martes, 25 de marzo de 2014

EL MAL DE LA PIEDRA

«Numerosos pedruscos le confieren a la vida granadina un tinte gris, oxidado y vetusto» 

Una operaria de la empresa KBYO Biologic trata el mal de la piedra. Foto: Web de la empresa 

El mal de la piedra 

Es hermoso regenerar la piedra sin que mermen su textura y color, y más aún cuando detrás de ello hay una empresa granadina, KBYO Biologic, que ha patentado una fórmula para dejar los monumentos como nuevos, como recién estrenados, como si nos sirviera un viaje en el tiempo para ver las cosas con los flamantes ojos de sus coetáneos. Suena a varita mágica: una achacosa iglesia, carcomida, llena de musgo y parásitos… ¡trocada en una fúlgida construcción cuyos sillares hubieran acabado de salir de Sierra Elvira!
Nada que ver con esos edificios recién restaurados con las piedras más pálidas que los polvos de talco, como si las hubieran lavado con estropajo y sosa cáustica, verdaderos fantasmas de las ciudades históricas, algo así como los políticos reconvertidos, que no conservan ni su color ni olor originales, sino que chirrían como pastiches. Ninguna relación tampoco con esos contados y mendaces hombres públicos que han pedido perdón por sus barrabasadas y que habrían callado si no hubieran sido descubiertos. No, el invento de la empresa granadina no cambia sólo las apariencias, sino que regenera hasta el tuétano, quita los vicios y devuelve las virtudes, de modo que la piedra se desprende del perverso resabio de los lustros.
Así que, junto a la Alhambra, a San Jerónimo, al Hospital Real, el producto debería ser aplicado a las correosas piedras que militan en la política granadina, ajadas, llenas de herrumbre, a muchas de las cuales el color y la luminosidad sólo les duraron unas horas, y, entre ellas, al gran pedrusco que proyecta su sombra oronda desde el Ayuntamiento, un menhir bajito que viene de la época troglodita y que se quedó varado en unas de las pesadas canteras franquistas. ¡Qué milagro si recobrara el candor y la ilusión y hasta se convirtiera en piedra benéfica de sus conciudadanos! Pero hasta el día de hoy ha sido un ara más bien gafe, simétrica a otra que tiene ante sí en forma de silícea rueda romana, y que de tan deteriorada no furula ni unos centímetros, vamos, que más que rueda parece la cuadratura del círculo, y hasta cuando rechina en los ejes de algún carro emite balbucientes palabras escolares. Por no decir de otro pedrusquito compañero, éste de la sierra de Cuenca, al que el mal uso reiterado ha convertido en canica.
No sólo éstos, sino muchos otros pedruscos han perdido su tersa superficie y le confieren a la vida granadina un tinte gris, oxidado y vetusto. Allá a donde se encuentre una institución, una organización, una plataforma, uno de estos loscos obtura la circulación, produciendo ese inmovilismo exasperante, esa falta de oxígeno aterradora de la vida provinciana, pues lo que busca la existencia es  manifestarse, fluir, y no poder hacerlo produce esa larvada e infinita tristeza que planea sobre las ciudades de provincias, y, por el contrario, en las grandes urbes y naciones, cuando todo discurre, cuando no hay obstáculos, embargan la dicha y confianza.
Lo que ha logrado la empresa del Padul pertenece a esto último, es un invento propio de un país moderno, pero claro, para ello ha debido comenzar sorteando los obstinados pedruscos que se interponían a su paso. ¡Que haya salido indemne de semejante “mal de la piedra” demuestra hasta qué punto su patente es portentosa!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 25 de marzo, 2014

martes, 18 de marzo de 2014

IDOLATRIA

«Una mente correcta tiene una salud correcta» 

