Una turbadora y bellísima
Valentine de Saint-Point
Tras su Manifiesto de la Mujer Futurista (1912), la escritora y artista multidisciplinar Valentine de Saint-Point publicó en 1913 el Manifiesto Futurista de la Lujuria. Aunque disiento de él en no pocos aspectos, lo reproduzco por su carácter políticamente incorrecto, con el secreto deseo de escandalizar a los beatos contemporáneos que, con sus sacras indignaciones y sus leyes dementes, pretenden poner un bozal a la libertad de expresión. ¡Cuánta heterodoxia llena de oxígeno nos trae esta aguerrida mujer futurista!
MANIFIESTO FUTURISTA DE LA LUJURIA
Respuesta a los periodistas deshonestos que mutilan las
frases para ridiculizar la idea; a las mujeres que piensan lo
que yo me he atrevido a decir; a aquellas para las que la
Lujuria sigue siendo solamente un pecado; a todos los que en
la Lujuria llegan sólo al Vicio; y en el Orgullo, sólo a la
Vanidad.
frases para ridiculizar la idea; a las mujeres que piensan lo
que yo me he atrevido a decir; a aquellas para las que la
Lujuria sigue siendo solamente un pecado; a todos los que en
la Lujuria llegan sólo al Vicio; y en el Orgullo, sólo a la
Vanidad.
La lujuria, entendida fuera de todo concepto moral y como elemento esencial de dinamismo de
la vida, es una fuerza.
Para una estirpe fuerte, la lujuria, al igual que el orgullo, no es un pecado capital. Al igual que
el orgullo, la lujuria es una virtud estimulante, un fuego del que se nutren las energías.
La lujuria es la expresión de un ser proyectado más allá de sí mismo; es el gozo doloroso de una
carne que ha llegado al culmen, el dolor gozoso de una exuberancia; es la unión carnal, más allá de
los secretos que unifican a los seres; es la síntesis sensorial y sensual de un ser que quiere hacer más
libre su espíritu; es una partícula de humanidad que entra en comunicación con toda la sensualidad
de la tierra; es el estremecimiento imprevisto de un fragmento de la tierra.
La lujuria es la búsqueda carnal de lo desconocido, como la cerebralidad es la búsqueda
espiritual. La lujuria es el gesto de crear, y es la creación.
La carne crea, como crea el espíritu. Ante el Universo, su creación es igual. Una no es superior
a la otra. Y la creación espiritual depende de la creación carnal.
Nosotros tenemos un cuerpo y un espíritu. Reprimir uno para expandir el otro es prueba de
debilidad, y un error. Un ser fuerte debe realizar todas sus posibilidades carnales y espirituales. La
lujuria es un tributo a los conquistadores. Tras una batalla en la que han muerto hombres, es normal
que los victoriosos, seleccionados por la guerra, se vean impelidos, en la tierra conquistada, hasta el
estupro para recrear la vida.
Después de las batallas, los soldados aman la voluptuosidad, en la que se relajan, para
renovarse, las energías en continuo asalto. El héroe moderno, no importa en qué campo actúe, siente
el mismo deseo y el mismo placer. El artista, gran médium universal, tiene la misma necesidad.
Incluso la exaltación de los espíritus iluminados de religiones nuevas, que sienten todavía la
tentación de lo desconocido, no es sino una sensualidad espiritualmente desviada hacia una sagrada
imagen femenina.
El arte y la guerra son las grandes manifestaciones de la sensualidad; de ellas florece la lujuria.
Un pueblo exclusivamente espiritual y un pueblo exclusivamente lujurioso caerían igualmente en la
esterilidad.
La lujuria estimula las energías y desencadena las fuerzas. Ella empujaba implacablemente a los
hombres primitivos a la victoria, por el orgullo de llevar a la mujer los trofeos de los vencidos. Ella
empuja hoy a los grandes hombres de negocios que gobiernan la banca, la prensa y los tráficos
internacionales a multiplicar el oro, creando núcleos, utilizando energías, exaltando a las multitudes
para adornar, enriquecer y magnificar el objeto de su lujuria.
Estos hombres, sobrecargados de obligaciones pero fuertes, encuentran tiempo para la lujuria,
motor principal de sus acciones y de las consiguientes reacciones que repercuten sobre una
pluralidad de gentes y de mundos.
