martes, 26 de enero de 2010

CUENTOS DEL ALBAICÍN

Portada del libro de Nicolás Palma

CUENTOS DEL ALBAICÍN

Voces y protestas como eco de fondo en la presentación del libro de Nicolás Palma “Cuentos del Albaicín”. Los desalojados de la Casa del Aire se habían congregado la tarde del viernes en el Centro Cívico del barrio, de forma que durante quince minutos coexistieron las palabras del presentador, el vicepresidente del parlamento andaluz Francisco Álvarez de la Chica, con las protestas de los ocupantes, que querían pasar la noche allí.

El viernes, pues, política y literatura se aunaron. Era como si estuviéramos viviendo en el interior del libro de Palma. Este hombre, nacido y criado en el Albaicín lo mismo que Paco Álvarez-, ha absorbido el barrio hasta el punto de convertirlo en su propia piel. Y lo mismo que describe en su libro, estaba ocurriendo ante nuestros ojos.

Yo amo pasear por el Albaicín, maravillándome a cada instante, pero siento una pasión desbordada cuando lo hago a través de la memoria de Nicolás Palma. Lo que cuenta proviene de un mundo mítico, lleno de inventiva, de profunda y pública humanidad.

Entrañable y singular la memoria de Nicolás Palma. Quien no haya visto el Albaicín a través de sus ojos, no ha visto el Albaicín. “Cada una de estas capillas”, me cuenta en el interior de la iglesia de San Miguel Bajo, “daba cobijo a una familia. Sólo unas ralas cortinas separaban a unas de otras”. ¡Posguerra albaicinera! “En verano”, me vuelve a relatar Nicolás, “los niños bajábamos a bañarnos al Darro y subíamos y volvíamos a bajar... contentos felices, sin notar las cuestas ni la distancia”.

A pesar de su pobreza, los seres de aquel cosmos eran ricos. Nicolás no ha podido olvidar a uno solo de ellos. Todos pululan por unas historias que serán al Albaicín lo que “Los cuentos de la Alhambra” son al monumento nazarita. Por eso, en “Los cuentos del Albaicín” hay más Albaicín que en el propio Albaicín.

La verdadera geografía está en la imaginación. Son nuestros sueños los que conforman la realidad. Y hay sueños tan hermosos que ya por siempre se proyectan sobre el lugar donde fueron soñados. Los sueños de Nicolás Palma evocan un Albaicín que emociona y hace latir el corazón.

Bella la presentación de su libro, con Paco Álvarez de la Chica y Felipe Montero, su ilustrador. La realidad que Palma había soñado, materializada ante nosotros. Era el Albaicín inmortal, el Albaicín que no quiere desaparecer. Nicolás nos hablaba de un tiempo antiguo en el que pasaban cosas antiguas. Y era ese tiempo, con la antigua Casa del Aire como símbolo, el que llegaba ante nosotros y se unía a su libro.

Nicolás Palma, aunado a los vecinos del Albaicín. El barrio vive. Y ahora que los abuelos y bisabuelos de los albaicineros andan en unos magistrales cuentos, ¡todavía más!

Diario IDEAL, 25 de enero, 2010

jueves, 21 de enero de 2010

LECCIONES DEL MAESTRO II



LA LITERATURA NO EXISTE
(el maestro a sus alumnos)

Mis queridos alumnos, vosotros que venís a escucharme, que ansiáis despertar de un mundo sonámbulo, ¡qué maravilla que vuestros ojos hayan comenzado a recelar de los espejismos! No os hagáis nunca esclavos de ellos. Por el contrario, enfrentad sin miedo la realidad.


La literatura no existe. Quienes hablan de literatura, enfangan de brumas la verdad. No, la literatura no existe. La literatura es el pretexto para aquellos que jamás han descendido a la oscuridad en que todo se engendra. La literatura es el refugio de la pequeñez, el disfraz de los ensoberbecidos, el campo de batalla de los ciegos. Hablan de literatura y, en su nombre, cometen innumerables atrocidades. Se sirven de la literatura como otros se sirven de fatuos ropajes o de lujosos automóviles.

La literatura es la escoria del ego. La literatura no existe. Es sólo una irreal abstracción, una etiqueta para quienes juntan palabras, un baño de oro para los pensamientos inanes. Ellos mismos, quienes se proclaman voceros de la literatura, hablan de literatura buena y de literatura mala. Pero no os engañéis: toda literatura es mala. No hay literatura buena.

