martes, 28 de diciembre de 2010

LOS ORGONES

Juan García Montero, concejal de
Cultura del Ayuntamiento de Granada 

Los orgones 

Los concejales del PP, PSOE e IU se reunieron ayer para acordar objetivos que pongan a Granada en el lugar que le corresponde, no discutiendo, sino aunando voluntades. Si esto es inaudito, las decisiones tomadas son más inauditas aún.
Tras esgrimir las últimas estadísticas del INI sobre el bienestar de los españoles, Isabel Nieto, concejal de Urbanismo, hizo notar que los habitantes de ciudades como Madrid o Barcelona ocupan un ranking de felicidad inferior al de los granadinos. Que a su vez son superados por los que viven en localidades más pequeñas, como Bubión o Pampaneira.
“¿Entonces no tienen nada que ver las infraestructuras?”, preguntó atónito Chema Rueda. A lo que Paco Puentedura respondió que, si así fuera, los españoles más felices serían justamente los de Madrid y Barcelona, cosa que no sucede. Carmen García Rayase se preguntó por qué entonces estaban tan denodadamente luchando unos y otros por traer infraestructuras a Granada. “Tal vez somos”, dijo, “como esos padres que cubren de regalos a sus hijos pero no hablan nunca con ellos”. Sebastián Pérez sentenció categórico que el dinero no da la felicidad, y que, por tanto, por más carreteras y túneles y edificios que se construyan, la dicha mental sigue otros derroteros. Le faltó tiempo al alcalde para levantarse y clamar con determinación: “¡Pues yo quiero que Granada sea la ciudad más feliz de España!”. Juan García Montero intervino entonces afirmando: “En otras ciudades del mundo, el objetivo primordial es ya el bienestar psíquico de sus ciudadanos. Lo miden por unidades de felicidad a las que llaman orgones. ¿Sabéis que la ciudad que tiene más orgones de toda Europa es un pequeño pueblecito galés llamado Laugharne?”. “Algo sabía yo de eso”, masculló José Mª Guadalupe. “¡Pues a mí ‘orgón’ me suena a palabrota!”, protestó Ana López Andújar. “¿Seguro que el término es políticamente correcto?”. García Montero la tranquilizó: “Que sí, chica. El orgón mide la energía vital. ¡Y hasta se fabrican granadas de orgonita para alejar las malas radiaciones!”. El alcalde volvió a tomar entusiasmado la palabra: “¿Granadas de orgonita? ¡Las casualidades no existen! Propongámonos que Granada tenga más orgones que cualquier otra ciudad”.  A lo que replicó Montero: “En Laugharne vivió el poeta Dylan Thomas. ¡Hermanémosla con el Festival de Poesía de Granada y, de camino que vamos, descubramos sus secretos y traigámoslos a Granada!”. Paco Puentedura expresó eufórico que era una gran idea.
En sólo una hora, el rancio paradigma capitalista de estos políticos se había hecho trizas. Isabel Nieto encareció a sus compañeros con estas palabras: “¡Fuera obras innecesarias! ¡Fuera proyectos megalómanos!”. En un alarde de sinceridad, Chema Rueda añadió: “¡Fuera luchas políticas! ¡Los orgones son lo que importa!”. Y fue unánimemente aplaudido.
Mientras en el exterior los periodistas aguardaban para saber números, cifras y obras, en la sala pensaban ya sólo en personas, vidas, orgones.

Diario IDEAL, martes, 28 de diciembre, 2010

sábado, 25 de diciembre de 2010

MANIFIESTO DE LA MUJER FUTURISTA

Valentine de Saint-Point

Reproducido el "Manifiesto Futurista de la Lujuria", de Valentine de Saint-Point, adjunto hoy el "Manifiesto de la Mujer Futurista", escrito sólo unos meses antes. El texto exhibe la terrible belleza del Futurismo, pero, además, tiene también la insondable audacia y heterodoxia de una mujer única y ciertamente genial. Como ocurría con el anterior Manifiesto, disiento en numerosos y cruciales puntos de él y, sin embargo, lo reproduzco como una forma de escandalizar a la gazmoñería de siempre, hábil en disfraces para ejercer mejor su poder de victimismo. Malherida por los libres años 60, esta gazmoñería ha encontrado un oasis salvador en lo políticamente correcto. Es una gazmoñería que, según las décadas y los avatares, se ase a la derecha o a la izquierda. Hoy lamentablemente la mayoría está refugiada en la izquierda, y tan bien refugiada que los militantes genuinos son incapaces de reconocer en ella a la pudibundez que antes nutría a la derecha. Pero es un deber de este blog descubrir lo invisible para comprender la realidad circundante.

