martes, 4 de octubre de 2011

APAGAD LA LUZ

«La luz engendra monstruos.
La noche engendra belleza»

Perfecta alianza de luces y sombras, de realidad y misterio (Goya, Francisco de Borja y el moribundo impenitente)
 Apagad la luz

¡Apagad la luz! Hay exceso de iluminación. Traicionáis las sombras y, con ellas, el misterio. Nunca el mundo ha sido tan plano. No porque haya que oscurecerlo para que parezca misterioso, sino porque en las tinieblas emergen nuestros pensamientos misteriosos.
La luz engendra monstruos. La noche engendra belleza. Con tanta luz, el siglo XXI es un siglo deforme. ¡Apagad las televisiones! ¡Y los móviles! ¡Y los ordenadores! Y entonces saldrá a flote vuestra luz interior. Y os daréis cuenta de que es más hermosa que el más hermoso de los programas prime time.
Tenéis miedo de vuestra imaginación. Y el resultado es un siglo manido y chato. Nunca como ahora los tópicos han sido tan fuertes. Y el arte y la música y la literatura tan estereotipados.
Hubo otros siglos que no tuvieron tanta luz. Siglos con la proporción justa de luces y tinieblas y que, por tanto, podían entregarse por igual a lo apolíneo y a lo dionisíaco. Fueron los más bellos siglos de la humanidad. No hay más que ver su arte, leer su literatura, escuchar su música. El siglo XVIII fue uno de ellos. No sólo fue el siglo de Werther, esa extraña alianza entre lo antiguo y lo moderno. También fue el siglo de la música más sublime, aquella que, al escucharla, vibras de amor y te deshaces de emoción.
La luz nos ha dado el rock and roll. La umbría, el barroco. De la luz, viene la mediocridad de Picasso. De las sombras, la genialidad de Goya. No puede haber arte ni literatura ni música ni vida sin sombras. ¿Por qué las erradicáis? ¿Hay algo más bárbaro que un palacio iluminado? ¿Que una catedral iluminada? ¿Por qué no dejáis que los ilumine la luna? ¿Y que cuando no haya luna se hundan en las sombras?
Habéis crecido con la televisión y sólo veis el mundo como una postal. Vuestro canon son los colorines. En otros siglos, fue el alma. Fue la hondura. Fue el claroscuro. Fue la vibración única e irrepetible de la melodía interior. Pero para vosotros sólo existe el cerebro. ¿Cómo no vais a iluminarlo todo? ¿Cómo no convertirlo todo en un paisaje al pastel?
¡Apagad la luz, encended la linterna interior y miraos a vosotros mismos! Sois mil veces más interesantes que la morralla glamurosa que os muestra la televisión. Ahí estáis, pegados a la pantalla, absorbiendo el critiqueo de turno, mientras escamoteáis vuestra propia vida. Sabéis más de la Preysler o de la Thyssen o de la Alba que de vosotros mismos.
Estáis sojuzgados por las apariencias. Seguro que al miraros en el espejo os maldecís porque vuestra imagen no coincide con la que iluminan los focos. Si os conocierais en algo, ¡os amaríais tan intensamente! Pero para eso deberíais ser rebeldes. Deberíais indignaros. Deberíais apagar la luz y entrar en las sombras.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 4 de octubre, 2011

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