¿Qué es lo contrario de la literatura? La verdad. Cuando escribáis, no penséis en la literatura; pensad en la verdad. Que no os importen las palabras ni la expresión ni el ritmo ni el género. Sólo la verdad. Huid del lenguaje y de los artificios y de las modas y de los grupos, y concentrad vuestra energía en hacer el camino, romper los límites y adentraros allí a donde radica la esencia. Escribid para vosotros y, al hacerlo, escribiréis para la humanidad entera.

¿Que más os da que os lean o no? ¿Que os publiquen o no? Esa preocupación es sólo para quienes hacen literatura, pero jamás para quienes aman la verdad. A una parte, está la literatura; a otra, la verdad. Y la verdad puede venir en palabras, pero también puede venir en el silencio. La verdad puede estar escrita, pero también puede estar en una mirada. La verdad puede brotar de un sabio, pero también de un niño. Vosotros buscad la verdad, aunque seáis su primera víctima. Buscad la verdad y expresadla como deseéis: con una sonrisa, con un abrazo, con un baile, con una palabra.

Vosotros no sois escritores. Quienes hacen literatura son escritores. ¡Escritor! ¡Qué sinsentido! Escribir es un reflejo y, por tanto, jamás puede ser un oficio. ¿Acaso se puede trabajar de espejo? Los espejos sólo reflejan la luz. Escribir es sólo reflejar. ¿No os parece estúpida una profesión que sólo se dedica a reflejar? Unos utilizan espejos convexos y otros cóncavos, y ambos distorsionan. Lo vuestro no es reflejar, mis queridos alumnos. Lo vuestro es sentir directamente la verdad. Es experimentar la verdad en vosotros. Vuestra fuente no es la literatura, sino el mundo, el universo. Debéis beber en las fuentes, nunca en los reflejos de unos libros proyectados sobre otros libros provenientes de otros libros.

¡Abandonad las sombras chinescas, mis amados alumnos! Ese contenedor de detritus al que llaman literatura. La literatura no existe. La literatura es la red para acallar la verdad. La literatura es un castillo de fuegos artificiales.

No leáis. Escuchad a los hombres. No declaméis ni versifiquéis, sino amad a los hombres. Vivid, gozad y padeced con los hombres. Buscad a los hombres más bajos, que son siempre los hombres más veraces. No viváis en palacios, sino en chozas, más cercanas a la verdad. Vivid, comed, mascad, absorbed la verdad. Y si alguna vez sentís la necesidad de decir algo, que sea alimento para vosotros.

Sabéis muy bien que se aprende enseñando. Enseñad sólo para aprender. No escribáis jamás una línea que no sea vital para vosotros. Y por cuanto la verdad es siempre la verdad, no os preocupéis si lo que escribís se destruye. Pues lo importante no es la verdad nombrada, sino la verdad vivida. Que la verdad se haga carne de vuestra carne, mente de vuestra mente.

Mis amados alumnos, pasad de largo ante aquellos que mendigan la lectura de sus páginas. Están sedientos de reconocimiento. Buscan en los demás lo que no han encontrado en sí mismos. Se quejan y se lamentan de que nadie los lee, ¿pero quién habría de leerlos si las verdades que nombran son sólo palabras? Hablan de independencia y se mueren por el elogio. Se creen libres, pero están uncidos a la opinión ajena. Juntan palabras, pero sólo ven espejismos. Romperlos les aterroriza. Por eso hablan de literatura, no de verdad. Y desdeñan a quienes buscan la verdad. Se vanaglorian de sus lecturas mientras están cerrados al descubrimiento.

La literatura no existe. No busquéis refugio en ella. Vuestra misión es ver la verdad más allá de los engaños, de las apariencias, de los disfraces. Más allá de las palabras. Leed sólo aquello que lleve el sonido de la verdad. Todo lo demás, buscadlo en el mundo, en vuestros hermanos. ¡No busquéis nunca en lo libros! Si no buscáis, encontraréis.

La literatura no existe. No os reunáis con literatos. No busquéis el reflejo del reflejo del reflejo. No plasméis vuestros hallazgos a no ser que necesitéis iluminaros con ellos. No los publiquéis, a no ser que pudierais hacerlos pedazos con indiferencia. Tirad vuestros escritos al desierto, pues no escribís para ser leídos, sino para que la sabiduría se exprese a sí misma. Vosotros no escribís para los lectores, sino para un solo lector, un lector que llegará no se sabe cuándo ni cómo; o tal vez sólo escribís para vosotros mismos.