MANIFIESTO DE LA MUJER FUTURISTA
 (respuesta a Marinetti)

“Glorificamos la guerra, única higiene
del mundo, el militarismo, el patriotismo,
el gesto destructivo  portador de felicidad,
las bellas ideas  por las que vale la
pena morir, y el desprecio a la mujer”.

MARINETTI
MANIFIESTO FUNDADADOR
DEL FUTURISMO

La humanidad es mediocre. La mayoría de las mujeres no son ni superiores ni inferiores al hombre. Son iguales. Ambos merecen el mismo desprecio.

La humanidad entera no es sino fermento de culturas, fuente de genios y héroes de ambos sexos. Pero en la humanidad, como en la naturaleza, hay momentos más propicios para un florecimiento así. En los veranos de la humanidad, cuando la tierra es caldeada por el sol, los genios y los héroes abundan.

            Estamos en el comienzo de una primavera. Falta efusión solar, es decir, una gran cantidad de sangre proyectada.

Las mujeres no son más responsables que los hombres por el enlodazamiento que padece lo joven, rico en savia y sangre.

Es absurdo dividir a la humanidad en hombres y mujeres, pues la humanidad está compuesta de feminidad y masculinidad.  Cada súper hombre, cada héroe, independientemente de su grandeza, genio o poder, es la prodigiosa expresión de una raza y una época en la medida en que está compuesto a la vez de elementos masculinos y femeninos, de feminidad y masculinidad, o sea, es un ser completo. Un individuo exclusivamente viril no es otra cosa que una bestia; un individuo exclusivamente femenino no es otra cosa que una hembra. Y al igual que con los individuos, sucede con cualquier colectivo y momento de la humanidad. Los períodos fecundos, cuando la mayor parte de los héroes y genios surgen de la tierra en toda su ebullición, son ricos en masculinidad y feminidad.

Los períodos bélicos con héroes infatuados por el hálito marcial fueron exclusivamente períodos viriles; aquéllos que negaban el instinto heroico y, retornando al pasado, se aniquilaban a sí mismos en sueños de paz, fueron períodos en los que la feminidad era dominante.

Vivimos el final de uno estos períodos. Lo que verdaderamente les falta a los hombres y mujeres de hoy es virilidad. De ahí que el Futurismo, con todas sus exageraciones, esté acertado. Para restaurar algo de virilidad en nuestras razas atrofiadas por lo femenino, tenemos que entrenarlas en masculinidad incluso hasta el punto de un salvajismo animal. Tenemos que imponer sobre cada cual, hombre y mujer igualmente débiles, un nuevo dogma de energía para llegar a un período superior de la humanidad.

Cada mujer debe poseer no sólo cualidades femeninas sino también viriles, sin las cuales es simplemente una hembra. El hombre que esgrime únicamente la potestad del macho sin intuición alguna, es una bestia bruta. Sin embargo, en el período de feminidad en que estamos viviendo, sólo la exageración opuesta a la feminidad es saludable: tenemos que tomar a la bestia bruta como modelo.

¡Cómo deben ser temidas por los soldados las innumerables mujeres cuyos “brazos descansan en sus senos con ramos de flores la mañana de la partida”! ¡Demasiadas mujeres perpetuando como enfermeras el dolor y la vejez, domesticando a los hombres para su placer personal o sus necesidades materiales! ¡Demasiadas mujeres que crean hijos sólo para ellas mismas, evitándoles el peligro o la aventura, es decir, la alegría; evitando a la hija el amor y al hijo la guerra! ¡Demasiadas mujeres, pulpos del hogar, cuyos tentáculos sorben la sangre de los hombres y crían niños anémicos, mujeres de amor carnal que agotan cualquier deseo para que no pueda ser renovado!

Las mujeres son  Furias, Amazonas, Semiramis, Juanas de Arco, Juanas Hachettes, Judiths y Charlottes Cordays, Cleopatras y Mesalinas: mujeres combativas que luchan más ferozmente que los machos, amantes excitadas, destructoras que abaten lo más débil y ayudan a seleccionar a través del orgullo o la desesperanza, “desesperanza con la que el corazón gana su retorno completo”. Que la próxima guerra nos traiga heroínas como Catalina Sforza, la cual, durante el saqueo de su ciudad, viendo desde las almenas a sus enemigos amenazar la vida de su hijo para forzar así su rendición, señalando heroicamente sus genitales, gritó: “¡Matadlo! ¡Aún tengo el molde para hacer uno más!”.

