martes, 26 de agosto de 2014

LOS ARBORICIDAS DE SIERRA NEVADA

«No me creo que el fuego de Cenes haya sido causado por un rito» 

El fuego se acerca peligrosamente a las casas de Cenes (Granada) en el incendio declarado el  22 de julio de 2014 (Foto: IDEAL

Los arboricidas de Sierra Nevada 

No me creo que el fuego de Cenes haya sido causado por un rito. En junio de 2005, se esgrimió la misma razón para las llamas que asolaron El Toril. ¡Y todo porque encontraron “fruta cortada de un modo que no es normal y con miel por debajo”! ¡Qué casualidad! Como que en los dos puntos del incendio de Cenes hubiera ceremonia religiosa, en los dos dejaran velas y ambas no estuviesen bien apagadas. No da ni para una mala novela.
¿Por qué este interés en que el incendio parezca accidental? Estoy convencido de que es provocado, como posiblemente lo son los dos que le han precedido este año, y el que se declaró el año pasado cerca del Aquaola, y el que el año anterior carbonizó la Fuente de la Bicha, y los nueve que se declararon sucesivamente desde 2001 hasta 2010.
O Cenes tiene mala suerte o en sus bosques se agazapan movimientos extraños y oscuros intereses que no son precisamente los del vudú. No digo que esa cera y esas cerámicas no estuvieran donde las han encontrado, pero, si estaban allí, es porque las pusieron pensando ya en la investigación. Y quienes las pusieron recordaban sin duda la patraña del incendio de Dílar y les pareció magnífica para escamotear la fechoría. Ahora que no todos pueden recordar tras nueve años aquella fabulación de la que hasta se excusó el delegado de Medio Ambiente, pero los culpables sí, y eso es por algo. A buen entendedor…
Pertrechado de la más estricta racionalidad, pues, dilucido quiénes se amparan bajo el incendio y la patraña naïf de su origen, dejando claro que no tengo datos distintos de los que todo el mundo conoce, y que lo que formulo son las especulaciones que sugieren las evidencias. Estoy convencido de que, tras estos quince años de incendios continuos, hay varias personas, bien organizadas, que planifican y ejecutan con minuciosidad sus crímenes. Viven seguramente en Cenes y, aprovechando la cercanía de la localidad con el monte, prenden fuego sin trasponer sus lindes, ya que, debido al natural movimiento de los vecinos, pasan desapercibidos. Por ello no han encendido nunca sus siniestras chispas fuera de la localidad.
¿Qué ganan? Algo contante y sonante, y este es otro dato para identificarlos. Quieren el beneficio económico que les reporta el incendio. Y aunque se muestran inofensivos con sus vecinos, son peligrosos. Al igual que cualquier mafia. Y probablemente, con tanto tiempo de impunidad, han articulado una verdadera mafia en torno.
La tosca añagaza del vudú revela por contraposición la verdad. Es el momento de que Cenes descanse de una vez de este maltrato abrasador. El momento de rasgar el velo bajo el que se amparan unos desalmados. La probada inteligencia de las fuerzas del orden tiene que vencer las ingenuas apariencias. Es tiempo de audacia, que es a lo que más temen los criminales, tiempo de hacer jirones los trajes de camuflaje y señalar a estos cafres que sólo merecen tener como vecinos a otros facinerosos como ellos, y, como paisaje, no las bellas montañas de Cenes, sino las tristes rejas. Es el momento de que los arboricidas de Sierra Nevada formen parte de la Historia lamentable de este país, pero no de su presente, que debe estar lleno de montes creciendo en libertad sin la celtíbera cerilla cainita.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 26 de agosto, 2014

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