martes, 25 de octubre de 2011

PONCIO PILATO

«Eugenio Nasarre (PP) es el
Poncio Pilato de Granada»

Eugenio Nasarre se lava las manos. De izda. a dcha., Concha de Santa Ana, Eugenio Nasarre (numeros 1 y 3 del PP al Congreso 2011 por Granada) y Sebastián Pérez (cabeza de lista PP al Senado 2011 por Granada)
 Poncio Pilato

Eugenio Nasarre, tercer candidato al Congreso por la lista del PP, es el Poncio Pilato de Granada. Como el prefecto romano, nada tiene que ver con nuestra provincia pero acabará representándola. Este gobernador de quita y pon, que ha sido parlamentario por Madrid y ahora lo es por Jaén, lo será por Granada tras el 20-N. ¡Rendidos al imperio!
Un hombre que no sabe nada de la provincia, que difícilmente habrá estado en ella una docena de veces, que no conoce ni su problemática ni su idiosincrasia ni sus aspiraciones ¡representándola! ¿Qué más da? ¡Ave, Cesar, morituri te salutant!
Claro que Eugenio Nasarre no tendrá que llevar a Madrid la voz de Granada, sino traer a Granada la voz de Madrid, como todo prefecto que se precie, igual que Poncio Pilato llevó a Judea la voz de Roma. ¡Pero al menos vivía en Judea! Eugenio Nasarre no ha vivido jamás en Granada. Ni vivirá.
¡Qué divertida paradoja! Seguro que el señor Nasarre se lava frecuentemente las manos y de ahí su versatilidad provincial. Para ser diputado por Jaén, debió de lavarse las manos del aroma de los madroños madrileños. Para ser diputado por Granada, deberá lavarse las manos del polvo de los olivares jiennenses. Poncio Pilato siempre se lava las manos.
Aguardo con expectación al periodista que entreviste al señor Nasarre. Una entrevista en directo y a lo BBC, no a lo Televisión Española ni a lo Canal Sur: a ver qué nos dice de Granada, de su historia, de su problemática, de sus aspiraciones, de su cultura, de sus calles. Fallará. Fallará estrepitosamente. Aunque se lo estudie, porque me apuesto a que le hacen estudiar algo. Si no, el bochorno será tan rojo que los propios rojos se quedarán a la altura de una zapatilla.
¿Y éste es el partido que quiere izar los intereses de Granada? ¿El que le achaca a la oposición ser dócil y servil con las autoridades nacionales? Si un partido se pliega a meter un paracaidista en su candidatura, lo que manifiestamente repugna a la militancia y a los electores, ¿a qué no se plegará en el futuro? ¿Qué intereses no pisoteará para dar satisfacción a sus jefes?
Los símbolos no son gratuitos. Cuando se comienza acatando una imposición humillante, resulta claro qué sucederá en el porvenir. Granada será una provincia más del imperio. Sometida a las prácticas del imperio. Sojuzgada por intereses ajenos, traicionada por pactos espurios, vendida por platos de lentejas, anestesiada con cartas a Herodes. Como hasta ahora, pero más. Pues Poncio Pilato ignora siempre las necesidades locales para imponer los deseos del César.
“¡No soy responsable de Granada!”, clamará Poncio Pilato desde el cómodo coso madrileño. Y quienes lo han colado en la candidatura le responderán: “¡Que su futuro caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”. Y Pilato se lava plácidamente las manos mientras Granada va camino del Gólgota.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 25 de octubre, 2011 

martes, 18 de octubre de 2011

COITUS INTERRUPTUS

«No hay documental ni película televisiva en que  puedas contemplar los títulos de crédito»

Si yo he disfrutado, el amante no importa. Las televisiones españolas practican el coitus interruptus
 Coitus interruptus