También en los pueblos nuevos, cuya lujuria todavía no se ha liberado ni se ha declarado
abiertamente, que no poseen la brutalidad primitiva ni el refinamiento de las civilizaciones antiguas,
la mujer es la gran promotora, a la que todo se ofrece. El culto discreto que el hombre le tributa no
es más que el impulso aún inconsciente de una lujuria adormecida. En estos pueblos, como también,
por diferentes motivos, en los pueblos nórdicos, la lujuria es casi exclusivamente procreadora. Pero
se definan como se definan, normales o anormales, los aspectos bajo los que se manifiesta, la lujuria
es siempre la suprema incitadora.
La vida brutal, la vida enérgica, la vida espiritual, llega en un momento en que exigen una
tregua. El esfuerzo por el esfuerzo acaba derivando en el esfuerzo del placer. Lejos de hacerse daño
mutuamente, realizan plenamente un ser completo.
Para los héroes, para los creadores espirituales, para los dominadores de cualquier campo, la
lujuria es la exaltación magnífica de su fuerza: para todo ser, es una motivación a superarse, con el
simple intento de emerger, de ser notado, de ser escogido, de ser elegido.
Sólo la moral cristiana, tomando el lugar de la pagana, fue desventuradamente inducida a
considerar la lujuria como una debilidad. De este gozo sano que es la plena exuberancia de una
carne potente ella ha hecho una vergüenza que hay que esconder, un vicio del que hay que renegar.
La ha cubierto de hipocresía; y de ese modo la ha convertido en pecado.
Dejemos de burlarnos del deseo, esta atracción, sutil y brutal al mismo tiempo, de dos carnes,
no importa el sexo que sean, de dos carnes que se desean, que tienden a ser una sola. Dejemos de
burlarnos del deseo disfrazándolo bajo los lamentables y piadosos despojos de la vieja y estéril
sentimentalidad. No es la lujuria la que desagrega, disuelve y aniquila, sino las hipnotizantes
complicaciones del sentimentalismo, los celos artificiosos, las palabras que embriagan y engañan, el
patetismo de las separaciones y de las fidelidades eternas, las nostalgias literarias; todo el
histrionismo del amor.
¡Destruyamos las siniestras baratijas románticas, las margaritas deshojadas, los dúos bajo la
luna, los falsos pudores hipócritas! Que los seres aproximados por una atracción física, en lugar de
hablar exclusivamente de sus frágiles corazones, osen expresar sus deseos, las preferencias de sus
cuerpos, pregustando las posibilidades de gozo o de ilusión de su futura unión carnal.
El pudor físico, por su naturaleza variable según los tiempos y los países, tiene sólo el efímero
valor de una virtud social.
Es preciso ser conscientes ante la lujuria. Es preciso hacer de la lujuria lo que un ser inteligente
y refinado hace de sí mismo y de su propia vida. Es preciso hacer de la lujuria una obra de arte.
Fingir inconsciencia o desfallecimiento para explicar un gesto de amor es hipocresía, debilidad o
estupidez. Es preciso desear conscientemente una carne, como se desea cualquier otra cosa.
En lugar de darse y tomarse (por flechazo, delirio o inconsciencia) como seres multiplicados
por las inevitables desilusiones del imprevisible mañana, es necesario escoger sobriamente. Es
necesario, guiados por la intuición y la voluntad, valorar las sensibilidades y las sensualidades,
emparejando y culminando sólo aquellas que pueden completarse y exaltarse. Con la misma
conciencia y la misma voluntad directora, es necesario llevar el gozo de este emparejamiento a su
paroxismo, desarrollar todas sus posibilidades y hacer florecer plenamente el germen de las carnes
unidas. Es necesario transformar la lujuria en una obra de arte, hecha, como toda obra de arte, de
instinto y de consciencia.
Es preciso despojar a la lujuria de todas las veladuras sentimentales que la deforman. Sólo por
la vileza se la ha cubierto con todos estos velos, puesto que la sentimentalidad estática colma: en
ella reposamos y nos envilecemos.
En un ser sano y joven, siempre que la lujuria se contrapone a la sentimentalidad, es la lujuria la
que prevalece. Las convenciones sentimentales siguen las modas, la lujuria es perenne. La lujuria
triunfa porque es la exaltación gozosa que empuja al individuo más allá de sí mismo, es el gozo de
la posesión y del dominio, la victoria perpetua de la que renace la perpetua batalla, el deseo de la
conquista más embriagadora y más cierta. Y esta conquista cierta y temporal vuelve a empezar sin
pausa.
La lujuria es una fuerza porque afina el espíritu purificando con el fuego las turbulencias de la
carne. De una carne sana y fuerte, purificada por las caricias, el espítu mana lúcido y claro. Sólo los
débiles y los enfermos se engatusan y envilecen con ella.
