martes, 25 de septiembre de 2012

EL LETEO

«Sin olvido, no hay amor»

Matilde sumerge a Dante en las aguas del río Leteo para que en su memoria se deslean los sufrimientos y errores pasados, pudiendo así acceder en plenitud al encuentro con Beatriz. Grabado de Gustavo Doré para "La divina comedia"

El leteo
 
Dime qué piensas y te diré qué padeces. Toda enfermedad se origina en el alma. Por ello, cada época tiene sus dolencias. Las pestes medievales expresaban el énfasis en la muerte repentina y en su poder igualador. Las posesiones diabólicas del Barroco eran la trasposición de una sociedad estentórea y retorcida, y, por ello, con una alargada sombra de malignidad y violencia. La tuberculosis decimonónica plasmaba la sublimación de la palidez y el ideal de morir joven. El apogeo contemporáneo del Alzheimer responde a las mismas premisas simbólicas.
Cuando el olvido se ha hecho imposible, mientras nuestra más mínima acción queda grabada, cuando te pueden mostrar conversaciones habidas hace años, correos escritos en alguna vorágine, vídeos acusadores, delatores movimientos bancarios; cuando tú mismo das testimonio de cada pestañeo en Facebook, en Twitter, en tus sms, en tu blog… ¿cómo no ser aplastado por la montaña?
Más aún cuando vivimos en la sociedad de la culpa. En otros tiempos más piadosos, la misericordia aliviaba el fardo. Pero en esta sociedad salvajemente victimista, nada ni nadie ayuda a ello. Un insomne y eterno recuerdo lacera sin desmayo a quienes han sufrido, a quienes han cometido equivocaciones, faltas, delitos. ¡Imposible sustraerse a nuestra propia sombra! ¿Debe pues extrañarnos que muchas personas elijan la desmemoria? Si esta implacable sociedad no olvida, al menos olvidan ellos.
            Un mundo de recuerdos indelebles es paradójicamente un mundo viejo. El olvido ha estado siempre relacionado con el renacimiento y la juventud. El ninja y poeta Masaaki Hatsumi escribe: “Sin olvido, somos absorbidos por las telúricas miasmas del tiempo. Sin olvido, nuestras alas no pueden volar hacia la cima. Pero, sobre todo, sin olvido... ¡no hay amor!”. En la mitología clásica, las almas que iban a renacer se despojaban de sus recuerdos en el Leteo. Las mismas aguas de las que se sació Dante para poder contemplar a Beatriz en todo su esplendor.
            La pandemia de Alzheimer testimonia hasta qué punto millones de personas anhelan la juventud en un mundo que se ha hecho viejo por la ingente acumulación de datos. Gracias al olvido, el viudo recobra a la esposa amada. Gracias al olvido, esta mujer que guarda indecibles secretos los despeña al abismo y emerge ingrávida y ágil. Gracias al olvido, el siniestro personaje de crueles acciones se sume en la inocencia; y otro se hace niño; y otro recupera su primer beso; y otro vuelve a vivir en un mundo inexplorado…
            Los profesores del departamento de Química Física de la Universidad de Granada estudian con ahínco el Alzheimer, pero no podrán neutralizarlo hasta que no comprendan su aspecto simbólico. Desarrollarán medicinas, drogas, habilidades cognitivas, pero el Alzheimer seguirá creciendo mientras no elaboren un antídoto sutil e invisible que se llama perdón. Perdónate a ti mismo. Perdona a los demás. No tengas miedo. Confía. ¡Y ya no habrá que bañarse en el Leteo para seguir viviendo!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 25 de septiembre, 2012 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

EL SECRETO

«¡Perdón, perdón, perdón!»

Perversos tábanos del destino
(foto: ComunidadRiosySenderos.com)
 
El secreto
 
Debo revelar un secreto. Me he contenido, he pensado mil veces en ocultarlo, me he engañado deseando que no fuera realidad, ¡pero ya no cabe duda! Cuando intervengo en un acto, imparto una conferencia, participo en un debate, horas antes una parte de mis amigos comienza a tener problemas. Los días anteriores están todos bien, satisfechos, felices, pero la víspera, imprevistas dificultades se ciernen sobre ellos. Éste tiene que llevar a su hija al hospital. Aquél se ha resfriado. El que iba a venir seguro tiene que acostarse pronto porque, a la madrugada, emprende un repentino e ingrato viaje. A éste le han fijado una importante reunión. Al otro le aprieta la ciática.


