miércoles, 4 de julio de 2012

MIRONES

«Igual que hay banderas azules en las playas, debe haber banderas encarnadas donde imperan los mirones»

Mirón en una playa (foto de Planetamarto)
Mirones

Si España es una potencia futbolística, Granada es una potencia voyeur. Nuestros mirones son los mejores del mundo. Te vas a una playa local y lo comprendes: no quitan ojo. Y no es que miren a las beldades y apolos que se pasean por la arena, que por supuesto, sino que lo miran todo: cómo te sientas, qué dices, qué comes, cuánto te bañas. Lo único que no miran es el libro que lees. ¡Hay que ser discretos, hombre!
Una medalla de honor habría que ponerles a estos mirones. Tú te vas a una playa de Málaga y ves que cada cual va a su rollo; que puedes hacer cabriolas sobre la arena y no clavan en ti ni una triste pupila. ¡Serán abúlicos! Ignoran que la salsa son los mirones. Por eso, las únicas playas que conservan su sabor son las de Granada.
Tenemos mirones de todo tipo. El señor barrigudo espía de reojo a las jovencitas; cuando pilla a una en topless, parece un autómata, porque vuelve una y otra vez hacia ella un rostro disfrazado de jugador de póker. La jovencita mira al cachas depilado, con músculos repletos de anabolizantes y bañador hasta los talones. Los cachas se miran a sí mismos, deslumbrados por su hercúlea figura. Las señoras miran a los figurines masculinos y los comparan con la fofez de sus maridos. Las jais que sestean indolentes en topless, miran molestas a los que las miran. ¡Todo es una sinfonía de miradas! Es a lo que se va. ¿A descansar? ¡Puaf! ¿A refrescarse? ¡Puaf! Se va para que te miren y poder mirar.
            También miran en otras latitudes. Según una encuesta de TIME, uno de cada cinco norteamericanos admite regodearse mirando en playas y piscinas. Pongamos que otro más de esos cinco no se atreve a confesarlo. Así que, de cada cinco, podría haber dos mirones. ¡Ridiculeces para quienes se bañan en el Sotillo, Calahonda, La Charca, Velilla o San Cristóbal! En estas playas, de cada cinco personas, miran diez ojos. ¡Para que aprendan en el extranjero!
Igual que se conceden banderas azules a las buenas playas, deberían concederse banderas rojo chillón a aquellas donde imperan los mirones. “Pepe, ¿nos vamos a Torremolinos?”, pregunta la señora. “¡No, que no tiene bandera encarnada!”, responde su santo. Una buena playa debe lucir una bandera azul y otra encarnada. Si no, ¡se queda uno en la bañera!
            A los foráneos, nuestros mirones les pueden parecer tan dulzones, empalagosos y tercos como moscardones, ¡pero es que no están acostumbrados! Cuando se habitúan, los sienten como un masaje dado por un ejército de tábanos. ¡Casi na!
¡Larga vida a los mirones! Un pueblo que no es voyeur no es un pueblo. Yo desde luego, me quedo en nuestras playas. No necesitas ni hacerte fotos ¡porque te retratan tantos ojos! Ahorro de energía. ¡Y, encima, cine gratis!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 3 de julio, 2012 

1 comentario:

  1. jejeje, imagino que en las playas clave brasileñas como itapoa, sucederán estas cosas, y más...

    ResponderEliminar

Comenta este texto