Las televisiones españolas censuran el mérito. Una y otra vez. No hay documental ni película en los que puedas contemplar enteros los títulos de crédito. Los decapitan. Acaba el documental o el film y la fanfarria publicitaria aplasta el nombre de los autores. No es algo aislado. Ocurre sistemáticamente, siempre. Desprecian a los creadores. Sajan sus nombres y mutilan su producto. Es como si las obras literarias que reposan en las bibliotecas fueran despojadas del frontispicio donde figura el nombre de quienes las han escrito.
            No ocurre en ninguna otra televisión del mundo. Y lo que es peor, sucede donde jamás debería suceder: en las televisiones públicas, singularmente en La Primera y en La 2, aunque también en las autonómicas, caso de Canal Sur. Cuando uno ha visto algo magnífico, no puede darle la gloria a sus hacedores. Sus nombres no son retransmitidos.
            El mundo es holográfico. En la parte está el todo. Cortar los títulos de crédito es el indicio de cómo en España se desprecia el talento. Nos apropiamos de la obra, pero menospreciamos a sus padres. Es como si las películas o los documentales hubieran surgido por generación espontánea. Me jalo el producto y me olvido de su creador.
            Que semejante comportamiento no avergüence, que no se alcen voces para denunciarlo, que los espectadores coincidan en que esa parte no vale nada y es mejor tirarla por la borda, revela que el desprecio del mérito está generalizado.
            Es como hacer el amor y darse media vuelta al tener el orgasmo. Es una brutalidad. Es ir de forma grosera al meollo, ignorando al amante. Como si ni siquiera importase el amante, sino sólo el placer que ofrece.
            La poda arrasa también con la meditación. Pues cuando algo nos ha llegado, amamos reflexionar en ello mientras se van desgranando los títulos de crédito. Es un tiempo para calibrar, para aquilatar lo visto. Es una entrada paulatina a la realidad de la que hemos estado sustraídos durante al menos una hora. Pero cuando el guirigay se nos cuela inmediatamente, sin pausa, toda reflexión resulta imposible. Es una bofetada a la asimilación. Un burdo coitus interruptus.
            Si a esto se le añade la costumbre de sobreimponer cada diez minutos anuncios de próximos programas anulando así parte de la imagen, desviando la atención de lo visto y tentándonos a desvaír el goce presente por la promesa del goce futuro, la destrucción del pensamiento resulta completa. Pan para el pueblo, pero sin el pueblo. Alimento para la mente, pero torpedeando la mente. Un violento empujón para que la persona se hunda en la masa.
            ¡Luego no son sólo los políticos! Somos todos. Los españoles recelamos del mérito; abominamos de la meditación. Y la televisión no es sino nuestro espejo, aquel que refleja nuestras tendencias y pulsiones íntimas. Dime cómo es tu televisión y te diré quién eres.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 18 de octubre, 2011

lunes, 17 de octubre de 2011

YO JUEGO A SUSANA MOO

«Acabo de cambiar mis Juegos Reunidos por el libro de Susana Moo»

Portada del libro de Susana Moo, "Microrrelatos eróticos" (Red-Ediciones, 2011)
 Yo juego a Susana Moo

