martes, 1 de abril de 2014

BAJO EL COLCHÓN

«¿Llamamos a los bomberos para que retiren las inmundicias y repartan los billetes?» 

Una de las paredes del estudio de Sorolla en Madrid, donde son perceptibles abajo y de izquierda a derecha el Cuarto Dorado, el Patio de los Arrayanes y el Mirador de Lindaraja. Foto: Gregorio Morales 
Bajo el colchón

Una ciudad puede haber tenido otros mundos, cientos, miles de mundos, pero si estos no caben en la cabeza de sus ciudadanos, si viven con anteojeras en el más limitado de los universos, entonces es como el que pide limosna teniendo millones bajo el colchón. Granada tiene millones bajo el colchón, pero los granadinos se sienten pobres y piden a manos llenas, aunque sus requisitorias se suelen perder donde Cristo dio las tres voces. ¿Por qué no echar entonces mano de los inmensos ahorros?
Circula por ejemplo el billete Federico García Lorca, y sin duda que el peso del nombre en Granada vale un Potosí, pero hay otras gemas de idéntica belleza y valor que no circulan, y lo que no circula desaparece, o peor aún, se pudre. El dinero bajo los colchones siempre tiene un olor a remanido, a vetusto, a saín, por lo que va parejo a la avaricia y a la falta de higiene.
¡Que entre el aire! Visito el estudio de Sorolla en Madrid y me encuentro que hay cuadros de la Alhambra presidiéndolo, lo que no es casualidad, porque todo está milimetrado en esta casa del otrora paseo del Obelisco donde el valenciano plasmó sus más íntimos sueños. Cierto, en el 2012 hubo una magistral exposición suya en el Museo de Bellas Artes, “Jardines de luz”, pero no dejó huella en la memoria colectiva como no dejó aquella otra que mostraba la pasión de Matisse por la cerámica y tapicerías granadinas. ¡Lo universal se mete bajo el colchón y deja de circular!
Esta ciudad, que llegó a ser la más populosa de Europa y a la que Carlos V paladeó como posible capital de Occidente, se ve a sí misma con míseros y miopes ojos. También vivió aquí y plasmó lo mejor de sus versos el carmelita Juan de la Cruz, uno de nuestros poetas más conocidos universalmente aunque no se lea en España, pero casi parece que estuvo de turismo y que se marchó sin dejar huella, hasta tal punto está aplastado bajo la borra del voraz colchón que se lo traga todo. Y tiene que venir gente de fuera a recordarnos el esplendor rateado, como esa ruta turística que se acaba de inaugurar por los pasos de Teresa de Jesús, y que ha querido contar con Granada, no porque aquella mujer que escribía un sabroso y riquísimo castellano estuviera aquí, sino porque estuvo su lugarteniente, uno de los mejores poetas de todos los tiempos.
¿Cuántos hechos, acaeceres, figuras y movimientos no agonizan infectados bajo el pútrido colchón? Sólo les han permitido zafarse a la Alhambra, la Sierra y García Lorca. Acogotado por la lana hedionda del jergón queda lo más ilustre de nuestra historia. Y lo más singular de la actualidad. Es como esas familias venidas a menos a las que les duele recordar sus esplendores y se abisman en una herida soledad.
¿Maldición por haber rozado la grandeza? ¡Hay que romperla de una vez! Mientras tanto deben venir de fuera personas libres y generosas para que levantemos parte del catre bajo el que se esconden la luz, el mérito y la gloria. El síndrome de Diógenes, ni más ni menos. ¿Llamamos entonces a los bomberos para que retiren las inmundicias y repartan a manos llenas los billetes?

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 1 de abril, 2014

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