martes, 7 de octubre de 2014

CALÍGULA

«Joaquín Vida torna hacia nosotros el siniestro espejo de Calígula» 

Javier Collado Goyanes interpreta a Calígula en el montaje y dirección de la genial obra de Camus por Joaquín Vida (web Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa

Calígula 

Mientras veo en el madrileño teatro Fernán Gómez la versión de Calígula que ha montado el veterano director granadino Joaquín Vida, no puedo evadirme de la España presente. Vida ha puesto en escena esta obra precisamente por ello. Y lo ha conseguido, encima sin saltarse una coma del genial texto de Camus. Tan genial que puede aplicarse a cualquier autócrata que ponga la razón por encima de las leyes. En nombre de esa razón, Franco se sublevó contra un gobierno legítimo. Fue la misma razón que llevó a tantos millones de personas a los hornos crematorios y a los Gulags. Insuflados de esa razón, Mas y Junqueras dinamitan España.
            Sigo la obra con angustia y, en el personaje de Calígula, veo por tanto a Artur Mas, y, en la corte de Calígula, a los corifeos de Artur Mas. Es legítimo que una sociedad quiera un referéndum, pero no es legítimo romper las leyes. Si se hace ahora, ¿por qué no hacerlo en el futuro siempre que haya un cambio de opinión? La desobediencia civil como ley.
Mas es Calígula invocando el poder de la razón sobre las leyes democráticas, rompiendo caprichosamente las leyes en nombre de su ideal cargado de razón,  alentando a todo un pueblo a la desobediencia y llevándolo directamente a la injusticia. Mas camina como Calígula hacia la tragedia y, conforme se aproxima, su razón se hace más jactanciosa, más mesiánica, más alejada de la realidad, por lo que los catalanes irán comprendiendo que esa repetida promesa de poseer la Luna es una quimera y que, en aras de su imposible consecución, perecerán todos. Y al igual que Calígula comienza a estorbar, Mas ha comenzado a estorbar a gran parte de su pueblo. ¡Él, que va directo a morir como el emperador romano! Escalofriante final en el que, tras haber recibido las puñaladas de sus cortesanos, Calígula exclama agonizante: “¡Todavía estoy vivo!”. Entre estertores, Mas dirá: “¡Todavía estoy vivo! ¡Luego sentencien lo que sentencien habrá referéndum”.
            Siguiendo su razón, Calígula agita, turba, juega y se sirve de los más hondos sentimientos de los ciudadanos. Lo mismo que ha hecho Mas al tornar un trozo de España modelo de convivencia y trabajo en una esquizofrénica babel. “No se puede dar marcha atrás. Hay que proseguir hasta que todo se haya consumado”, afirma sombrío Calígula. Mas podría repetir sus palabras. “Qué amargo es tener razón y tener que proseguir hasta el final”, vuelve a decir Calígula. No quedaría extraño en boca de Mas.
            Joaquín Vida ya estrenó la obra en Granada y otros puntos de España, pero no debería parar, su montaje debería verse una y otra vez, espejo que deja claro que cuando se invocan fuerzas superiores a las leyes democráticas, lo que hay a la salida es siempre una dictadura, el capricho elevado a razón, la genuflexión convertida en norma. De ahí que las palabras de Mas y Junqueras no sólo calquen a Calígula. Calcan los argumentos con que Franco justificó su deslealtad a la República.
            En las épocas de peligro y por los caminos más diversos, los creadores conjuran el futuro. Como ha hecho Joaquín Vida tornando hacia nosotros el siniestro espejo de Calígula. La independencia de Cataluña es legítima. Pero no lo es que Calígula nos estrangule con la soga de su razón.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 7 de octubre, 2014

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