, la verdad se abre paso. El nazismo no pudo contener la evidencia a pesar de sus crímenes. Ni el estalinismo, que ya llevaba en su seno el cáncer que fulminaría el comunismo. Y no digamos del franquismo y sus santas mendacidades.

La verdad está ahí, en su sitio, y no necesita moverse. Es pétrea, inmutable, arraigada. La mentira viene y la oculta en su niebla. Por unos instantes, o tal vez por largo tiempo, parece verdad. Pero toda niebla se deshace antes o después. Las montañas, sin embargo, perduran. Están ahí, enormes, ciclópeas, inconmovibles, cuando la niebla desaparece.

¡Qué triste es para los mentirosos el momento en que se revela la verdad! Sus patrañas caen hechas polvo a sus pies. La mentira no es sólo que sea inconsistente, versátil y precaria. Es también un boomerang que golpea al mentiroso. Cierto, tal vez tarde tiempo en dar el golpe, pero éste llega sin remedio. No hay excepción.

Una pequeña mentira es lo mismo que una gran mentira. No hay mentiras pequeñas ni grandes, sino mentiras a secas. Las pequeñas mentiras conducen a enormes mentiras, igual que un corpúsculo microscópico condujo al universo.

Lamentablemente España tiene terror de la verdad y se cree protegida por las apariencias. A la sociedad española le empavorece trasponer la carbonilla que sin césar lanzan probos mentirosos desde el gobierno, desde la televisión, desde los parlamentos, desde las instituciones. La mentira pone en la picota a los que no creen en ella, rodea a los disidentes de un halo de victimismo e intolerancia. La mentira es fundamentalista y acusadora.

Pero no es rentable mentir. Lo rentable es decir la verdad. Mentir implica una lucha cruel e interminable en la que siempre se acaba vencido. No hay opción: la verdad prevalece sobre la berdad.

Diario IDEAL, 23 de marzo, 2010

martes, 16 de marzo de 2010

YO NO QUIERO CENAR

Christian Danielsson,
representante sueco de la Unión Europea

YO NO QUIERO CENAR, SEÑOR ALCALDE

Gracias, señor alcalde, por no darnos de cenar. Soy Arthur Meinneken, uno de los embajadores de la Unión Europea que visitarán Granada el próximo 24 de abril. ¡Si viera lo pesado que es tener que hacer una tournée de éstas cada seis meses! En todos sitios nos reciben con agasajos y te pasas todo el día comiendo. Algo verdaderamente insoportable. Llega un momento en que no sabes dónde estás: si en Estocolmo o en París o en Praga. Y es que todos los banquetes son iguales.


Querido alcalde, su gesto es de agradecer. Gracias a él, los representantes de la Unión podremos al fin pasear por la ciudad que visitamos. Posiblemente cenaremos, pero pagándolo de nuestro bolsillo. Yendo al sitio que nos plazca. Descubriendo. Lo mismo tomaremos un pincho (creo que allí se dice “tapa”) que una ración, pero será lo justo para sentirnos bien y paladear algo hallado por nosotros y no diseñado por la oficialidad.

Señor alcalde, estamos ahítos de productos típicos, de promociones, de recibimientos apoteósicos. ¡Qué bien que en su ciudad podamos descansar de tanta parafernalia! Usted es el único en toda la Unión que ha sido valiente. ¡Si viera el dispendio que se hace a nuestro paso! Le darían arcadas. ¿Sabe la impresión que sacamos? Que Europa es tercermundista. Nos tratan como a santones, como si nuestra simple presencia ungiera a las personas y lugares por donde pasamos. ¿Y sabe usted? Al día siguiente nos levantamos con dolor de estómago, con resaca, maldiciendo a la ciudad de cuyo nombre no queremos acordarnos. Su gesto, señor alcalde, sí hará que se recuerde su ciudad.

Mi muy querido alcalde, usarán esto contra usted, pero créame, y se lo digo con el corazón, quienes resultan indignos son los que dilapidan el dinero de los contribuyentes invitando a este ejército de embajadores con sus cónyuges y ayudantes. ¿Invitan también a los profesores, a los investigadores, a los científicos, a los médicos? No, seguro que no. ¿Por qué invitarnos entonces a nosotros?

Señor alcalde, usted ha roto una arraigada servidumbre. Ni mil embajadores de la Unión le conferirán a su ciudad el prestigio que usted le ha conferido con su decisión. Yo le estoy agradecido. Sin duda, los granadinos también.

En la escasez, señor alcalde, hay mucha más grandeza que en el lujo. Hay ciudades que se conocen por el oropel, pero las que dejan huella son las austeras y rebeldes.

Por favor, señor alcalde, ¡que nadie se haga cargo de esa cena! ¡Que nos liberen por una noche! Que les den el ágape a los parados, de los que España va a la cabeza de Europa. A nosotros, que nos regalen lo más preciado: la libertad de transitar por una ciudad de la que dicen que es muy, pero que muy hermosa.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes 16 de marzo, 2010

martes, 9 de marzo de 2010

PUERTA REAL 9 - III - 2010


ESTE LIBRO NO ES UN PANFLETO

“Panfleto”, denomina el parlamentario andaluz Pedro Vaquero a su libro “Andalucía en la crisis”. Pero de panfleto, nada. Es un libro versado, clarividente y demoledor. Un libro que es necesario leer.


Pedro Vaquero busca curarse en salud llamando panfleto a su obra. O quiere recalcar que no desea mover sólo a la reflexión, sino también a la acción. Y, desde luego, ¡cómo mueve! El ansia de otra España se centuplica con su lectura.