La lujuria es una fuerza, porque mata a los débiles y exalta a los fuertes, favoreciendo la
selección.
La lujuria es una fuerza, por último, porque no conduce nunca a la miseria de las cosas seguras
y definitivas, prodigada por la tranquilizante sentimentalidad. La lujuria es una perpetua batalla
nunca del todo ganada. Tras el triunfo pasajero, en el mismo efímero triunfo, aparece la renacida
insatisfacción que, en una voluntad orgiástica, empuja al ser a abrirse, a superarse.
La lujuria es para el cuerpo lo que el ideal es para el espíritu: la magnífica quimera, eternamente
abrazada y nunca capturada, la que los seres jóvenes y ávidos, de ella embriagados, persiguen sin
tregua.
La lujuria es una fuerza.
la vida, es una fuerza.
Para una estirpe fuerte, la lujuria, al igual que el orgullo, no es un pecado capital. Al igual que
el orgullo, la lujuria es una virtud estimulante, un fuego del que se nutren las energías.
La lujuria es la expresión de un ser proyectado más allá de sí mismo; es el gozo doloroso de una
carne que ha llegado al culmen, el dolor gozoso de una exuberancia; es la unión carnal, más allá de
los secretos que unifican a los seres; es la síntesis sensorial y sensual de un ser que quiere hacer más
libre su espíritu; es una partícula de humanidad que entra en comunicación con toda la sensualidad
de la tierra; es el estremecimiento imprevisto de un fragmento de la tierra.
La lujuria es la búsqueda carnal de lo desconocido, como la cerebralidad es la búsqueda
espiritual. La lujuria es el gesto de crear, y es la creación.
La carne crea, como crea el espíritu. Ante el Universo, su creación es igual. Una no es superior
a la otra. Y la creación espiritual depende de la creación carnal.
Nosotros tenemos un cuerpo y un espíritu. Reprimir uno para expandir el otro es prueba de
debilidad, y un error. Un ser fuerte debe realizar todas sus posibilidades carnales y espirituales. La
lujuria es un tributo a los conquistadores. Tras una batalla en la que han muerto hombres, es normal
que los victoriosos, seleccionados por la guerra, se vean impelidos, en la tierra conquistada, hasta el
estupro para recrear la vida.
Después de las batallas, los soldados aman la voluptuosidad, en la que se relajan, para
renovarse, las energías en continuo asalto. El héroe moderno, no importa en qué campo actúe, siente
el mismo deseo y el mismo placer. El artista, gran médium universal, tiene la misma necesidad.
Incluso la exaltación de los espíritus iluminados de religiones nuevas, que sienten todavía la
tentación de lo desconocido, no es sino una sensualidad espiritualmente desviada hacia una sagrada
imagen femenina.
El arte y la guerra son las grandes manifestaciones de la sensualidad; de ellas florece la lujuria.
Un pueblo exclusivamente espiritual y un pueblo exclusivamente lujurioso caerían igualmente en la
esterilidad.
La lujuria estimula las energías y desencadena las fuerzas. Ella empujaba implacablemente a los
hombres primitivos a la victoria, por el orgullo de llevar a la mujer los trofeos de los vencidos. Ella
empuja hoy a los grandes hombres de negocios que gobiernan la banca, la prensa y los tráficos
internacionales a multiplicar el oro, creando núcleos, utilizando energías, exaltando a las multitudes
para adornar, enriquecer y magnificar el objeto de su lujuria.
Estos hombres, sobrecargados de obligaciones pero fuertes, encuentran tiempo para la lujuria,
motor principal de sus acciones y de las consiguientes reacciones que repercuten sobre una
pluralidad de gentes y de mundos.
También en los pueblos nuevos, cuya lujuria todavía no se ha liberado ni se ha declarado
abiertamente, que no poseen la brutalidad primitiva ni el refinamiento de las civilizaciones antiguas,
la mujer es la gran promotora, a la que todo se ofrece. El culto discreto que el hombre le tributa no
es más que el impulso aún inconsciente de una lujuria adormecida. En estos pueblos, como también,
por diferentes motivos, en los pueblos nórdicos, la lujuria es casi exclusivamente procreadora. Pero
se definan como se definan, normales o anormales, los aspectos bajo los que se manifiesta, la lujuria
es siempre la suprema incitadora.
La vida brutal, la vida enérgica, la vida espiritual, llega en un momento en que exigen una
tregua. El esfuerzo por el esfuerzo acaba derivando en el esfuerzo del placer. Lejos de hacerse daño
mutuamente, realizan plenamente un ser completo.