Así que cuando se me aproxima una intervención literaria, me cubro de ceniza, me prosterno y me pongo a clamar: “¡Dios mío, que no le ocurra nada a nadie a causa de mi conferencia!”. Pero los hados son irremisibles: en la inminencia del acto, comienzan a ocurrir reveses, que me desgranan en sentidos correos electrónicos, en inquietas llamadas telefónicas, en mensajes colgados con lágrimas en el Muro de Facebook, en disculpas transmitidas a través de los hipidos de un amigo de un amigo…

Al comienzo de mi vida mundana, creí que se trataba de casualidades. ¡Ahora sé que no! Es un hecho constatado: ante cualquier sarao, un diez por ciento de los compis es aguijoneado por los traviesos tábanos del destino. ¡Terrible! Lo que no sé aún y espero saber en alguna ocasión es qué perversa urdimbre une las intervenciones públicas con tan taimadas incidencias. ¡Pobres amigos! Como los quiero incondicionalmente, he restringido mis actos al máximo. ¡Así los preservo!

Lástima que, a pesar de todo, no pueda evitar la celebración de algún que otro evento, fundamentalmente de aquellos que están remunerados. ¡De algo tendrá uno que vivir! ¿no? Claro que tal vez los compis podrían hacer una suscripción para sufragar esas cantidades, de modo que yo no tuviera que participar en nada, y así nunca les ocurriría nada: el abuelo no enfermaría, a la suegra no le daría un cólico, no perderían su email, el ordenador o el teléfono no les dejarían de funcionar, el cartero no extraviaría el correo, no se equivocarían de día, su memoria no amagaría el Alzheimer… Pero no me atrevo a decírselo. A lo mejor se creen que no quiero trabajar.

Incapaz de sobrellevar tan pesado fardo, confieso públicamente mis culpas, las cuales he ocultado con angustia durante muchísimos años. ¡Perdón, perdón, perdón! Ojalá mi confesión me exonere de los legítimos reproches. Aunque ya estoy temblando. El 28 tengo otro acto, y no asistir sería hacerle un feo a Irina Zhukouskaya, que presenta en la Casa con Libros los poemas que me ha traducido al ruso. ¿A quiénes putearán esta vez los perversos geniecillos? Enciendo una vela a las ánimas benditas. ¡Proteged a la basca, por favor!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 18 de septiembre, 2012

sábado, 15 de septiembre de 2012

PREGÓN DE LAS FIESTAS DE NIGÜELAS 2012

«La función de Nigüelas es un holograma. El pasado, el presente y el futuro están en ella»
 
 
Gregorio Morales durante la lectura del pregón
 
Pregón de las fiestas de Nigüelas 2012
 
La máquina del tiempo
 
Están aquí, con nosotros. Los que fueron, los que serán. A menudo, cuando he venido un septiembre tras otro, en lo que ya es una tradición, a este casa, he sentido que había mucha más gente de la aparentemente congregada. Que había presencias, y no sólo del pasado, sino también del futuro. Y es que las fiestas tienen la virtud de abolir el tiempo. Son como un presente eterno. Por eso son tan hermosas. Por eso no hay quien no se sienta joven en ellas. Aunque se requiere una condición: que sean siempre las mismas fiestas, las que uno vivió de niño. Es como una varita mágica que nos ha sido conferida. Vas a las fiestas de tu barrio, de tu pueblo, de tu ciudad… ¡y renaces! Es como si te hicieras cien liftings de una vez. Salvo que también te los haces del alma.

Hoy no sólo estamos aquí quienes amamos las fiestas de Nigüelas, quienes las sentimos, sino quienes las amaron y sintieron desde el siglo XVI, y quienes las amarán y sentirán en el siglo XXV y más. Pues pueden acabar muchas cosas, haber guerras, penurias, enfermedades, gravarnos aún más con el IVA, ser rescatados del naufragio, pero las fiestas seguirán. Las mismas. ¡Y también asistirán a ellas las mismas personas! Las que asisten hoy, las que asistieron ayer, las que asistirán mañana. Y ya siempre estarán relacionadas entre sí. ¿Sabéis que, en el mundo subatómico, cuando dos partículas se encuentran, se hallan interrelacionadas eternamente aunque se hallen separadas por años luz? ¡Cuánto más no será los humanos!

Las fiestas de Nigüelas nos congregan aquí en cuerpo y espíritu.

