martes, 7 de mayo de 2013

DOÑA QUIJOTE

«España aguarda la emersión de un Quijote mujer»

Seis mujeres audaces. De izda. a derecha y de arriba abajo: Lola Boloix, Rosa Díez, Remedios Murillo, Encarna Ximénez de Cisneros, Esperanza Aguirre y Carmen Chacón
 Doña Quijote 

Qué pasa en España que sólo algunas mujeres son capaces de decir la verdad? Es como si los hombres tuvieran miedo, como si pesase sobre ellos un fardo de desidia y culpabilidad. Allá a donde vas, los más audaces, los que asumen riesgos, son mujeres. Se diría que la crisis del país es la crisis de los hombres. O al revés.
Nunca tanto como ahora el inconsciente colectivo clama por una regeneración. Hay que acometer cientos de reformas impopulares, explosivas, heterodoxas, y no hay diez justos, sino sólo media docena de mujeres sensatas que se atreven a alzar la voz, como Esperanza Aguirre, de visión de águila; o Rosa Díez, que siembra poderosas ideas sin recurrir a peligrosos pesticidas. Ambas son mujeres que se han abierto camino por sí mismas y no a través de cuotas. En otro tiempo, fue el caso de Rosa Aguilar, hoy sometida a la oscura obediencia en la que tan confortablemente se mueven sus congéneres masculinos. Incluso Carmen Chacón, que debe su currículum a la paridad, ha osado decir lo que todos en su partido callan, y para cuyo amilanado silencio se han inventado lo de la “España federal”.
            El país anhela una mujer al frente. Las instituciones, el arte, la literatura, las empresas, necesitan mujeres no aherrojadas como tantos hombres por el miedo y la parálisis de tomar decisiones, quizá drásticas, al principio dolorosas como el veneno homeopático, curativas a la larga no obstante. Los hombres de derechas y de izquierdas se han vuelto conservadores y, en lugar de enfrentar el caos que nos atosiga, se esfuerzan por comportarse suavemente, con caricias, con diplomáticas excusas para no herir, como sensibleros poetas decimonónicos, y tienen de esta forma esclerotizado el ruedo ibérico. Están embotadas la política, la economía, las empresas, la cultura. Todo lo nuevo cae deshecho ante la puerta herrumbrosa de estos hombres desmayados y pusilánimes.
            En Granada, allá donde hay un atisbo de renovación o un destello de inconformismo hay una mujer, como Encarna Ximénez de Cisneros, que ha revitalizado la Asociación de la Prensa. O en los movimientos cívicos, Remedios Murillo, lúcida cargada de contundente razón, zaheridora de la desidia provinciana; o Lola Boloix, desde el bajo Albaicín, convertida en espíritu de resistencia de un barrio que rechaza el saqueo.
            Los hombres están exhaustos y cansados. Como ocurre con los partidos que ostentan el poder más tiempo del necesario, es urgente un relevo, se necesita una presidenta, muchas presidentas, pero no de las que han entrado en la cosa pública por cortesía legislativa, sino de las que han andado por la cuerda floja sin protección y no deben por tanto obediencia al varón de turno.
            Cuando en la República se reclamaba el voto para las mujeres, la izquierda temía su conservadurismo. Hoy, incluso las mujeres de derechas son heterodoxas e insumisas. Con los hombres aletargados en sus cuarteles de invierno, España aguarda la emersión de un Quijote mujer.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 7 de mayo, 2013

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