Para los héroes, para los creadores espirituales, para los dominadores de cualquier campo, la
lujuria es la exaltación magnífica de su fuerza: para todo ser, es una motivación a superarse, con el
simple intento de emerger, de ser notado, de ser escogido, de ser elegido.
Sólo la moral cristiana, tomando el lugar de la pagana, fue desventuradamente inducida a
considerar la lujuria como una debilidad. De este gozo sano que es la plena exuberancia de una
carne potente ella ha hecho una vergüenza que hay que esconder, un vicio del que hay que renegar.
La ha cubierto de hipocresía; y de ese modo la ha convertido en pecado.
Dejemos de burlarnos del deseo, esta atracción, sutil y brutal al mismo tiempo, de dos carnes,
no importa el sexo que sean, de dos carnes que se desean, que tienden a ser una sola. Dejemos de
burlarnos del deseo disfrazándolo bajo los lamentables y piadosos despojos de la vieja y estéril
sentimentalidad. No es la lujuria la que desagrega, disuelve y aniquila, sino las hipnotizantes
complicaciones del sentimentalismo, los celos artificiosos, las palabras que embriagan y engañan, el
patetismo de las separaciones y de las fidelidades eternas, las nostalgias literarias; todo el
histrionismo del amor.
¡Destruyamos las siniestras baratijas románticas, las margaritas deshojadas, los dúos bajo la
luna, los falsos pudores hipócritas! Que los seres aproximados por una atracción física, en lugar de
hablar exclusivamente de sus frágiles corazones, osen expresar sus deseos, las preferencias de sus
cuerpos, pregustando las posibilidades de gozo o de ilusión de su futura unión carnal.
El pudor físico, por su naturaleza variable según los tiempos y los países, tiene sólo el efímero
valor de una virtud social.
Es preciso ser conscientes ante la lujuria. Es preciso hacer de la lujuria lo que un ser inteligente
y refinado hace de sí mismo y de su propia vida. Es preciso hacer de la lujuria una obra de arte.
Fingir inconsciencia o desfallecimiento para explicar un gesto de amor es hipocresía, debilidad o
estupidez. Es preciso desear conscientemente una carne, como se desea cualquier otra cosa.
En lugar de darse y tomarse (por flechazo, delirio o inconsciencia) como seres multiplicados
por las inevitables desilusiones del imprevisible mañana, es necesario escoger sobriamente. Es
necesario, guiados por la intuición y la voluntad, valorar las sensibilidades y las sensualidades,
emparejando y culminando sólo aquellas que pueden completarse y exaltarse. Con la misma
conciencia y la misma voluntad directora, es necesario llevar el gozo de este emparejamiento a su
paroxismo, desarrollar todas sus posibilidades y hacer florecer plenamente el germen de las carnes
unidas. Es necesario transformar la lujuria en una obra de arte, hecha, como toda obra de arte, de
instinto y de consciencia.
Es preciso despojar a la lujuria de todas las veladuras sentimentales que la deforman. Sólo por
la vileza se la ha cubierto con todos estos velos, puesto que la sentimentalidad estática colma: en
ella reposamos y nos envilecemos.
En un ser sano y joven, siempre que la lujuria se contrapone a la sentimentalidad, es la lujuria la
que prevalece. Las convenciones sentimentales siguen las modas, la lujuria es perenne. La lujuria
triunfa porque es la exaltación gozosa que empuja al individuo más allá de sí mismo, es el gozo de
la posesión y del dominio, la victoria perpetua de la que renace la perpetua batalla, el deseo de la
conquista más embriagadora y más cierta. Y esta conquista cierta y temporal vuelve a empezar sin
pausa.
La lujuria es una fuerza porque afina el espíritu purificando con el fuego las turbulencias de la
carne. De una carne sana y fuerte, purificada por las caricias, el espítu mana lúcido y claro. Sólo los
débiles y los enfermos se engatusan y envilecen con ella.
La lujuria es una fuerza, porque mata a los débiles y exalta a los fuertes, favoreciendo la
selección.
La lujuria es una fuerza, por último, porque no conduce nunca a la miseria de las cosas seguras
y definitivas, prodigada por la tranquilizante sentimentalidad. La lujuria es una perpetua batalla
nunca del todo ganada. Tras el triunfo pasajero, en el mismo efímero triunfo, aparece la renacida
insatisfacción que, en una voluntad orgiástica, empuja al ser a abrirse, a superarse.