 
JUSTO AHÍ está sentada UNA SEÑORA ADUSTA, con un largo vestido negro y un collar de amatistas, y nos mira con complacencia. ¡Qué feliz es de que estemos aquí! Parece el ama de esta casa. Piensa que no puede tener mayor utilidad. Fue una persona religiosa, demasiado apegada a las doctrinas, pero tras la desaparición de su cuerpo, sólo quiere la dicha para los demás.

–¡Divertíos! –está clamando–. ¡Esta casa fue demasiado seria! ¡Me encanta que esté entregada a la fiesta!

Pero no, no fue tan seria. Veo corretear niños por doquier.

–¡No, no eran mis hijos! –clama la señora con tristeza–. ¡Entonces tal vez habría habido fiestas en esta casa! Por eso ahora quiero que corran los niños en el patio, por las escaleras, por pasillos y galerías, porque estoy alegre, muy alegre.

 
¿PERO QUIÉN es ese SEÑOR TAN MALHUMORADO? Lo que a la dama le agrada, a él le fastidia. Parece que vivió en esta casa con la señora. ¿El marido? ¡Pero, hombre, si esto está cuidadísimo! ¡Y hasta han puesto el Ayuntamiento en su casa! ¿Qué más quiere? Usted lo que tiene que hacer es venirse ahora a contemplar el castillo de fuegos artificiales. ¡Es tan arrebatador! En esta noche septembrina, llena de brisa y de magia, ¡inspira tanto ver el cielo de Nigüelas lleno de colores! Súbase a un cohete, usted que puede volar. Nosotros tenemos que conformarnos con seguir su curso con la imaginación y ver cómo se iluminan los caseríos y las luces entran por las ventanas, esclarecen los jardines, se inmiscuyen entre los setos, como si un ejército de ángeles anunciara la buena nueva:

–¡Las fiestas, las fiestas!

Y es que Nigüelas es un pueblo para que ocurran maravillas. Siempre que paseo por sus calles o merodeo por sus montañas, se me antoja que estoy ante un Nacimiento. Por eso, esta Navidad, cuando Granada se llene de ellos, yo estaré viendo en cada uno a Nigüelas. En la plaza Bib–Rambla, en San Rafael, en la Carrera o en la Acera del Casino. Y es que, cuando los artífices imaginan un pueblo, acaban siempre haciendo una réplica de Nigüelas. Tiene montañas, valles, ríos, casonas, casas, casitas y un inmenso cielo lleno de puntitos de luz, donde, en el solsticio de invierno, puede verse la estrella de oriente. Encima, eso sí, aquí no llega el poder de Herodes… aunque llega el de Rajoy.

 
AH, ¿QUÉ ES LO QUE VEO? ¡Pero si allí está justamente EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO llamando mi atención? ¡Qué honor, señor Rajoy, que haya venido a las fiestas de Nigüelas! ¿Que no, que no es el señor Rajoy? ¿Qué sólo va disfrazado de él? ¿Se ha escapado usted de la Cabalgata?

–¡Sí, pero no de ésta, sino de la de 2013! –me responde una voz juvenil.

 ¡Entonces vienes del futuro! ¿Y eso de vestirte de Rajoy? ¿No sabes que, en las fiestas, se deja la política aparte?

–Rajoy intentó reformar las leyes posibilitando se le quitase competencias a nuestro Ayuntamiento –me cuenta el joven entre quejoso y reivindicativo–. ¡Pero nosotros colapsamos de firmas el palacio de la Moncloa!

Esto se pone interesante, chico, sigue, sigue contando.

–Todos firmamos, absolutamente todos.

Increíble, qué ejemplo. ¿Cómo te llamas? Vale, no me lo puedes decir. Todavía no vives aquí, pero vivirás. En fin. Sigue contando.

–¡Yo fui uno de los que participaron en la campaña! ¡Hicimos la Cabalgata de 2013 en Madrid! Una parte disfrazados de corporación de Nigüelas, y otra, de Rajoy y sus ministros. La Cabalgata de Nigüelas, en la Puerta del Sol. Hicimos un simulacro de pleno allí mismo. Interpelamos a Rajoy: “Estamos orgullosos de nuestra corporación. La pagamos con nuestro dinero… ¡Hasta tenemos una fábrica de luz! ¿Por qué quiere que nos dirija la Diputación?”. Se lo decíamos con canciones, música y chirigotas. La gente se desternillaba de risa. Llegaron las televisiones y retransmitieron lo que sucedía. Toda España se divirtió con nuestras caricaturas, los mimos, las cucamonas. ¡Hasta José de la Mota nos llevó a su programa! Y se vino a hacer varios sketches a Nigüelas. Logramos la simpatía del país… ¡Y la ley se paró! Nigüelas logró detener el rodillo que se les venía encima a miles de pueblos…

–¿Es posible? ¡Pero protestarían también otros, se manifestarían…!