Ochún, una de las diosas de la Santería. Foto: JOSANCABALLERO'S BLOG 

Idolatría 

La Medicina moderna es a veces tan supersticiosa como la santería. Como ésta, tiene sus ídolos, a los que reverencia con temor. Las divinidades de la santería esgrimen los nombres y figuras más atrabiliarios, como los de la Medicina, que se llaman Corazón, Hígado, Próstata, Mamas, Alzheimer… Al igual que los antiguos diosecillos, éstos tienen también instituido un día en el que se les rinde culto especialmente, cuando sus sacerdotes acoquinan a la población conminándola a prosternarse y seguir sus preceptos so pena de espantosa muerte. Así ocurre un amanecer sí y otro también, como el pasado jueves, en que se celebró el ínclito Día Mundial del Riñón, en plena Puerta Real de Granada y con asistencia ceremonial de un babalao de la Junta, y, claro, los oficiantes proclamaron ante medios y público que había que adorar al exvoto, cuidarse de no caer en su ira y respetar escrupulosamente sus mandamientos.
Temor y temblor, como en las tribus primitivas, como en las ordalías medievales, como en las comuniones místicas paleolíticas. ¡No, no somos diferentes de las etnias de campanario en que creció el hombre! Se dice que antes de Mahoma se adoraban 360 ídolos en La Meca, uno por cada día del año. Hoy, en el mundo occidental, se adoran 365 ídolos, uno por cada día del año. ¿Dónde radica el oscurantismo? El único Dios existente es sustituido por multitud de diosecillos, y la misericordia del único Dios es trocada por tótems airados que infunden pavor.
¿Pero cuál es ese “único Dios”? Resulta claro: es la psique, el cerebro, la mente. ¡En ellos está todo! Y está la salud. Porque el cuerpo no es un mero mecanismo compuesto de engranajes y ruedas dentadas como un reloj suizo, sino más bien una nave con un capitán a bordo, y este capitán es el que decide consciente o inconscientemente el rumbo, quien elige los puertos y el destino. La salud es algo integral, no el producto de que pongamos cirios y recemos jaculatorias a las efigies que enarbolan los brujos del estetoscopio. Una mente correcta tiene una salud correcta. Una mente correcta es serena y se alimenta bien. Una mente correcta no comete continuos excesos. Una mente correcta no padece estrés, puerta de todas las enfermedades.
En lugar de impotentes estatuillas, habría que erigir el Día de la Salud Integral, y ésta debería ser una fiesta semanal para no olvidar que somos uno y no una multitud fragmentada de pequeñas bestias a las que hay reverencialmente que apaciguar. Como la energía física, la psíquica no desaparece, sólo se transforma, y la idolatría se ha uncido hoy subrepticiamente a los caminos de la medicina científica. Al no poder ser nombrada o reconocida, no se la puede aislar y actúa sobre el pueblo con la misma efectividad de los viejos démones, a menudo amparada en el ardid del progreso.
¡No caigas pues en tan subliminales miasmas! Vive plenamente, con confianza, sin miedo. Tómate los dictámenes del clero blanco como los augurios de la sibila de Delfos, es decir, como algo sibilino que no va contigo, sino con quien lo proclama. Y lleva una vida equilibrada y, para ello, cultiva tu interior. Es ahí donde radica tu salud. Si eres fuerte en lo inmaterial, los pagados ídolos te obedecerán sumisamente. ¡Mandas tú, no ellos!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 18 de marzo, 2014

martes, 11 de marzo de 2014

EXISTIR

«¡Yo lo que quiero es estar dormido y asirme a los espejismos!» 

"Tal vez estar despierto implica no existir, lo cual estaría muy bien si yo quisiera ser Buda, pero ni aún eso soy ni desearía ser", afirma el autor del artículo. Foto: Prana Yoga 
Existir 