Alumnos queridos, en esta lección, os lo repito: la literatura no existe. No caigáis en sus trampas. Buscad la verdad. Y la verdad os buscará a vosotros.

miércoles, 20 de enero de 2010

PUERTA REAL 19 - I - 2010


Antonio Ávila, consejero de la Presidencia
de la Junta de Adnalucía

GRANADA ES ÁVILA

Éste no será el Milenio de Granada, sino el de Ávila. No será el Milenio del oriente español, sino un milenio castellano más. No serán las murallas de Granada las que se abran al mundo, sino las murallas de Ávila, tan lejanas, las que cierren para siempre la ciudad de la Alhambra.

Nunca habrá Milenio. El Milenio aterroriza. Por eso no ha calado en Madrid. Ni mucho menos ha calado en la Junta, pues este nuevo presidente, alejado del corazón del Reino, no es una buena decisión; porque puede que sea un cargo importante, pero desde luego tendrá que consultar los libros de historia.

Nunca habrá Milenio. Y no lo habrá porque la efeméride no es una efeméride occidental, sino la de una cultura que muchos ven como ajena y otros hasta como peligrosa. Tienen miedo de que el Milenio sea una exaltación de la Granada islámica y que, con ella, surjan brotes secesionistas. Temen que el Islam reivindique con mayor fuerza y razón aún este trozo de Europa.

Nunca habrá una celebración tal y como debe ser, sino una apariencia de celebración, algo discreto, anodino, neutro, de modo que la conmemoración pase de puntillas, para dar el pego y la apariencia de que se han cumplido las promesas de Manuel Chaves.

Por eso han elegido a Ávila para representar a Granada. Después de todo, ¿no están ambas ciudades rodeadas de murallas? El nuevo nombramiento no es un impulso al Milenio, sino su defunción. No es sólo que el nombrado no tenga lazos significativos con Granada; es que, por otra parte, el toque institucional, especie de rey Midas, gangrena cuanto toca. Será un Milenio inmensamente oficial y, por tanto, un Milenio entre algodones, con el silencio de los buenos hoteles, el buen yantar, las palabras políticamente correctas y las verdades susurradas a medias.

No, David Aguilar no estuvo acertado cuando pidió que lo sustituyera un cargo institucional. Este David nuestro cree que Goliat es más fuerte que él. Pero no, el destino de los Goliat es caer fulminados de una pedrada. Los que de verdad levantan montañas son los David. David siempre vence a Goliat. El Milenio sigue necesitando un David, tan dulce como fiero, tan cándido como audaz, alguien que sepa enfrentarse a la indolencia de los gigantes. Pero un gigante se dormirá en los laureles. Y no habrá Milenio.

A tres años escasos de la conmemoración y, en vez de estar más cerca, estamos más lejos. En vez de fraternizar con el sur africano, fraternizamos con el norte castellano. Jamás habrá celebración del Milenio. Resulta imposible. No hay tiempo ni voluntad ni valor. Será un paripé, sólo eso. Ávila en lugar de Granada. La ciudad nuevamente capitulada. Como siempre. Capitulada a la Junta de Andalucía que, como sabemos, es Andalucía occidental. El resto es Ávila.

Diario IDEAL, 19-I-10

sábado, 16 de enero de 2010

PUERTA REAL 12 - I - 2010



El FIN DEL MUNDO HA LLEGADO

El mar habrá anegado Granada en 2040. Habrá largas sequías y copiosas nevadas y seremos masivamente invadidos por africanos sedientos. El fin del mundo, ni más ni menos.

Desde que el hombre está sobre la Tierra, el mundo se ha acabado cientos de veces. Parece que nos gusta esto de que se acabe el mundo. ¡Hay que ver lo que nos cuesta digerir que nosotros acabaremos para el mundo y no el mundo para nosotros!

El mundo se acabó en el año 1000. Y en el 2000. Y volverá a acabarse en 2012. Para Evangelistas y Testigos de Jehová, estamos ya en el fin de los tiempos. No hay culto sin Apocalipsis. Raelianos, Gnosis, Mormones, Iglesia de la Luz del Mundo... todos están esperando una inminente debacle.

