martes, 13 de septiembre de 2011

EN LA PALMA DE LA MANO

«Prefiero la ciudad de los cielos a la de
los rascacielos. El aeropuerto me lleva a
la última. Las montañas, a la primera» 
 
 Varias sierras en la palma de la mano

En la palma de la mano 

Lo más bello de Granada, la Granada intemporal, aquella por la que no ha pasado el tiempo, cabe en la palma de la mano. ¡Qué prodigio abarcar de una sola mirada lo más hermoso de una tierra!
La maravilla sucedió el pasado miércoles transitando la cañada del Sereno, en la Sierra de Huétor. A la izquierda, Sierra Nevada, maciza, añil, desnuda contra el cielo azul. Nunca como desde aquí he divisado tan nítidamente su inmensa y grácil extensión, con sus emblemáticos Veleta, Mulhacén, Alcazaba… Finales de un tórrido verano y aún había nieve en los ventisqueros. Al fondo, a la derecha, lila, desvaída como un suave dibujo a pastel, la Sierra de Tejeda, con el Lucero y el puerto de Frigiliana, ruta hacia Málaga. A mis espaldas, rodeándome entre tupidos bosques, la Sierra de Huétor y la de la Alfaguara y la de Arana…
¡Todo ante mí, en una única ojeada! Sin rastros de civilización, sin gente, con el puro sonido de la montaña. La belleza es tan irresistible que siento deseos de saltar, de gritar, de expresar la plenitud que me embarga. No hay palabras.
¡Es tan bella Granada! Llevo años recorriendo sus sendas, subiendo a sus montañas, vadeando sus ríos, bebiendo su nieve, y aún me quedan una infinidad de rutas que hacer. Es un mundo entero, un fantástico laberinto, un descubrimiento permanente.
¿Qué necesidad tengo de nada más? ¡Aquí está todo! Siento piedad de quienes buscan lo mismo en pobladas ciudades. Yo fui uno de ellos. Todas las sensaciones, todas las experiencias, todos los alicientes que puedas encontrar en Madrid o en Nueva York, ¡están ya en la montaña! Pero ni Madrid ni Nueva York tienen lo que tiene la montaña. El éxtasis que prodigan las sierras supera con creces cuanto se pueda concebir.
Es hermoso reconocer en la Gran Manzana los edificios que has visto en películas, toparte en un restaurante con la actriz famosa, hablar en un cóctel con el escritor súper ventas, tener al alcance de la noche garitos singulares e inquietantes, pero nada iguala el placer de atravesar montañas y encontrarte en cada recodo una perspectiva nueva, un nuevo olor, un nuevo sonido. Hay algo que vibra en ti cuando domas los montes, los haces tuyos, los nombras, los reconoces y sientes que las bestias antes hostiles te acogen con amor.
Las sierras de Granada están cerradas para muchos y abiertas para pocos porque te exigen esfuerzo, valor, pericia, espíritu aventurero y capacidad de maravilla. Es fácil tomar un avión para Nueva York. Es difícil subir al Picón de Jeres. ¡Pero la perspectiva que ves desde el Empire State es una ridiculez comparada con la del Picón!
Yo he acabado comprendiéndolo: prefiero la ciudad de los cielos a la de los rascacielos. El aeropuerto me lleva a la segunda. Las montañas de Granada, a la primera.
  
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 13 de septiembre, 2011

2 comentarios:

  1. Gregorio, yo vivo enfrente de la montaña.
    A ver si un día os acercáis por aquí.
    Me gustó mucho el vídeo.
    Yo pienso como tú, Granada es maravillosa, eso sí, en Julio y Agosto hay que irse a la Costa.
    Un fuerte abrazo

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  2. Marian, habrá que pasarse por tu casa. Eso sí, las mejores rutas las hemos hecho siempre en julio y agosto. Primero, porque los días son más largos, y puedes andar y andar sin que se haga de noche. Y segundo... justo porque todo el mundo está en la playa. ¿Sabes lo que es andar kilómetros y kilómetros por los lugares más bellos sin encontrar a nadie? Sólo ciervos, ardillas, cabras monteses, zorros, puercos espines... Es como estar en el primer día de la creación.

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