Sí, “la sabiduría pudre el mundo”, porque por instinto la mujer no es sabia, no es pacifista, no es buena. Puesto que carece totalmente de medida, está imposibilitada de ser realmente sabia, realmente pacifista, realmente buena durante los períodos durmientes de la humanidad. Su intuición, su imaginación son a la vez su fuerza y su debilidad.

La mujer es la individualidad entre la muchedumbre: hace cuadrarse a los héroes y, si no hay ninguno, a los imbéciles.

Según el apóstol, inspirador espiritual, la mujer, inspiradora carnal, se inmola o cría, hace correr la sangre o la contiene, es una amazona o una enfermera. Es la misma mujer que, en semejante período, según las ideas colectivas emergidas de los sucesos cotidianos,  da los pasos para evitar que los soldados vayan a la guerra o bien corre para abrazar al campeón victorioso.

Por eso la revolución no puede hacerse nunca sin ella. Por eso, en lugar de despreciarla, debemos ir a su encuentro. Ella es la más fructífera conquista, la más entusiasta, la que, en lo que le atañe, incrementará los seguidores.

Pero sin Feminismo. El Feminismo es un error político. El Feminismo es un error cerebral de la mujer, un error que su instinto acabará por reconocer.

No hay que darle a la mujer ninguno de los derechos que reclama el Feminismo. Concederle esos derechos no produciría ninguno de los desórdenes anhelados por los futuristas, sino que, por el contrario, determinaría un exceso de orden.

Imponerle obligaciones a la mujer es hacer que pierda su poder de fecundación. Los razonamientos y deducciones feministas no podrán destruir su fatalidad primordial: sólo podrán falsificarla, forzándola a manifestarse por caminos errados.

Durante siglos, el instinto femenino ha sido sojuzgado. Sólo se han apreciado su encanto y su ternura. El hombre anémico, mezquino con su propia sangre, reclama que la mujer sea sólo enfermera.

La mujer se ha dejado domesticar. Pero lánzale un nuevo mensaje, o un grito de guerra, y entonces, retomando gozosamente su instinto, caminará delante de ti hacia insospechadas conquistas. Cuando tengas que usar tus armas, ella  las lustrará. Te ayudará a escogerlas. En verdad, si ella, puesto que transita por caminos trillados, no sabe cómo percibir el genio, siempre ha sabido cómo confortar al más duro, al victorioso, a aquél que triunfa con sus músculos y su coraje. No puede equivocarse en reconocer esta superioridad que se impone a sí misma de manera tan brutal.

¡Devolvámosle a la mujer su crueldad y su violencia, que la hacen encarnizarse con los vencidos porque han sido vencidos, hasta el punto de mutilarlos! ¡Dejemos ya de predicarle la justicia espiritual, que en vano se ha esforzado en conquistar! La mujer se torna sublimemente injusta una vez más, como todas las fuerzas de la naturaleza.

Liberada del control, con su instinto recuperado, tomará su lugar entre los Elementos,  una fatalidad opuesta a la humana voluntad consciente. ¡Que sea la egoísta y feroz madre, velando celosamente por sus hijos! ¡Que tenga lo que llaman privilegios y deberes hacia ellos en la medida en que necesiten físicamente su protección!

Dejemos al hombre, liberado de la familia, llevar su vida de audacia y conquista, puesto que él tiene la capacidad física para ello, más allá de ser un hijo y un padre. El hombre que siembra no se detiene en el primer surco fecundado.

En mis “Poemas del orgullo” y en “Sed de milagros”, he renunciado al Sentimentalismo como una debilidad que debe ser despreciada porque maniata y estanca la energía.

La lujuria es energía porque destruye lo débil, induce  a lo fuerte a ejercer su vigor, y así lo renueva. Las personas heroicas son sensuales. La mujer es, para ellas, el más exaltado trofeo.

La mujer debe ser madre o amante. Las verdaderas madres siempre serán mediocres amantes, y las amantes, madres insuficientes, por su exceso. Aunque ambas están en la vanguardia de la vida, estas dos mujeres se completan recíprocamente. La madre que amamanta al niño construye el futuro con el pasado; la amante confiere el deseo, que conduce al futuro.