–Hubo protestas a lo largo y ancho del país… Pero a todos les faltó este aura iconoclasta, festiva, de suave crítica y desternillante humor… Fue nuestra intervención la que se llevó el gato al agua. Sin ella, la ley  se habría impuesto.

Como Fuenteovejuna, ¡todos a una! ¡Enhorabuena! Sabía que la Cabalgata es maravillosa, pero ignoraba que tuviera tanto poder.  ¡Desde luego las fiestas son una bomba! Rajoy no sabe a lo que se enfrenta. ¡Lo vais a combatir no con armas ni proclamas ni mociones… sino con fiestas! Estaré en la Puerta del Sol cuando el evento se produzca.

 
¿PERO QUÉ DICE USTED, SEÑORA? ¿También se ha escapado de la Cabalgata? ¡Ah, no, ya, usted viene de 2048! Entiendo, hay otra moda. Bueno, ¿qué quiere? ¿Que el pueblo ha crecido demasiado?

–¡Toda aquella publicidad atrajo a muchísima gente a Nigüelas! –se me queja–. Miles de personas querían vivir aquí. Y se hicieron y se compraron casas. Nigüelas es hoy el triple de grande que antes.

Dígame al menos, señora, si han respetado la naturaleza. Porque eso es lo importante. Nigüelas es un pueblo muy bello, pero el entorno lo hace privilegiado.

–¡Cualquier día no iban a respetarla! – clama–. Rita, la alcaldesa de entonces no lo habría permitido. ¡Era la Juana de Arco de Nigüelas! Las montañas y los bosques siguen siendo los mismos, pero, para mí, hay demasiada gente. ¡Y, para la Cabalgata y la procesión, hay que alquilar los balcones! Las calles están abarrotadas. No cabe un alfiler.

Entonces, señora, me quedo tranquilo, aunque comprendo que usted extrañe el pueblo primitivo. ¡Pero ahora hay más motivo aún para que no le quiten competencias!

 
¡VAYA, ALLÍ LEVANTA LA MANO UN SEÑOR CON PINTA CULTA! ¿También viene usted del futuro? Claro, resulta lógico. El futuro tiene más años que el pasado y por tanto ha habido más fiestas del futuro que del pasado. ¡Ah, es usted el director de la banda de música! San Juan Bautista, creo que se llama. Me alegro. Veo que ha pervivido. Cuénteme, cuénteme.

–La banda ha dado varios famosos músicos y compositores –me dice orgulloso–. Y ha trabado la solidaridad del pueblo. La banda de música ha sido el alma de Nigüelas. Y el alma se ha hecho más potente que nunca.

De verdad que resulta hermoso, señor director. Un pueblo encantado, con su banda de música repleta de jóvenes. ¡Éste sí que es un pueblo europeo! Tiene las tradiciones y la vanguardia, la fiesta y la aplicación, el jolgorio y la cultura. ¡Lo que puede hacer un pueblo que produce su propia música! Gracias a usted. Y a todos los directores anteriores. Y a los que seguirán.

–¡Pero no sólo tenemos nuestra propia música! –protesta orgulloso–. ¡También nuestro baile! Hasta poseemos dos escuelas, una de ellas de danza flamenca. “Menta y Canela” se llama. ¿A que es bonito el nombre?

Sí, si que es bonito. Aunque estoy aturdido. ¿Todo eso en un pueblo de 1200 habitantes?

–¡No, no! –me indica contundente–. ¿No ha escuchado a la señora? ¡Ahora tenemos muchos más! ¡Pero todo eso existía ya cuando Nigüelas tenía sólo 1200 habitantes!

Mi asombro se agranda. La verdad es que Nigüelas se parece a Castroforte del Baralla, aquel fabuloso pueblo que inventó Torrente Ballester y que de vez en cuando levitaba y ascendía hacia las nubes. Nigüelas está ya encaramado a las nubes. Es como un Shangrilá. Ante él, los fríos glaciares e incultos que atenazan al resto de España se baten en retirada. Es como uno de esos monasterios donde, en la Edad Media, se refugió la cultura.

