martes, 27 de mayo de 2014

EL VERDE VALLE DEL ABUELO CEBOLLETA

«Agachadas sobre los surcos, están todas las profesiones “civilizadas” del planeta» 

El huerto del abuelo Cebolleta, en Cenes (Granada)
Foto: José Antonio Sánchez Rojas (Facebook

El verde valle del abuelo Cebolleta 

El huerto del abuelo Cebolleta se encuentra a la entrada de Cenes, en la vega que se extiende junto al Genil, entre el abigarrado caserío del pueblo y las boscosas montañas que ascienden hacia Sierra Nevada. No sólo es un paraíso por el enclave, pleno de sol, agua y aroma de chopos y pinos, sino porque cumple el sueño de muchas personas de cultivar la tierra. Y es que José, alias El abuelo Cebolleta, alquila parcelas, hace los caballones si es necesario, proporciona agua y semillas, y promete incluso cuidar la plantación a quien se ausente, y todo por un precio asequible al más raído bolsillo. Lo cual sólo se explica en quien disfruta viendo cómo sus tierras fructifican en plantas y, sobre todo, en ilusiones.
En las frescas mañanas, y sobre todo al caer la tarde, con el firmamento cruzado de franjas escarlatas, el valle se convierte en un guirigay de campesinos bisoños que discuten, preguntan, intercambian experiencias, y luego, como una salida natural a quienes comparten secretos agrarios, se cuentan sus vidas. Porque hacer emerger algo de la gleba lleva también a hacer emerger algo del alma.
¡Turbadora esta emoción que sienten los urbanitas al recuperar las raíces perdidas! Se diría que nos es ineludiblemente necesario el contacto con la tierra, que nos resulta vital ver crecer en ella los alimentos, que no podemos morir sin comprobar fehacientemente que el sudor tiene su fruto contante y sonante, y que el premio del esfuerzo pueden ser, tanto como una nómina, tomates, lechugas, habas, alcachofas, maíz, estevia, picantes habaneros… y hasta el exótico wasabi, que de todo ello crece en esta feraz Babel.
Allí, agachadas sobre los surcos, están todas las profesiones “civilizadas” del planeta, profesores, funcionarios, estudiantes, abogados, artistas, visionarios, científicos, restauradores… roturando el terreno, esparciendo semillas, escardando, vigilando el riego, abonando, sintiéndose unos con quienes nos han precedido durante cuarenta siglos. El mismo Abuelo Cebolleta no es un hombre del campo, sino un aparejador que ha vuelto al campo y que ha querido posibilitar la vuelta de otros, hasta el punto de que sus parcelas, numerosas, se han ocupado con rapidez inaudita. ¡Qué soterrada ansia de orígenes tiene el humano de nuestros días!
La centuria pasada sacó a la población del campo y la llevó a las ciudades. Ésta la está sacando de las ciudades hacia huertos comunitarios como el del Abuelo, meca donde la naturaleza prodiga sus más portentosos milagros. Posiblemente el alquiler de estas tierras no es ningún negocio para el propietario, pero desde luego sí que lo torna millonario de sentido. Porque el entusiasmo de los demás es la más alta retribución. ¡Y anda que no debe de ser gratificante ver a tantos urbanitas mimando la tierra! A veces, sobre todo en días festivos, la gran nave que se alza a uno de los extremos de la plantación se convierte en una catedral donde los adeptos, vestidos con ropas de domingo y acompañados de cónyuges, hijos y amigos, celebran su rústica conversión en torno a un vaso de vino y un plato de patatas fritas. Fuera flamea la plata de las alamedas y nievan blancos copos primaverales. Habíamos olvidado que el destino de los valles es ser verdes y, desde luego, ¡qué verde es el valle del abuelo Cebolleta!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes 27 de mayo 2014

martes, 20 de mayo de 2014

LOS POETAS FELICES

«La historia de la literatura es tan versátil como el océano» 

Carlos Álvarez y Antonio Hernández, contrapunto de los "poetas felices"
(fuente: adeshoras