PARA CONCLUIR:

La mujer que retiene al hombre con lágrimas y sentimentalismos es inferior a la prostituta que incita a su hombre con la sensualidad, alentándolo a mantener su dominación sobre las más hondas profundidades de las urbes, con el revólver listo. Al menos ella cultiva una energía que puede servir a las mejores causas.

¡Mujer, obnubilada durante tanto tiempo por los prejuicios, vuelve a tu sublime instinto, a la violencia, a la crueldad!  Como un fatal sacrificio de la sangre, mientras los hombres se entregan a la guerra y a las batallas, procrea, y, entre tus hijos, como un sacrificio al heroísmo, ocupa el lugar del Padre. No los críes para ti misma, es decir, para su disminución, sino mucho mejor, en una libertad total, para una completa expansión.

            En lugar de reducir al hombre a la esclavitud de sus execrables y sentimentales necesidades, incita a tus hijos y a tus amantes a alzarse sobre sí mismos. Eres la única que puedes hacerlo. Tienes todo el poder sobre ellos.

            Le debes a la humanidad sus héroes. ¡Hazlos!

VALENTINE DE SAINT-POINT
1912
Traducción de Gregorio Morales

jueves, 23 de diciembre de 2010

MANIFIESTO FUTURISTA DE LA LUJURIA

Una turbadora y bellísima
Valentine de Saint-Point 

Tras su Manifiesto de la Mujer Futurista (1912),  la escritora y artista multidisciplinar Valentine de Saint-Point publicó en 1913 el Manifiesto Futurista de la Lujuria. Aunque disiento de él en no pocos aspectos, lo reproduzco por su carácter políticamente incorrecto, con el secreto deseo de escandalizar a los beatos contemporáneos que, con sus sacras indignaciones y sus leyes dementes, pretenden poner un bozal a la libertad de expresión. ¡Cuánta heterodoxia llena de oxígeno nos trae esta aguerrida mujer futurista!


MANIFIESTO FUTURISTA DE LA LUJURIA

Respuesta a los periodistas deshonestos que mutilan las
frases para ridiculizar la idea; a las mujeres que piensan lo
que yo me he atrevido a decir; a aquellas para las que la
Lujuria sigue siendo solamente un pecado; a todos los que en
la Lujuria llegan sólo al Vicio; y en el Orgullo, sólo a la
Vanidad.