 
¡EH, EH, POLLO, QUE NO SE PUEDE FUMAR! ¡No, no te extrañes! Estamos en 2012 y está prohibido fumar en lugares públicos. ¿En qué año estás tú? Ya, en 1960. Ahora lo entiendo. Entonces se podía fumar hasta en los quirófanos. Sé tan amable. Apaga el cigarrillo. ¿No te parece suficiente el humo que va a inundar las calles en cuanto yo dé fin a mis palabras?

–Señor pregonero, dígame –me interpela curioso–: ¿Es igual la Cabalgata de hoy que la de 1960?

¡Pues claro que sí, hombre! Bueno, todavía es más hermosa. Tiene más color, más fantasía, más creatividad… y música. Porque ya lo ha escuchado: Nigüelas tiene su propia música. En la Cabalgata actual, puede encontrar toda la variedad del género humano. Los hay que van disfrazados de fregonas. Otros, de pitufos. A muchos, les gusta ir con el macabro sudario del Halloween. Hay minotauros, bailarinas, bebés, hombres que se visten de damas y damas que se visten de hombre, gimnastas, negras zumbonas, enfermeras y payasos… y todo, todo cuanto quieras encontrar. ¿Pero por qué no has ido hoy? Puedes asistir cuando lo desees, no tienes que esperar a que yo te convoque. Como no existe el tiempo, aún estás a tiempo. ¡Ve a la Cabalgata, chaval! Aún rondará por los callejones de la plaza o de la Feria. No, no recuerdo a qué grupo le han dado el primer premio. Luego se lo preguntas a la alcaldesa. No, no ahora, rapaz, que debe escuchar el pregón. Después, cuando yo acabe.

 
¡PERO, RAYOS! ¿QUÉ HACE AQUÍ UN ANIMAL? Parece, parece… “¿Señorita, es usted… es usted una zorra?”. Perdón, no se lo digo como insulto. Le preguntó si es una hembra de zorro u otro disfraz también escapado de la Cabalgata. ¡Vale, vale, no tiene por qué aullar tan alto! ¿Así que usted es la zorra de… de… 1912? ¿Que la quemaron y la enterraron? ¡Ay, cuánto lo siento! Era la época. Entonces no entendían lo del sufrimiento animal. Pero quédese tranquila. Ahora sólo entierran a un muñeco. Los zorros de hoy viven tranquilamente en estas maravillosas montañas. Sólo los pesticidas se llevan algunos. Pero los montañeros están hartos de toparse con ellos. Y se emocionan. Y no les disparan. ¡Siento que la asaran en 1912! Pero ya ve que la muerte no existe. Si no, usted no estaría aquí. ¿Que dónde están las otras zorras? Mire, esta palabra induce a confusiones, ¿lo sabe? ¡Así que no me meta en líos! Corramos un tupido velo. Que quede claro, eso sí, que su entierro es el remate de estas fiestas y que, sin él, no serían lo mismo. ¡La zorra tiene que llevarse los males a la tumba mientras la lloran los Jeremías! Y el pueblo se queda limpio, impoluto, para comenzar un nuevo ciclo. ¡Si no fuera por la zorra!

 
¿PERO QUÉ HACÉIS VOSOTROS? ¡Ésta no es la caseta de baile! ¡Esperad, esperad! Será ahora, después de los fuegos, al ritmo de la música de la orquesta Símbolos. ¡Hasta que amanezca! ¿Pero a qué se debe vuestra impaciencia? ¡Si tenéis toda la eternidad por delante! ¡Eh, eh, tampoco tenéis por qué iros! Ya sé que las calles están llenas de bullicio, que los bares están abarrotados, que la noche es espléndida… Aquí tenemos hoy ruido, comparsas, música, cohetes, palabras, pero un poco más arriba, en la Sierra, hay silencio. Ya sé que no os gusta, porque la mayor parte de vuestra vida transcurre muda. ¡Desde luego, qué reconfortante resulta el ruido cuando todo el año nos ha amparado el silencio! El silencio es nutritivo. El silencio hace pensar. El silencio da fuerzas. Pero en algún momento hay que dar alaridos. Hay que gritar. Y cantar. Y decir tonterías. Y carcajearse. Y confraternizar. Las fiestas están para eso. Si no, la astenia se apoderaría de nosotros y nos consumiríamos en poco tiempo. No se puede ser serio full-time. No se puede vivir en lo práctico full-time. Si existe un alma, le va el humor y el misterio. Las fiestas nos traen el humor, el misterio y el ruido. ¡Qué buen conjuro contra las personas estiradas!