Los poetas felices 

Brillante Fanny Rubio en el acto del Ateneo de Madrid que reúne a los poetas Antonio Hernández y Carlos Álvarez, de los que se presenta el ensayo “Dos poetas del corazón”, de José Luis Esparcia, con el azañista Isabelo Herreros como maestro de ceremonias y la intervención del Moisés de los escritores, Andrés Sorel. ¡Cómo conoce la literatura esta mujer inquieta, que no ha perdido la frescura ni el arrebato juveniles! Está combativa, lo cual se agradece en este mundo conformista y dormido de la cultura, que inciensa en público y apuñala en privado. Me impacta la división que hace entre “poetas genuinos”, acordes con su tradición, mantenedores y renovadores a la par, y “poetas felices”, surgidos a partir de 1985.
Como inspirada por los dioses, nos desgrana las diferencias. Los primeros fueron a contracorriente, se encontraron con obstáculos, lucharon con la censura, fueron fichados y encarcelados, y no se prestaron al marketing ni a los saraos glamurosos ni al dinero fácil de la cultura oficial. Los segundos lo encontraron todo hecho, se rindieron a los caprichos del poder, incurrieron en el culto a la imagen y vivieron más tiempo en congresos literarios, conferencias y cursos que en la soledad de la escritura. Entre los primeros estarían -aparte de Hernández y Álvarez-, Blas de Otero y Gabriel Celaya. Los segundos habrían caído en la impostura tras copiar el lenguaje de combate de los primeros. Lo que en éstos era izquierdismo real, en los segundos fue barniz y acomodo.
Echo de menos, sin embargo, algunos nombres para, en cierto modo, compensar la nómina de unos poetas con la de otros, pero Fanny calla aquí. Personalmente hace mucho tiempo que deje de creer en buenos y malos, lo de los bandos literarios me parece un pecado de juventud, no creo que escribir te obligue a tomar partido para defender tu palabra con el sectarismo, el halago o el chovinismo, pero me divierte tirarle de la lengua a Fanny, obligarla a que me diga nombres, pues en un discurso hay que poner pruebas sobre la mesa y no meras generalidades.
“¿Quiénes son esos ‘poetas felices’?”, le pregunto al acabar el acto, pero se va por las ramas. “¡Un par de poetas felices!”, le demando. “Léete la novela de Felipe Alcaraz…”, hurta la pregunta. “La conozco”, le respondo, y vuelvo a martillear: “¡Un par de poetas felices!”. Acosada por mi insistencia, contesta al fin: “Los de la ‘sentimentalidad’…”. Se queda un momento pensativa y añade: “Bueno, Javier Egea, no; Javier Egea era de los verdaderos…”.
La historia de la literatura es tan versátil como el océano, va y viene y tiene su propia lógica. Luchar contra ella es tan infructuoso como la lucha de los héroes clásicos que, tratando de eludir su destino, se encontraban frontalmente con él. Aunque en otro tiempo fui adversario de algunos de esos “poetas felices”, su caída no me provoca dicha. Sé que no existe la felicidad pura como tampoco la infelicidad pura. Y que el éxito tiene su lado de oscuridad y la oscuridad su lado de éxito. Y siento piedad por el árbol caído y también por el árbol que renace. Pues los felices se reencontrarán a sí mismos en las sombras, pero los genuinos, emergidos de las sombras, serán aniquilados por la luz.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 20 de mayo, 2014

martes, 13 de mayo de 2014

EL PERDÓN

«El perdón es un poderosísimo bálsamo que sana cuanto toca» 

Philomena Lee y Dolores Ruiz, dos mujeres unidas por el perdón 
El perdón 

Aún resuena en mí el desahucio de Dolores Ruiz, aunque han pasado dos semanas, una eternidad periodísticamente hablando. Lo que me ha impactado no es que a sus 73 años se haya visto en la calle; ni que la hayan desahuciado sus propios hijos. Ha sido que incluso antes de que la echaran de casa, ya había perdonado. ¡Ausente de su vida el rencor! Esto es aún más significativo por cuanto vivimos en una sociedad que se desgarra inmediatamente las vestiduras, presta a sentirse agraviada, espoleada por sus líderes a odiar al contrario, a denunciar la paja en el ojo del vecino. El gesto de Dolores no sólo trasluce grandeza, sino que resulta subversivo en esta rencorosa España donde parece que todos están libres de pecado y por tanto prestos a lanzar la primera piedra.
La noticia me llega cuando acabo de ver “Philomena”, la película basada en hechos reales que cuenta cómo, en la Irlanda de los años 50, las monjas de un internado arrebatan sus hijos a la madres solteras para entregarlos en adopción a potentados norteamericanos. Philomena Lee, nombre real de la protagonista, ha estado buscando infructuosamente a su vástago durante cincuenta años, hasta que la inquisitoria se convierte en decisiva gracias a la ayuda del político y periodista Martin Sixsmith, igualmente real.
Mientras veo el film, va creciendo mi indignación. Sin embargo, desde el primer momento, me choca el perdón frontal de Philomena, perdón que se mantiene conforme se van revelando más y más iniquidades, de forma que comprendemos que no se trata del perdón dócil de una víctima acoquinada por el poder que tuvo la Iglesia, sino de una comprensión profunda de los seres humanos, de una asunción del caprichoso destino que a veces nos convierte en víctimas y verdugos a la par.
Mientras el periodista reconoce su incapacidad para el perdón, Philomena permanece anclada en él, inconmovible, obstinada, hasta el punto de que, al final, Sixsmith desiste respetuosamente de hacer pública la historia. “¡Pero hay que hacerla pública!”, protesta ella. Y es que Martin Sixsmith, como todos aquellos que estamos gangrenados por la dislocada cosmovisión occidental, no comprende la diferencia entre perdón y olvido. Perdonar no implica esconder lo ocurrido, no exige el silencio, antes al contrario, la memoria es vital para que no se repitan hechos idénticos.
Como en el caso de la motrileña Mª Dolores: ella ha perdonado, pero no ha hurtado a la prensa el acto de impiedad filial, tal vez para comunicarnos que el amor surge en cualquier parte como también puede agostarse en cualquier parte. ¡Nada está garantizado, estamos al albur de caprichos, egoísmos y tempestades! Ahora que sólo desde el perdón puede reivindicarse algo. Porque dar a conocer las injusticias padecidas exige un sereno tesón, integridad moral y plena salud física, y quien no perdona es corroído por el agravio, minado intestinamente por el odio, lo que en numerosas ocasiones se acaba pagando con la vida. ¡Y se trata de saltar sobre los sufrimientos hacia la plenitud, se trata de ayudar con esta plenitud a los otros!
El perdón es un poderosísimo bálsamo que sana cuanto toca, una prodigiosa medicina, el fierabrás que necesita el desquiciado mundo moderno. Dolores Ruiz, desde su orfandad, nos ha regalado la fórmula mágica que convierte las adversidades en victorias.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 13 de mayo, 2014