La lujuria, entendida fuera de todo concepto moral y como elemento esencial de dinamismo de
la vida, es una fuerza.
Para una estirpe fuerte, la lujuria, al igual que el orgullo, no es un pecado capital. Al igual que
el orgullo, la lujuria es una virtud estimulante, un fuego del que se nutren las energías.
La lujuria es la expresión de un ser proyectado más allá de sí mismo; es el gozo doloroso de una
carne que ha llegado al culmen, el dolor gozoso de una exuberancia; es la unión carnal, más allá de
los secretos que unifican a los seres; es la síntesis sensorial y sensual de un ser que quiere hacer más
libre su espíritu; es una partícula de humanidad que entra en comunicación con toda la sensualidad
de la tierra; es el estremecimiento imprevisto de un fragmento de la tierra.
La lujuria es la búsqueda carnal de lo desconocido, como la cerebralidad es la búsqueda
espiritual. La lujuria es el gesto de crear, y es la creación.
La carne crea, como crea el espíritu. Ante el Universo, su creación es igual. Una no es superior
a la otra. Y la creación espiritual depende de la creación carnal.
Nosotros tenemos un cuerpo y un espíritu. Reprimir uno para expandir el otro es prueba de
debilidad, y un error. Un ser fuerte debe realizar todas sus posibilidades carnales y espirituales. La
lujuria es un tributo a los conquistadores. Tras una batalla en la que han muerto hombres, es normal
que los victoriosos, seleccionados por la guerra, se vean impelidos, en la tierra conquistada, hasta el
estupro para recrear la vida.
Después de las batallas, los soldados aman la voluptuosidad, en la que se relajan, para
renovarse, las energías en continuo asalto. El héroe moderno, no importa en qué campo actúe, siente
el mismo deseo y el mismo placer. El artista, gran médium universal, tiene la misma necesidad.
Incluso la exaltación de los espíritus iluminados de religiones nuevas, que sienten todavía la
tentación de lo desconocido, no es sino una sensualidad espiritualmente desviada hacia una sagrada
imagen femenina.
El arte y la guerra son las grandes manifestaciones de la sensualidad; de ellas florece la lujuria.
Un pueblo exclusivamente espiritual y un pueblo exclusivamente lujurioso caerían igualmente en la
esterilidad.
La lujuria estimula las energías y desencadena las fuerzas. Ella empujaba implacablemente a los
hombres primitivos a la victoria, por el orgullo de llevar a la mujer los trofeos de los vencidos. Ella
empuja hoy a los grandes hombres de negocios que gobiernan la banca, la prensa y los tráficos
internacionales a multiplicar el oro, creando núcleos, utilizando energías, exaltando a las multitudes
para adornar, enriquecer y magnificar el objeto de su lujuria.
Estos hombres, sobrecargados de obligaciones pero fuertes, encuentran tiempo para la lujuria,
motor principal de sus acciones y de las consiguientes reacciones que repercuten sobre una
pluralidad de gentes y de mundos.
También en los pueblos nuevos, cuya lujuria todavía no se ha liberado ni se ha declarado
abiertamente, que no poseen la brutalidad primitiva ni el refinamiento de las civilizaciones antiguas,
la mujer es la gran promotora, a la que todo se ofrece. El culto discreto que el hombre le tributa no
es más que el impulso aún inconsciente de una lujuria adormecida. En estos pueblos, como también,
por diferentes motivos, en los pueblos nórdicos, la lujuria es casi exclusivamente procreadora. Pero
se definan como se definan, normales o anormales, los aspectos bajo los que se manifiesta, la lujuria
es siempre la suprema incitadora.
La vida brutal, la vida enérgica, la vida espiritual, llega en un momento en que exigen una
tregua. El esfuerzo por el esfuerzo acaba derivando en el esfuerzo del placer. Lejos de hacerse daño
mutuamente, realizan plenamente un ser completo.
Para los héroes, para los creadores espirituales, para los dominadores de cualquier campo, la
lujuria es la exaltación magnífica de su fuerza: para todo ser, es una motivación a superarse, con el
simple intento de emerger, de ser notado, de ser escogido, de ser elegido.
Sólo la moral cristiana, tomando el lugar de la pagana, fue desventuradamente inducida a
considerar la lujuria como una debilidad. De este gozo sano que es la plena exuberancia de una
carne potente ella ha hecho una vergüenza que hay que esconder, un vicio del que hay que renegar.
La ha cubierto de hipocresía; y de ese modo la ha convertido en pecado.
Dejemos de burlarnos del deseo, esta atracción, sutil y brutal al mismo tiempo, de dos carnes,
no importa el sexo que sean, de dos carnes que se desean, que tienden a ser una sola. Dejemos de
burlarnos del deseo disfrazándolo bajo los lamentables y piadosos despojos de la vieja y estéril
sentimentalidad. No es la lujuria la que desagrega, disuelve y aniquila, sino las hipnotizantes
complicaciones del sentimentalismo, los celos artificiosos, las palabras que embriagan y engañan, el
patetismo de las separaciones y de las fidelidades eternas, las nostalgias literarias; todo el
histrionismo del amor.
¡Destruyamos las siniestras baratijas románticas, las margaritas deshojadas, los dúos bajo la
luna, los falsos pudores hipócritas! Que los seres aproximados por una atracción física, en lugar de
hablar exclusivamente de sus frágiles corazones, osen expresar sus deseos, las preferencias de sus
cuerpos, pregustando las posibilidades de gozo o de ilusión de su futura unión carnal.
El pudor físico, por su naturaleza variable según los tiempos y los países, tiene sólo el efímero
valor de una virtud social.
Es preciso ser conscientes ante la lujuria. Es preciso hacer de la lujuria lo que un ser inteligente
y refinado hace de sí mismo y de su propia vida. Es preciso hacer de la lujuria una obra de arte.
Fingir inconsciencia o desfallecimiento para explicar un gesto de amor es hipocresía, debilidad o
estupidez. Es preciso desear conscientemente una carne, como se desea cualquier otra cosa.
En lugar de darse y tomarse (por flechazo, delirio o inconsciencia) como seres multiplicados
por las inevitables desilusiones del imprevisible mañana, es necesario escoger sobriamente. Es
necesario, guiados por la intuición y la voluntad, valorar las sensibilidades y las sensualidades,
emparejando y culminando sólo aquellas que pueden completarse y exaltarse. Con la misma
conciencia y la misma voluntad directora, es necesario llevar el gozo de este emparejamiento a su
paroxismo, desarrollar todas sus posibilidades y hacer florecer plenamente el germen de las carnes
unidas. Es necesario transformar la lujuria en una obra de arte, hecha, como toda obra de arte, de
instinto y de consciencia.
Es preciso despojar a la lujuria de todas las veladuras sentimentales que la deforman. Sólo por
la vileza se la ha cubierto con todos estos velos, puesto que la sentimentalidad estática colma: en
ella reposamos y nos envilecemos.
En un ser sano y joven, siempre que la lujuria se contrapone a la sentimentalidad, es la lujuria la
que prevalece. Las convenciones sentimentales siguen las modas, la lujuria es perenne. La lujuria
triunfa porque es la exaltación gozosa que empuja al individuo más allá de sí mismo, es el gozo de
la posesión y del dominio, la victoria perpetua de la que renace la perpetua batalla, el deseo de la
conquista más embriagadora y más cierta. Y esta conquista cierta y temporal vuelve a empezar sin
pausa.
La lujuria es una fuerza porque afina el espíritu purificando con el fuego las turbulencias de la
carne. De una carne sana y fuerte, purificada por las caricias, el espítu mana lúcido y claro. Sólo los
débiles y los enfermos se engatusan y envilecen con ella.
La lujuria es una fuerza, porque mata a los débiles y exalta a los fuertes, favoreciendo la
selección.
La lujuria es una fuerza, por último, porque no conduce nunca a la miseria de las cosas seguras
y definitivas, prodigada por la tranquilizante sentimentalidad. La lujuria es una perpetua batalla
nunca del todo ganada. Tras el triunfo pasajero, en el mismo efímero triunfo, aparece la renacida
insatisfacción que, en una voluntad orgiástica, empuja al ser a abrirse, a superarse.
La lujuria es para el cuerpo lo que el ideal es para el espíritu: la magnífica quimera, eternamente
abrazada y nunca capturada, la que los seres jóvenes y ávidos, de ella embriagados, persiguen sin
tregua.
La lujuria es una fuerza.