 
PERO NO, NO ME MIRÉIS VOSOTROS ASÍ. Ya sé que cuando erais el señor y la señora de esta casa erais dos personas estiradas. ¿Pero ahora no lo sois, a que no?

Con el olor a pinchitos, a churros, a algodón, se mezcla el olor de los pinos. ¡Qué pocas fiestas tienen esta alianza! Con sólo andar unos pasos, podemos encontrarnos con el primer día de la creación. El bosque mágico se halla a la vuelta de la esquina. De un momento a otro descenderán los neandertales a estar también con nosotros. ¡Porque ellos también tenían fiestas! ¡Y las celebraban igualmente aquí!

 
¿QUÉ ME DICES TÚ, DESHARRAPADO, QUE YO ERA ENTONCES EL BRUJO DE LA TRIBU? ¡Pero hombre! Sí, sí, ya sé que los pregoneros somos el sustitutivo de los brujos. Ellos pronunciaban las palabras mágicas que impelían al pueblo al jolgorio y al despendole. Sí, sí, lo sé, no hay palabras que no sean mágicas, y las mías lo son también, y por eso quiero volver mágicas estas fiestas, y he convocado a ellas incluso a los que no existen. En fin, soy el brujo, ¿y qué? Yo también me he escapado de la Cabalgata, aunque de una de la época troglodita. Voy disfrazado de moderno, de intelectual, ¿a que doy el pego? Pero, en realidad, soy el hechicero.

Y ya que lo he reconocido, vamos a aprovecharnos de la ceremonia: cuando los fuegos de colores iluminen dentro de un momento los cielos, en alegres figuras y estallidos, pedid muchos deseos. Vivid en la imaginación como desearíais vivir en la realidad. Tengáis la edad que tengáis, pensad que hoy os sonreirá el amor. Sí, sí, con tu pareja de toda la vida incluso, claro que sí. El amor siempre está deseando llenarse.

Esta casa en la que estamos es más antigua aún de lo que nos decía su dueña. ¡Tan antigua como una caverna! Y estas luces son el fuego mágico. Y mis palabras son los pinceles que dibujan para vosotros una caza fecunda. Es decir, los que os traerán suerte en vuestras empresas. ¡Los que estáis aquí, en esta “cueva”, conmigo, seréis embargados por la fortuna! Para ello estoy haciendo los convenientes ritos mágicos.

Y la fortuna comienza ahí fuera, en la fiesta. ¡Esa es vuestra caza! Cazar la alegría, la intrascendencia, la trivialidad… en este mundo donde la mente pesa tanto y es tan insoportable. ¡Liberación! En toda liberación se desprende una inmensa fuerza. ¡Y será esa fuerza la que os lleve de alegría en alegría hasta el próximo año!

El domingo, cuando la diosa que ampara a Nigüelas salga a las calles, se producirá un momento irrepetible que tenéis que aprovechar. ¡Entonces o nunca! Veréis: esa diosa está triste y desconsolada. Ha muerto un hijo suyo. ¿Puede haber para una madre algo peor? Lo que no sabe es que no ha muerto. Todavía no sabe, como lo saben estos seres invisibles que se han unido esta noche a nosotros, que la muerte no existe y que, por tanto, verá a su hijo más glorioso aún de lo que jamás lo vio. ¡A vosotros os corresponde expresárselo con vuestra alegría! ¡Con vuestros gritos de ánimo, con vuestros vivas! La tristeza es un espejismo. ¡La alegría es verdad! Y entonces ocurrirá algo trascendental. Del cielo descenderán los ángeles, a millares. Habrá un baile en las alturas. Ángeles y almas montarán la de Dios. Y no habrá calle ni montaña de Nigüelas donde no canten y retocen. Y todo se llenará de benéfica felicidad. ¡Tenéis que aprovechar para inundaros de ella! ¡Tenéis que absorberla con ansias, a borbotones, como si fuese el chocolate con churros de la mañana de Feria! Será como ponerse por traje a la Fortuna. Desde luego, si esto no se puede hacer en unas fiestas, no son fiestas. ¡Y éstas sí que lo son!