Susana Moo ama que la miren haciendo el amor. ¡Ay que ver cómo se pone! Por eso tiene webcams por toda su casa, ¡porque, vade retro, qué trivialidad entregarse sólo a Eros en el dormitorio! Eso es sólo para los amantes remilgados. Susana Moo lleva también una webcam, a modo de horquilla, en su larga y seductora cabellera, de modo que podamos asistir en directo a sus devaneos, que son muchos, incontrolados e imprevisibles, y con los tipos más dispares, que curiosamente no suelen parecerse a Brad Pitt, sino a Rubalcaba.
Sólo hay un pequeño problema para los voyeurs: que las webcams de la coprolálica Susana no filtran imágenes, sino palabras. Así que el morboso que desee contemplarla no tiene más remedio que leerse las frases que proyectan sus cámaras.
Pero yo guardo un secreto: Susana no sabe que hay un instrumento que vuelve a convertir sus frases en imágenes. Yo lo poseo y ¡ay! vaya cortos que se proyectan en mi supertelevisor led hd de 72 pulgadas. Por eso soy el único que conoce el rostro de Susana tan bien como sus pies. ¡Pero no lo revelaré! El instrumento está al alcance de todos y se vende en la web imaginacion.com.
            Ahora Susana ha hecho una antología con estos cortos. La llama “Microrrelatos eróticos”, y en ella está lo mejor de sus andanzas. ¡Y mira que son granadas! Esta chica lo mira todo con lúbricos ojos. ¡La Tierra entera es sexual para ella! Puede haber miles de personas, una jauría humana, y me apuesto a que distinguiría los ojos de Susana Moo entre todos. Pues automáticamente los cuerpos masculinos pasarían a estar desnudos para ella. Ella no sería una mujer más entre la masa, ¡sino a una mujer rodeada de apetecidos penes! Y en sus ojos se agitarían maremotos y tempestades. ¿Cómo no distinguirla? Susana Moo piensa como Quevedo que el hombre es un ser pegado a su nariz, salvo que ella sitúa el órgano un poquitín más abajo.
            ¡Pero que se abstengan los espontáneos! No todo es jauja. Susana Moo no se va con cualquiera. No es promiscua, sino inmensamente curiosa, y por eso mismo resulta imprevisible. Sólo se irá con quien suscite su interés, aquel que tenga un pequeño misterio que desvelar, una rareza que descubrir, una nueva cualidad que tasar, una insólita perversidad que perpetrar. No es una ninfómana, sino una científica. Explora apasionadamente, pero explora para conocer. Querría beberse de un solo sorbo todo el sexo y el erotismo del mundo. Y a este paso, puede que lo logre. ¡Y eso que el erotismo es más vasto que todas las galaxias juntas!
            El libro de Susana Moo es como un álbum de fotografías donde nos muestra orgullosa sus hitos más esclarecidos: aquí se pone cachonda en un funeral, allí desea que la calienten con palabras, en este lugar descubre un teorema para despejar el tamaño de la méntula, en el otro ordeña mimosamente a su partenaire para prepararse el desayuno, en aquel paladea lascivamente los orgasmos de sus vecinos… ¡Pero es que no para!
            Hay que reconocer que Susana Moo es buena cineasta. En sus encuadres, encuentras siempre una perspectiva inusual, un ángulo nuevo, una interpretación ingeniosa. Tiñe sus fotografías con toques de humor, irónicos, cáusticos, tentadores… A veces es francamente obscena y otras tan afrodisíaca que se recomienda no leer el libro en lugar público, o bien leerlo en compañía. “Amor, vamos a jugar a Susana Moo”. Y abres el libro al azar y haces lo que te toque esa noche. “Amor, me ha salido ‘Semen como cosmético’. ¡Guau! Ya sabes”. Vamos, que el libro se disfruta desde el primer momento. Nunca una compra será tan bien amortizada.
            Si no existiera Susana Moo, habría que inventarla. ¡Pero afortunadamente existe! Su foto debería presidir los dormitorios de España. Bueno, quiero decir, sus pies. ¿Acaso no son una invitación a ir por los más inusuales derroteros de la sofisticación y el éxtasis? El libro de Susana Moo debería encontrarse tentadoramente al acecho en el cajón de la mesilla de noche de todos los hoteles. ¿Qué mejor cosa leer antes de irse a dormir? ¡Y encima uno puede contactar con la autora vía Internet! “Susana, te he leído y me deshago. Una palabra tuya y estallaré como un big-bang”. Y Susana Moo le escribe la palabra. Y luego a dormir tan ricamente.
            Acabo de cambiar mis Juegos Reunidos por el libro de Susana Moo.

GREGORIO MORALES

martes, 11 de octubre de 2011

GRANADA A SUS MORADORES

«¡Ay, si García Lorca lo escuchara! Él abominó de los rascacielos. 
¡Y ahora venís a plantarle uno junto a su huerta!»

A la derecha, la torre de 25 pisos que se pretende añadir al paisaje granadino 

Granada a sus moradores

¡No me clavéis una nueva astilla! El edificio de 25 pisos con que queréis ensartarme ocultará mi sierra. ¿Pretendéis que sólo la contemplen los que tengan dinero para alojarse en él? Tapáis mi sublime inmensidad con la trivial inmensidad de vuestro ego.
¿No os dais cuenta del despropósito? Yo soy hermosa por mí misma, ¡no necesito afeites! Vuestro enhiesto jabón con ventanas ensucia. ¡Ay, si el poeta que nació en mi Vega lo escuchara! Él abominó de los rascacielos. ¡Y ahora venís a plantarle uno junto a su huerta! Si hacéis esto, ¿cómo osáis llenaros la boca con el nombre de Federico? Tal vez lo alabáis para traicionarlo mejor. Él, que cantó lo pequeño, hizo de mí una ciudad universal. Vosotros, que cantáis lo grande, estáis haciendo de mí una ciudad provinciana.
¡Por favor, que quien quiera ver rascacielos se vaya a Nueva York, pero quien venga a Granada busque sierras y vegas y palacios! ¡No me pinchéis con ese infame palillo de dientes!
No digo que no construyáis, ¡pero no superéis mis alturas naturales! Es fácil edificar un rascacielos. Pero serme fiel, eso sí que es difícil. Yo rechazo las arquitecturas manidas y exijo peritos humildes, ingeniosos, singulares.
¡Sedme leales! Lo que atrae a los hombres es la belleza. Los viajeros no buscan en Granada un trozo de Pekín. ¡No seáis soberbios ni enfáticos! No al menos a mi costa. Yo soy una ciudad armónica. Una ciudad a la medida del ser humano. Yo tiento y me abro poco a poco. La Sierra, la Vega y la Alhambra son mi rostro. ¿Por qué queréis enmascararme con la nariz de Cyrano de Bergerac?
¡Una vez más no, os lo exijo! Ya ocurrió a comienzos del siglo XX. Aquel castillo kitsch en la colina de la Alhambra conocido como Palace, al que los incultos confunden con la Alhambra misma, y que fue un navajazo al paisaje, un pastiche en la historia, un agravio a la nobleza nazarí. Y todo por presumir de gran hotel. Podría haber sido lo mismo sin humillar la hermosura. Podría haberse construido en otro lugar menos palmario, con una arquitectura más genuina. Pero ganó lo provinciano, ganaron las pretensiones, ganó la megalomanía.
¡No repitáis el gesto! Construid lo que queráis, pero sin destruid lo que han amado tantas generaciones. No podéis herirme de esta forma. Si me amáis, dejad que siga siendo idéntica a mí misma. ¡Éste es el verdadero esfuerzo! Construid sobre mí sin desfigurarme. Antes al contrario, sirviendo a mi paisaje intemporal, el que circula por el mundo desde hace siglos, la imagen que ninguna ciudad que se precie osaría perturbar.
¡Guardaos vuestro rascacielos! Que las generaciones futuras vean ante sí la maravilla y os den gracias por haberla preservado. Si vosotros no podéis hacer lo mismo con vuestros abuelos, al menos podéis decir “¡basta!”. ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta!

 GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 11 de octubre, 2011

martes, 4 de octubre de 2011

APAGAD LA LUZ

«La luz engendra monstruos.
La noche engendra belleza»

Perfecta alianza de luces y sombras, de realidad y misterio (Goya, Francisco de Borja y el moribundo impenitente)
 Apagad la luz

¡Apagad la luz! Hay exceso de iluminación. Traicionáis las sombras y, con ellas, el misterio. Nunca el mundo ha sido tan plano. No porque haya que oscurecerlo para que parezca misterioso, sino porque en las tinieblas emergen nuestros pensamientos misteriosos.
La luz engendra monstruos. La noche engendra belleza. Con tanta luz, el siglo XXI es un siglo deforme. ¡Apagad las televisiones! ¡Y los móviles! ¡Y los ordenadores! Y entonces saldrá a flote vuestra luz interior. Y os daréis cuenta de que es más hermosa que el más hermoso de los programas prime time.
Tenéis miedo de vuestra imaginación. Y el resultado es un siglo manido y chato. Nunca como ahora los tópicos han sido tan fuertes. Y el arte y la música y la literatura tan estereotipados.
Hubo otros siglos que no tuvieron tanta luz. Siglos con la proporción justa de luces y tinieblas y que, por tanto, podían entregarse por igual a lo apolíneo y a lo dionisíaco. Fueron los más bellos siglos de la humanidad. No hay más que ver su arte, leer su literatura, escuchar su música. El siglo XVIII fue uno de ellos. No sólo fue el siglo de Werther, esa extraña alianza entre lo antiguo y lo moderno. También fue el siglo de la música más sublime, aquella que, al escucharla, vibras de amor y te deshaces de emoción.
La luz nos ha dado el rock and roll. La umbría, el barroco. De la luz, viene la mediocridad de Picasso. De las sombras, la genialidad de Goya. No puede haber arte ni literatura ni música ni vida sin sombras. ¿Por qué las erradicáis? ¿Hay algo más bárbaro que un palacio iluminado? ¿Que una catedral iluminada? ¿Por qué no dejáis que los ilumine la luna? ¿Y que cuando no haya luna se hundan en las sombras?
Habéis crecido con la televisión y sólo veis el mundo como una postal. Vuestro canon son los colorines. En otros siglos, fue el alma. Fue la hondura. Fue el claroscuro. Fue la vibración única e irrepetible de la melodía interior. Pero para vosotros sólo existe el cerebro. ¿Cómo no vais a iluminarlo todo? ¿Cómo no convertirlo todo en un paisaje al pastel?
¡Apagad la luz, encended la linterna interior y miraos a vosotros mismos! Sois mil veces más interesantes que la morralla glamurosa que os muestra la televisión. Ahí estáis, pegados a la pantalla, absorbiendo el critiqueo de turno, mientras escamoteáis vuestra propia vida. Sabéis más de la Preysler o de la Thyssen o de la Alba que de vosotros mismos.
Estáis sojuzgados por las apariencias. Seguro que al miraros en el espejo os maldecís porque vuestra imagen no coincide con la que iluminan los focos. Si os conocierais en algo, ¡os amaríais tan intensamente! Pero para eso deberíais ser rebeldes. Deberíais indignaros. Deberíais apagar la luz y entrar en las sombras.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 4 de octubre, 2011