También hay una versión laica del fin del mundo: el calentamiento global. Porque los laicos son religiosos. Su Dios es la ciencia. Un Dios que se ha equivocado tantas veces como el Dios de los profetas.

Los clérigos de sotana blanca nos angustian con las atrocidades que están a punto de ocurrir. ¡Desgraciados los granadinos que tengan apartamentos en primera línea de playa! La inundación será el castigo a su hedonismo. ¡Pobres andaluces invadidos por hordas africanas! Hasta tendremos que unirnos a ellas, a la conquista del Norte, porque Granada será un desierto.

Gracias al catastrofismo, la gente vive amilanada y, de esta forma, es fácilmente manipulable. No hay nada como la culpabilidad para acallar a los mortales. Parece que actualmente no nos basta con el ubicuo ojo de Hacienda ni con las leyes de género del Gobierno de España para crearnos culpabilidad.

Como los sacerdotes de bata negra ya no acobardan tanto, los de bata blanca han tomado el relevo: “¡El mundo se calienta y los más inimaginables desastres se abatirán sobre nosotros! ¡Convertíos!”. Desde luego, ¡cómo pecamos al arrancar el automóvil, encender la estufa o poner el frigorífico!

Nuestra maldad traerá el fin de los tiempos. Los nuevos sacerdotes no nos conceden respiro: si llueve, es que después vendrán largos años de sequía; si hace el frío natural en invierno, es que, en el futuro, habrá calinas insoportables; si tenemos una dulce primavera, es que nuestro clima se ha hecho desnaturalizadamente tropical. Para los iluminados, todo presagia lo que temen, que es lo que secretamente anhelan.

No hay profeta que no sea una máquina de culpar. Y así se asen a cualquier instrumento que les sirva para ello, ya sea el Apocalipsis o el calentamiento del planeta. Para ellos, nuestros nietos vivirán en el horror. De esta forma quieren que ya vivamos en él. Y así, mientras permanecemos petrificados de miedo, los poderosos hacen y deshacen a su antojo, amasando fortunas con las que vivirán opíparamente en 2040. Para entonces, el fin del mundo quedará un poco más lejos.
Diario IDEAL, 12-I-10

viernes, 15 de enero de 2010

LECCIONES DEL MAESTRO I


LOS ESPEJISMOS
(el maestro a sus alumnos)

Mis amados estudiantes, me preguntáis qué son los espejismos y cómo distinguirlos. Veréis: lo que la sociedad llama “aprendizaje” es, en realidad, un desaprendizaje.

Los niños ven más allá de las apariencias; los niños ven lo invisible; ven el mundo real. Pero los padres y la sociedad se proponen invertir su conocimiento. Logran que dejen de ver lo invisible y consideren que el mundo es real. Así, conforme crecen, comienzan a rendir culto a lo irreal.

Todo cuanto tejen los hombres es fantasmagórico. No existe. ¿Os habéis visto reflejados en el agua? La imagen cambia, se agita, se deforma según el movimiento de la superficie. La imagen reflejada no es vuestra imagen. Estáis firmes, permanentes, mirándoos en las aguas, pero vuestra imagen se metamorfosea a cada segundo.

Todo lo que cambia es falso. ¿Habéis visto cómo cambia la sociedad de los hombres? ¿Cómo cambian sus leyes, sus costumbres, sus escritos, sus artilugios? Cambian porque lo que es falso no puede permanecer por mucho tiempo idéntico a sí mismo. Lo que es falso se encuentra en continua metamorfosis. Se trueca, se hace, se deshace, se tuerce, cae, se levanta, y así de manera eterna e infinita.

Lo que los hombres llaman “edades” es la prueba de que cuanto tejen son ilusiones. Hasta sus más firmes creencias, aquéllas por las que son capaces de dar la vida, se truecan de unos siglos a otros.

No hay nada real que pueda construir el hombre. Ni siquiera la ciencia, que se transforma igual de un tiempo a otro. Hoy te pueden llevar a la hoguera por no creer una cosa y mañana ensalzarte por haberla creído. Todo es inconsistente, versátil, traicionero en el mundo de los hombres. Luego la realidad tiene que estar en otra parte.

Esa es vuestra misión, queridos alumnos: encontrar la realidad. Ahora ya lo tenéis claro. Todo cuanto de visible os rodea es espejismo. Lo que creen los hombres, lo que hacen, lo que dicen, lo que construyen, todo es humo, niebla, inconsistencia, mentira.