            Por eso no se llaman fiestas, sino “función”. Una función es mucho más que unas fiestas. Fiestas las hay por todo el territorio patrio y allende sus fronteras. Funciones como las de Nigüelas, muy pocas. Hay funciones de teatro, funciones de cine, funciones religiosas… pero la función de Nigüelas las contiene todas. La Función de Nigüelas es rito egipcio, porque la Virgen de las Angustias vela a Cristo muerto como la bella Isis veló a Osiris hasta resucitarlo. Y tiene también un auto de fe, como en los tiempos de la Inquisición, aunque en lugar de los relapsos quema a una zorra. Y conserva también en su Cabalgata las celebraciones festivas barrocas, con su alegría desbordada, sus disfraces, sus chirigotas, y sus expresiones provocativas y salidas de tono. En un tiempo están todos los tiempos. La función de Nigüelas es un holograma. El pasado, el presente y el futuro están en ella. Es como un túnel del tiempo, que nos conduce a la época que queramos. Por eso se han congregado hoy aquí figuras de todos los tiempos. Por eso la fiesta es inmensa, porque no están sólo todos los que son, sino también los que han sido y los que serán. ¡Esto sí que es una función! La función de la vida, el teatro de la vida. La vida es sueño, es decir, función. Así que, al haberme entregado las llaves para abrir semejante portento, soy como el viajero de “La máquina del tiempo”, de George Wells, que va de una época a otra como una pelota de ping-pong. Por tanto, ante todos, voy a darle a la palanca. Y en cuanto le dé a la palanca, quiero que os entreguéis a la maravilla. ¡Mezclaos con los que fueron y con los que serán! ¡Mezclaos con los que son! Vivid este tiempo sin tiempo, lo que le es dado a muy pocos. Entregaos a la pura diversión,  a la fiesta.

Acciono por tanto la palanca. ¡Que comience la función!

 
GREGORIO MORALES
Ayuntamiento de Nigüelas, 14 de septiembre, 2012



miércoles, 12 de septiembre de 2012

LA FUNCIÓN

«El viernes seré un agujero negro: todos los tiempos estarán en mí»
 
En la Sala de Plenos del Ayuntamiento de Nigüelas, junto a la alcaldesa (en el centro), tras el pregón de Fernando de Villena en septiembre de 2010. De izda. a dcha.: Ángel Moyano, Pilar Gutiérrez, Mari Trini Tapia, José Lupiáñez, Gregorio Morales, Rita Rodríguez, Fernando de Villena, José Gutiérrez, Antonio Enrique e Ignacio Fernández-Dougnac (click en la foto para ampliar
 
La función de Nigüelas
 
Esta semana comienza la función. ¡Qué hermoso modo de llamar a unas fiestas! Las palabras van y vienen, y a veces se pierden, y otras veces uno las encuentra en el sitio más insospechado. Yo me he topado en Nigüelas con “la función”, y es como si hubiera recuperado una joya perdida. ¡Hay tantas! ¡Qué difícil es acopiar el tesoro completo de una lengua! Siempre se escapan matices, términos, construcciones, dichos.
Lo más bello de esta vida es gratis: la amistad, el amor, las montañas, el lenguaje. Justamente por ello requieren atención y esfuerzo: la amistad hay que cultivarla, el amor exige reciprocidad, las montañas deben ser ascendidas, el lenguaje ha de ser escuchado y leído. Cada vez que uno rescata una nueva palabra o una nueva acepción es como si alcanzara una cima o lo embargase un nuevo amor. El resultado son la plenitud y la dicha.
 La palabra función se utiliza comúnmente para referirse a espectáculos cinematográficos o teatrales, aunque una de las acepciones del Diccionario de la Lengua es “fiesta mayor de un pueblo o festejo particular de ella”. Nigüelas ha hecho que una palabra habitual se me torne mágica; que una palabra que identificaba con teatros y salas de cine, se pierda en la noche de los tiempos; que me vengan con ella otros recuerdos, otros sabores, otras costumbres.
¡Qué inmenso poder tienen las palabras! No se pierden nunca. Aunque desaparezcan o su significado se estreche, siempre queda prendido un matiz a alguna parte, como la función ha quedado prendida a Nigüelas. Se pueden quemar libros, se puede incinerar a los pensadores, pero las ideas permanecen en las palabras, que no son meras palabras, porque, al igual que un átomo encierra la historia del Universo, cada palabra porta la historia de la humanidad.
Cuando pronuncio “función” para referirme a unas fiestas, me llega el Barroco. ¡No como recuerdo, sino como vivencia! Oficios religiosos, autos de fe, obscenas chaconas… De todo ello tiene la función de Nigüelas: una procesión con su Isis llorando a Osiris muerto (nuestras vírgenes no son sino Isis cristianizadas); una quema de la zorra por sus muchas culpas, chivo expiatorio de la comunidad, como los relapsos de la Inquisición; y una Cabalgata en la que, cual reata de cómicos, bullen los jóvenes con los más inimaginables disfraces. ¡Nada ha cambiado!
La emperatriz de Nigüelas me ha ordenado hacer de Sumo Sacerdote en la apertura de la función de este año, y acato sus inmarcesibles designios, aunque los llevaré a cabo como un agujero negro: todos los tiempos estarán en mí. Porque ante tan seductora palabra, ante su pérdida y hallazgo en Nigüelas, no podré sino estar arrobado por quienes la hicieron nacer y por quienes la mantienen viva. Consecuentemente, el viernes gritaré con voz de Moisés desde la montaña: “¡Descorred el telón! ¡Que comience la función!”.
 