martes, 6 de mayo de 2014

PAN Y CIRCO

«¡Qué flagrante hazaña propia de una república bananera!» 


PP y PSOE: vasos comunicantes 
Pan y circo 

Esta martingala entre PP y PSOE para, pese a la reducción de cargos y dedicaciones exclusivas que impone la nueva Ley de Régimen Local, seguir manteniendo a 28 de sus correligionarios entre el Ayuntamiento y la Diputación, según nos desvelaba el domingo Quico Chirino, es un fraude, algo que apesta a prevaricación, un lamentable símbolo de descomposición democrática. Prueba de hasta qué punto los partidos políticos se han convertido en una Cosa Nostra, de modo que no dudan en repartirse el poder pasando por encima de la Ética, el Derecho y las buenas prácticas políticas.
¿En qué órgano de nuestra legislación radica la legitimidad para llevar a cabo tal operación, este burdo montaje de vasos comunicantes según el cual si reduces en el Ayuntamiento, subes en la Diputación, y al revés? ¿Quién timonea esta nave pirata? Quienes lo hacen han pisoteado la autonomía de ambas instituciones, han amarrado letalmente dos órganos de estructuras y objetivos diferentes, han acogotado la provincia con la capital, y han colgado ruedas de molino a los próximos alcaldes y presidentes. Una barbaridad que sería punible en cualquier democracia, creo que también en la nuestra, pero de la que los analfabetos políticos que la han urdido saldrán indemnes por el clima de oprobio, hartazgo y dejadez en que viven los ciudadanos.
¡Qué flagrante hazaña propia de una república bananera! Hasta podría llevársela a los tribunales de la competencia y los responsables ser multados como esas compañías que pactan precios a escondidas. Si el deber de una oposición es ejercer el control del poder, señalar sus fallas y arbitrariedades, denunciar prepotencias y nepotismos, ¿cómo van a cumplirlo ahora que han muñido repartirse tartas y quesos?
Comprendo esa tibia oposición que lleva a cabo el PSOE, andando de puntillas, sotto voce, reparando sólo en lo anecdótico, redactando notas de protesta estereotipadas que duran el tiempo de salir en la foto, siempre como disculpándose, como no queriendo que se entere mucho el personal, sólo para cumplir la papeleta.
¡Cómo está abandonado el pueblo a su triste suerte! Igual que en cualquier oligarquía que se precie. ¡Y ellos a incrementar las gravosas exacciones de donde obtienen los ingresos! Se entiende que no chisten cuando, a una legítima protesta proclamada por algún atrevido ciudadano o por la prensa, respondan desde el poder con el pan y circo habituales. A la indignación por el sistema de transporte de tercera que se va a implantar en Granada, ¡venga, autobuses gratis los primeros días de la desgracia! Y la oposición colaborando con tan demagógico pan y circo. A una de las facturas de agua más sanguinarias de España, rueda de prensa para erigirse en favorecedores (ficticios) de parados y jubilados. Y la oposición colaborando con tan demagógico pan y circo. Poder y oposición como los boxeadores aconchabados que se abrazan en el ring, humillando así la confianza del público.
La necrosis de una corporación que, como los cangrejos, ha llevado a Granada a la categoría de aldea, se ha reproducido cancerígenamente en la oposición, y ahora ambos supuran el pus de la gangrena, apestan a miembros putrefactos. ¡Y la lepra se va poseyendo de todo el sistema! ¿Dónde están los sabios y los médicos? ¡Ajá, los pésimos planes de estudio que defendieron y defienden eran su salvoconducto a la impunidad!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 4 de mayo, 2014