Si queréis eludir los espejismos, no podéis obedecer a los hombres. Tampoco debéis oponeros a ellos, porque conferimos realidad a aquello con lo que luchamos. No tenéis que luchar con nada. Simplemente pensar que no es real. Cuando los hombres traten de imponeros sus dogmas, no los rechacéis. Simplemente no creáis en ellos. Ved más allá de ellos. Pues ahora debéis desaprender y considerar que la verdadera realidad no es la que os enseñaron, sino aquélla con la nacisteis.

La verdadera realidad está en lo invisible. La verdadera realidad mana de los sueños, que nos enseñan que no estamos separados, que no somos uno, sino multitud, que somos niños, jóvenes y adultos a la par; que el tiempo no existe, sino que todo es un simultáneo presente; que nuestros cuerpos son irrelevantes y que, más allá de ellos, hay un espectador que lo contempla todo desapasionadamente.

Los sueños son la voz de la realidad. Nos parecen incoherentes porque nos han enseñado a despreciarlos, y porque nos han dicho que lo real tiene sólo que ver con la lógica y el tiempo. Amados alumnos, el mundo que desean que consideréis real ha sido construido por la soberbia del hombre. El hombre que, al ver la creación, ha querido emular el vasto poder de la energía; el vasto poder de Dios. Lo que Dios construye es real. Lo que el hombre construye es fantasía. Así que, si queréis evadiros de los espejismos, no deberéis acatar las leyes del hombre.

Vosotros servís a una causa mayor, el gigantesco poder del cosmos, el campo cuántico en el que brota y desaparece la materia, las cataratas de amor que cosen galaxias y aparean estrellas.

Toda ambición, todo deseo, toda posesión son espejismos. Pues ni la gloria ni la soberbia ni las posesiones se pueden llevar de una existencia a otra; pero el amor, sí. El amor es el oro de la realidad. El amor es la única moneda que sirve al alma. Quien crece en amor no mengua nunca.

Vosotros, amados discípulos, tenéis que crecer en amor. Y, al hacerlo, cualquier espejismo quedará hecho añicos. Cuando no sintáis amor, sino miedo, o cualquiera de las formas del miedo, entonces estáis ante un espejismo. No es real. Pero si sentís amor, es real.

Vosotros sois los exploradores de lo invisible. Vuestro objetivo no son las selvas ni las galaxias, sino los mundos sutiles, ignotos, que están en cada uno de nosotros, que radican en todo y más allá de todo. Ése es vuestro reino, queridos alumnos. Ésa es la realidad.

Cuando el mundo que os circunda comience a palidecer y, en su lugar, escuchéis el alma milenaria y atormentada de los hombres, los himnos del bosque y el ancestral canto de las rocas, entonces es que estáis penetrando en lo real. Cuando una profunda compasión os una hasta al más miserable de vuestros enemigos, cuando os veáis invulnerables al mal, cuando una dicha inefable os posea, es que estáis en la realidad. Y entonces el tiempo se volatilizará.

Son las ilusiones humanas las que fabrican el tiempo. Sin ilusiones, sólo existe eternidad. Vosotros, mis queridos estudiantes, sois los adalidades de la eternidad. Lleváis la eternidad a cada hombre aprisionado por el tiempo. Lleváis el ser a todo hombres aprisionado por las apariencias. Como no fluís con el tiempo, ni la enfermedad ni la vejez pueden con vosotros. Vuestra lozanía, vuestra salud, son el testimonio de que la red de los prejuicios no os ha cazado. El testimonio de que la realidad late en vosotros, y la realidad es siempre permanente, impecable, impoluta y feliz.

Queridos alumnos, glorificad lo invisible donde el mundo asienta sus raíces, lo invisible que lo anima y que lo nutre. Alimentaos, discípulos míos, de lo invisible. Entregad vuestro tiempo a lo invisible. Lo invisible antes que comer, antes que reproducirse, antes que trabajar. Lo invisible por encima de todo. Lo invisible que ha pasado a ser vuestra realidad, mientras que aquélla en la que cree el mundo se ha tornado meliflua y espectral.

Los espejismos, amados alumnos, son el mundo, la Historia, los libros, las filosofías, la prensa, los museos. Lo real está más allá y se asienta en lo que es igual que hace millones de años: en las montañas, en los bosques, en los desiertos, en los mares. Allá donde las ilusiones del hombre no han llegado aún. Lo real habita en el interior de cada uno de vosotros.