Manifiesto futurista de la Lujuria. Valentine de Saint-Point.
París, 11 de enero de 1913.

martes, 21 de diciembre de 2010

NADA COMO UN ESCÁNDALO

El concejal socialista
Antonio García Leiva

Nada como un escándalo

Nada como un escándalo para entrar por la puerta grande de la popularidad. Antes de escribir lo que escribió en Facebook, a Antonio García Leiva no lo conocía nadie. Además de concejal de Hacienda con el PSOE en el Ayuntamiento de Maracena, era un chico apasionado por la literatura fantástica, lector impenitente y sagaz, con su página como todos los jóvenes en Facebook. ¡Qué poco sabía que era escrutado por los mesadores de barbas! Escribió una opinión a vuelapluma, ¿porque qué hay que pensar cuando se escribe para un grupo de amigos? Pero hete aquí que los rasgadores de vestiduras acechaban y sacaron sus palabras de contexto y comenzaron a clamar.
Todos los escandalizados, sean del signo que sean, esgrimen siempre la misma figura patética. Se agitan, se convulsionan, hacen estentóreos molinetes, porque no pueden soportar la humillación que ellos mismos magnifican. Cuanto más leve la falta, más se alzan airados y coléricos pidiendo la cabeza del ofensor.
Al airear el agravio hasta lo indecible, lo potencian, perpetrando, ahora sí, lo que antes nunca se había perpetrado. De modo que la frase más reproducida en la prensa andaluza en la última semana es “Nada como una hija muerta para entrar por la puerta grande en el PP”. El concejal se refería a la utilización política que ha hecho el PP del dolor de un hombre, ¿pero qué más da? Para los que tienen por profesión escandalizarse, todo significado es literal. ¡Por lo tanto, García Leiva al paredón!
Ya no son sólo las amenazas de denuncia. Han hinchado tanto el agravio que comenzarán el 2011 haciéndole un homenaje en Maracena a Juan José Cortés. ¿Un homenaje por qué? ¿Simplemente por la espantosa muerte de su hija? De nuevo el PP utiliza el dolor para hacer campaña. Y, al hacerla, extiende una y otra vez el mensaje que dice estar combatiendo.
Potenciamos aquello contra lo que luchamos. No hay que ir en contra de lo que tememos, sino a favor de lo que amamos. Pero como si les faltase fuerza interior, sólo parecen poder levantarse contra algo. Unas palabras sacadas de contexto les insuflan una santa ira que, al modo de los escribas y fariseos, no sólo hacen caer sobre la víctima, sino sobre su partido y hasta la quinta generación.
¿Qué hay detrás de tan ridículo linchamiento? Hay una verdad. Y la verdad, cuando está desnuda y es genuina, escandaliza siempre. La verdad es que el dolor de Cortés está siendo utilizado electoralmente por el PP. ¡Y cómo duele esta verdad! La única forma de acallarla es escupiéndole a García Leiva. De esta forma proyectan sobre él sus propias miserias. Así que a fin de cuentas el escándalo es sólo la representación de lo que sospechan en ellos mismos pero no pueden admitir. Nada como un escándalo para escaparse solapadamente y por la puerta chica.