Escribe bien Pedro Vaquero. Es profundo y ameno. Sus lecturas son variadas y las hila con perfección. Su libro no parece uno de esos refritos convencionales que pergeñan los políticos, sino que exhibe personalidad y tono propios.

Hay un hombre que piensa detrás de este libro. El autor afirma que la izquierda alternativa, a la que pertenece, ha subestimado la inercia del sistema, cayendo en sus mismos fallos, “enchufando a los suyos” y “gestionando con prebendas a los servidores públicos”. Y cuando alguien critica a su formación, entonces uno comienza a creer en él. Cuanto dice Pedro Vaquero tiene el sonido de la verdad. Extraño, acostumbrados como estamos a políticos sectarios.

Pedro Vaquero nombra lo que ve, y si tiene que hablar bien de la derecha, lo hace, como cuando afirma que, aunque el PP va en sentido contrario a IU, “no quita para que coincidamos con algunas de sus propuestas”. O si tiene que censurar a la izquierda que llama “acomplejada”, lo hace, como cuando sostiene que los únicos que no están asfixiados por la crisis son “los que tienen carnet del PSOE, los familiares y amigos, los fieles”.

Pedro Vaquero es lúcido e iconoclasta con el capitalismo. En sus páginas, aparecen retratadas con nitidez su codicia, su voracidad desoladora, su destrucción de los bienes, del trabajo y de los trabajadores.

Creía que entendía algo de la crisis pero ahora me doy cuenta de lo poco que sabía y de lo mucho que me han aportado estas páginas. Uno saca la conclusión de que, sí, son necesarios una nueva economía, un nuevo orden y una nueva política, pero lo que es aún más necesario es una nueva moral. El autor lo sabe y por eso, junto a valores como la sostenibilidad o la cohesión, propugna una “vertebración moral”. Y se echa de menos aquella ética de la izquierda histórica, que no era sólo una lucha de clases, sino también un modo de ser, el hincapié en el trabajo y la honradez.

Hermoso este no panfleto, la voz de un hombre que nos enseña que no todos los políticos son simplones, chauvinistas, falaces, convencionales e incultos. Este libro es un hombre. Y también una esperanza.

Frente a la sumisión y la obediencia, Pedro Vaquero obedece a la verdad. ¡Cómo iba a ser su libro un panfleto! Es un evangelio. Alternativo, claro.

Diario IDEAL, martes, 9 de marzo, 2010

martes, 2 de marzo de 2010

PUERTA REAL 2 - III - 2010

Playa concurrida

TODOS LOS PUENTES CONDUCEN A GRANADA

¿Te has ido de puente? ¿No lo has hecho pero te lamentas por ello? ¿Por qué este deseo de abandonar Granada? Es como si creyeras que yendo a un sitio encontrarás algo. Si aquí eres infeliz, ¿crees que serás feliz en algún otro lugar? ¿Acaso el cielo de las antípodas es más hermoso que tu cielo? Tienes que crees que en alguna parte serás más dichoso. Lamentablemente el que eres va siempre contigo. ¡Sería tan fácil cerrar los ojos y encontrarte! Puede que conozcas el mundo, que conozcas otras ciudades, pero no te conoces a ti mismo.


¿Sabes que, en los sueños, las ciudades nos simbolizan? Si huyes de tu ciudad, huyes de ti mismo. Sin embargo, la belleza no está fuera, sino dentro. Te has ido a la playa a pasar estos días, pero has ignorado el mar gaseoso y azul entre las montañas de Sierra Nevada. Te has ido a lugares exóticos, pero has ignorados las centenarias mezquitas que rodean Granada.

Buscas sitios concurridos, divertidos, como si no los tuvieras aquí. Tomar una cerveza al medio día en el Campo del Príncipe es más gratificante que tomarla en la Quinta Avenida de Nueva York.

¿Qué buscas? Si se trata de personas, ¿no has visto que en los puentes Granada se llena de visitantes? ¡Ahí tienes la oportunidad! ¿Buscas confort? Te has tirado años haciendo tu casa confortable y, cuando puedes disfrutarla, te piras. ¿De qué sirven tu televisor, y los sofás, y el aire acondicionado, si sólo los disfrutas unos minutos al día?

Actúas como el que tiene un tesoro en el jardín y se va a buscarlo a los confines de la Tierra. ¿Para qué este ir y venir? Llegaste ayer, con la sensación de cuán rápido pasa el puente. Te sientes vacío, con una socavada angustia. ¡Cómo te apetecerían ahora un par de días en tu casa! Pero esto es justamente lo que te has hurtado. Cuando estás fuera, extrañas estar aquí. Cuando estás aquí, extrañas estar fuera.

El único viaje real es al interior de ti mismo. Los únicos paisajes que debes conocer son los tuyos. La única belleza que debes paladear es la que llevas dentro. ¡Es tan fácil!

Da igual que no conozcas el mundo, pero es primordial que te conozcas a ti mismo. El mundo es un reflejo de tu interior. Si te conoces, conoces a la humanidad entera. Si no te conoces, entonces serás igual de paleto aunque le des ochenta vueltas al orbe.

Míralos: las carreteras llenas, las playas llenas, los hoteles llenos. Todos huyendo de sí mismos. Buscando una dicha que ya tienen. Robándose a sí mismos lo que les pertenece desde siempre.

Convéncete: todo está aquí. Viaja por tu ciudad. Viaja por ti mismo. Nada está fuera. Todos los puentes conducen a Granada.

Diario IDEAL, martes, 2 de marzo, 2010