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 11 de septiembre, 2012
 


martes, 4 de septiembre de 2012

LOS ESMATFONIOS

«Sagrado corazón de mi Smartphone, en ti confío»

Santa Teresa, transida por un Smart Phone
Los esmatfonios
 
Una nueva religión ha descendido sobre el mundo. No existe una fe tan potente, tan masivamente seguida. ¡Cómo nos embarga el Esmatfonismo! Los esmatfonios somos multitud. Nuestro Dios es el Smartphone o teléfono móvil. A su inteligencia divina le rezamos cada diez minutos. Nuestra primera y última mirada del día va hacia él. “¡Sagrado corazón de mi Smartphone, en ti confío!”.
            Antes se rendía culto a lo sobrenatural. Ahora, a las conexiones inalámbricas. El teléfono es nuestra medalla religiosa. Siempre lo llevamos junto al corazón. Unas pocas horas sin nuestro exvoto, nos parecen la eternidad misma. Antes, la gente cesaba su tarea al mediodía para rezar. Nosotros, que somos inmensamente más religiosos, le rezamos veinte veces a la hora. No hay acto que no interrumpamos arrobados por la visión de su brillante y todopoderoso ojo. Lo adoramos en el cine, conduciendo, alimentándonos, en una fiesta, trabajando, leyendo, viendo la tele.
            Podemos estar con el más íntimo de nuestros amigos, en la más absorbente charla, que nuestro Dios tiene prioridad. ¡Seríamos unos desalmados si no fuese así! Le rezamos a Smartphone para todo: para pagar, para hacer fotos, para mostrar imágenes, para guardar documentos, para escribir textos, para informarnos. Con un fervor rescatado de la Edad Media, todo lo vemos transido de él. Hacemos nuestras necesidades con Smartphone, viajamos con él, amamos mirándolo de reojo. Es como el Cristo de Dalí. Preside nuestras casas como un ara sagrada, domina sobre nuestros corazones y nuestras mentes.
            ¡Qué maravillosamente desaparece el pagano mundo ante nuestro Dios! ¡Qué dulcemente secuestra nuestros sentidos! En lugar de la intuición, utilizamos las redes sociales. Si queremos encontrarnos con alguien, pasamos de encomendarlo a la casualidad. ¡Se lo pedimos a Smartphone! Lo de orientarnos por nosotros mismos también es impío. El Esmatfonismo manda que nos abismemos en el GPS, que es la voz de Dios conduciéndonos desde el Sinaí. Tampoco nos permitimos ver la desnaturalizada sociedad que tenemos delante. Nos protegemos poniendo por medio a Smartphone, bien para fotografiarla, bien para que nos las describa vía Google Earth.
            ¡Hasta recuerda por nosotros! Cuando le pregunto a otro esmatfonio qué ha visto o dónde ha estado, me pone al Omnipotente delante. ¡Bendito Dios que nos libera de nosotros mismos! Por él, hemos encontrado la beatitud. Como los antiguos, que no salían a la calle sin escapulario, nosotros, si olvidamos a nuestro Dios en casa, somos presa del pánico. ¡Ni un segundo sin su latido!
            El Esmatfonismo está llamado a acabar con las guerras. Ya no son necesarios ni soldados ni bombas para neutralizar a una nación hostil: basta con incautar los móviles a la población. Y se arrodillarán y harán lo que les digas con tal de que se los devuelvas.
¡Gloria a ti, Smartphone! ¡Tu fe nos salva del mundanal ruido, de sus zafias tentaciones, de sus diabólicos apetitos, de sus carnales criaturas!
 
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 4 de septiembre, 2012