Diario IDEAL, martes, 21 de diciembre, 2010

martes, 14 de diciembre de 2010

¡CONTRÓLANOS, RUBALCABA!

Rubalcaba, expresándole con un gesto
a la señorita Pajín lo que piensa de ella

¡Contrólanos, Rubalcaba!

Ellos son los culpables. Los controladores. ¡Duro con ellos!
Los antiguos israelitas tomaban una cabra, la cargaban simbólicamente con sus culpas, le prendían fuego y la apedreaban hasta perderla en el desierto. Los españoles han descubierto la misma panacea. En lugar de cabras, hay controladores.
Los causantes de la ruina del país no son Zapatero ni sus ministros, sino los controladores. Los que tienen sueldos enormes, abultadísimos, no son Fernández de la Vega, Leire Pajín, María Dolores de Cospedal, sino los controladores. No son los 17 parlamentos autonómicos, los enjambres de políticos activos y pasivos, las subvenciones millonarias, los fastos grandilocuentes, sino los controladores.
Zapatero es un devoto de San Político Correcto, un santo, vamos, y Rubalcaba, un inofensivo integrante del Sanedrín. Por tanto ¡sólo hay unos malvados! Los controladores.
La mano dura hay que ejercerla no con quienes nos atosigan en el exterior, con Marruecos, por ejemplo, con su acoso de saharauis, no, ¡qué va!, la mano dura, ¡para los controladores!  ¿Cómo van a ir nuestros militares a defender a los saharauis? ¿O a los ceutíes o a los melillenses? ¡No, los militares se tienen que quedar en España para acogotar a los nuestros! Grande es quien como Rubalcaba ejerce de blando con los foráneos y de duro con los domésticos.
Cierto que los controladores estaban envanecidos, ¡pero las leyes militares achantan a cualquiera! Usando el ejército, Rubalcaba los ha enmoñado. Y ahora España quiere despedazarlos. ¡Al paredón! Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
Si no existieran los controladores, habría que inventarlos. Toda la frustración de la crisis económica, toda la miseria de esta España fragmentada, todo el dinero público dilapidado, todo el sufrimiento que Zapatero inflige con sus leyes delirantes, la bajada de sueldos de los funcionarios, la merma de las pagas extraordinarias, ¡que paguen los controladores!
Si machacamos a los controladores, nos liberamos de nuestras penurias. Y, sobre todo, liberamos a Zapatero y a su cohorte. Liberamos a Rubalcaba. ¡Ellos son nuestros salvadores! ¡Que se haga una hoguera con la leña de los bosques patrios y se queme a los controladores en público auto de fe!
Los controladores son los satanases de España. Antes lo fueron los brujos, los relapsos, los judaizantes. Más tarde, los masones, los comunistas. Y más tarde, ya con Zapatero, los hombres a secas. ¡Y ahora también los controladores!
¡Que salgan en procesión pertrechados de corozas y sambenitos! Que el padre Rubalcaba presida su inmolación mientras millones de españoles aplauden enfervorizados. ¡Gloria a ti, Rubalcaba, que has conjurado el mal de España! ¡Contrólanos tú, y no los controladores!
Estamos de enhorabuena. Desde las cloacas del Reino, Rubalcaba lo sabe todo de nosotros. Es nuestro Dios. Y puesto que nos ha librado de los controladores, ¡él nos controlará para nuestro bien y el de su santo espíritu! ¡Totus tuus, Rubalcaba!

Diario IDEAL, martes, 14 de diciembre, 2010