Ingenuo de mí, he creído hasta ahora en mi existencia, sin apercibirme de que todo eran fabulaciones, de que mi imaginación fabricaba la convivencia con la gente, los amigos, la familia, las conversaciones, las fiestas, los paseos por Granada, los viajes, sin percatarme de que realmente no estoy en este mundo, sino que soy un ser invisible que lo atraviesa, un fantasma, un espectro entre los vivos. Por ejemplo, estoy completamente sano, no tengo ninguna enfermedad ni común ni rara, no padezco achaques, no tomo medicamentos, ¿cómo puedo entonces distinguirme? En la barra del bar, en la cola del autobús, en el café de media mañana, todos hablan de sus enfermedades, todos nombran alguna dolencia que les da abolengo, todos son mimados por médicos, enfermeros y boticarios, en la televisión hablan pródigamente de su mal, el prójimo condesciende con él ¡cómo no! pero yo no tengo ningún privilegio, soy un alma inmaterial, porque, si no, no se explica que algo no me roa, que mis facultades no hayan mermado, que no tenga un poco de miedo por la salud, ¡por los cielos sólo me queda permanecer mudo mientras los demás se explayan satisfechos y a sus anchas!
Como tampoco creo que soy lo que hago, ni siquiera puedo definirme por la profesión. En todo caso, es mi profesión la que se define por mí, siendo un mero accidente en mi vida. ¡Lo que hago no puede contenerme, yo soy mucho más! Pero ¡nueva desgracia! entonces también tengo que permanecer mudo mientras los demás dicen orgullosamente “yo soy médico” o “albañil” o “arquitecto” o “periodista”… ¡Cuánto me gustaría ser algo! Pero yo soy yo, nada más, ¡y cómo voy a anotar esto en el formulario de turno! Yo soy yo, es decir, no soy nada y por tanto no estoy en el mundo, no existo o sólo existo en los Campos Elíseos de la ensoñación.
Tampoco soy mujer y no tengo un Día Internacional, lo que tal vez podría ser un indicio de que existo, al menos colectivamente, pero no, nada, ni siquiera eso, ya lo digo, un ectoplasma es lo que debo de ser, un cúmulo de átomos virtuales que pueden conformar cualquier apariencia… ¡Si al menos me sintiera niño o viejo o jubilado o loco o ciudadano ejemplar o convicto! Pero no estoy en el sistema ni fuera del sistema, no soy un santo ni un sanguinario, porque si una cosa u otra, saldría al menos en los telediarios, y no, no salgo, ¡cómo voy a salir si no existo!
Si existiera, ¿iba a escribir una columna como ésta? Sentiría al menos un poco de honrilla, una pizca de pundonor, ¡porque no ser nada es el mayor escarnio para el mundo! De ahí que con toda probabilidad no me halle entre los vivos y todo sea un mero sueño de la mente. Acaso no sólo no existo yo, sino nada, y el mundo es una evanescente retahíla de pompas de jabón... Aunque en ese caso, si me percato de ello, ¿no será porque estoy despierto? Tal vez estar despierto implica no existir, lo cual estaría muy bien si yo quisiera ser Buda, pero ni aún eso soy ni desearía ser, o sea, ¡que yo lo que quiero es estar dormido y asirme a los espejismos y existir, existir, existir!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 11 de marzo, 2014

martes, 4 de marzo de 2014

PICASSO

«Picasso se pasó la vida huyendo de sí mismo para no dejar de ser él mismo» 

Picasso en su taller. Foto: Diario Fuerza
Picasso 

a Joan Bruna 

El mundo limita a los cuatro puntos cardinales con Picasso. No es sólo el pintor, más aún el hombre, pues el arte, aunque brille por sí mismo, es un reflejo de la psique, y no dejan de asombrar las infinitas facetas a través de las que Picasso proyectó la suya. ¿Era así de complejo o su pluralidad proviene del asombro de un corazón simple?
Busco a Picasso y busco su secreto y busco a la par el secreto de la creatividad, por lo que me paseo con frecuencia por los museos Picasso de Barcelona y Málaga, y visito cuantas exposiciones de Picasso tengo a mi alcance, y siempre acabo maravillado, poseído por un torbellino de ideas, cábalas e inspiración. ¡Y eso que comencé a interesarme por él para demostrar su banalidad, su mímesis cleptómana, su impersonalidad como mero reflejo de un siglo atormentado! Y aunque todo eso es verdad, se trata de lo más superficial de la verdad, y, más allá, hay profundos laberintos, asombrosas metamorfosis, inextricables raíces.
De modo que, para escarbar si el gran arte emerge de la complejidad o de la simpleza, si la plenitud vital la produce la creación intensa o al revés, me he ido a la singular exposición de grabados que exhibe el centro cultural Caja Granada, “Picasso. Memoria grabada”, y luego he explorado los talleres de Picasso que nos descubre con  pericia la fundación Mapfre en su sede del Paseo de Recoletos en Madrid, “Picasso en el taller”. Ambas son complementarias y, aunque desde diferentes perspectivas, una carta completa de la singladura picassiana.
¡Qué clásico, qué poético, qué ancestralmente mítico podía ser el malagueño! Y a la par, qué terrible, qué retorcido, qué iracundo. Era como si se hubiera apercibido de que el mundo desdeña a los débiles, a los de corazón blando, a los sensibles, y tuviera necesidad de transformar lo que era realmente, de violentarlo, de disfrazarlo para que así se le permitiera navegar a través de las peligrosas aguas de la vida. Tal vez lo que le enseñó el Cubismo fue que tanto para crear como para ser respetado hay que destruir. O tal vez lo sabía y por eso derivó inconscientemente hacia el Cubismo.
Así que Picasso se pasó la vida huyendo de sí mismo para no dejar de ser él mismo, yendo, en un eterno retorno, de sus disfraces a su alma y de su alma a sus disfraces, salvo que siempre se dejaba trozos de piel en el empeño, y al final estaba llagado como el Cristo. Y como el Cristo, era un mero hombre. ¡Fascinantes los caminos que toma el ser humano cuando en su interior habita un niño herido!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 4 de marzo, 2014