La lujuria es para el cuerpo lo que el ideal es para el espíritu: la magnífica quimera, eternamente
abrazada y nunca capturada, la que los seres jóvenes y ávidos, de ella embriagados, persiguen sin
tregua.
La lujuria es una fuerza.
Manifiesto futurista de la Lujuria. Valentine de Saint-Point.
París, 11 de enero de 1913.
París, 11 de enero de 1913.
"La lujuria es una fuerza". La soberbia no, don Cesar. Ni vd. ni su querido amigo lecrinés me ofenden, porque no me conocen ¿?, pero yo a vds. sí. Siento mucho que la comida y la bebida del miércoles les sentara tan mal... Y siento -o no- decirle que yo sé quién es mi madre y quién es mi padre o sea que si entre vd. y yo hay un h de p ese no soy yo. Claro que vd., como siempre, a falta de ideas emplea el insulto soez, siquiera sabe utilizar eufemismos. Podría pedirle lecciones al inteligente de su amigo de la Andalucía Oriental¿?
ResponderEliminarSu deseo secreto de escandalizar a los beatos contemporáneos, entre los que me incluyo, no se materializa con ese texto.
ResponderEliminarLa libertad de expresión está por encima de gazmoñerías y guerracivilismos que no tienen otro objeto que confundir a la sociedad.
Los creyentes de hoy no vamos por la calle con velo ni vamos rezando el rosario en los bancos de madera de los legendarios trenes. Los creyentes de hoy respetamos la libertad de expresión, amamos la variedad, respetamos las ideas de los demás y no ponemos el grito en el cielo cuando sale alguna película, imagen, o escena realmente lujuriosa. Es más, si hay que mirar se mira y si hay que verla se ve. Pues dijo nuestro Señor:"No solo de pan vive el hombre", y yo añado:y la mujer.
¿Pero acaso piensas que por ser creyente y practicante en la medida de lo posible, nos vamos a escandalizar por un texto? Cada cual puede ser de lo que quiera, pensar lo que quiera y allá cada con lo suyo, pero no por ello vamos a ir flagelándonos por la calle.
No escandalizas con eso Gregorio, es más leo con detenimiento tus comentarios y te puedo decir que me gustan, que disfruto con ellos y con las lecciones del maestro. En esta vida tan actual y tan nuestra ni todo es blanco ni todo es negro, reducirlo todo a dos bandos contrapuestos estás anulando con ello a la gran mayoría de tonalidades que hay enmedio de esos parámetros.
La lujuria no me escandaliza en absoluto, el hambre, la pobreza, la corrupción política, el descaro y despilfarro del político profesional, la miseria económica, social y cultural; eso es lo que verdaderamente me escandaliza. Las frases ofensivas sin venir a cuento también me escandalizan, al margen de todas las connotaciones políticas. Pero eso es tema de un artículo anterior, no de éste.
En el recordatorio de que el sol sale para todos, para los que creen y para los que no creen y que en este mundo cabemos todos y todas.
Feliz Navidad a todos.
¿Qué decir a tu magnífico comentario, Ana? Tus palabras son hermosas. Y, además, una lección. Una lección de la Maestra, en este caso. Cuánto me alegra comprobar personalmente la amplitud de miras. Me hace feliz porque un mundo estrecho y pacato resulta insoportable. Gracias por este regalo, al pie del árbol de lo invisible. ¡Feliz Navidad!
ResponderEliminarHoy precisamente meditaba en ese "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra...". Es grande esa frase porque el Jefe no dijo "no vive de pan el hombre, sino...", dijo "no sólo de pan...", es decir que el pan también es necesario. El pan, un poquito de lujuria, es decir, ternura y amor, algo de soberbia y no esa hipócrita humildad que obliga a dar al jefe (con minúscula) la razón en todo, algo de remolona pereza que te permita quedarte en la cama un domingo mañanero, etc. Él mismo reconocía esa necesidad humana. Quizá porque a Él también le picaban los huevos de vez en cuando y se tenía que rascar por debajo de la túnica, porque también cagaba y meaba, y porque, seguro, se refociló sobre alguna mujer por la que sentía una cálida atracción. Y conste que esto no lo dice un creyente sino un agnóstico que simplemente se ha leído el Evangelio como los diálogos platónicos o la Ética de Spinoza. El Evangelio se ha entendido tan mal que a veces da hasta asco. Empiécese por pensar, simplemente, en lo estrambótico de estar meditando en él aprovechando este texto sobre la lujuria. ¡Toma ya!
ResponderEliminarPues sí, maestro, ¡cuánta razón lleva! Nada más que añadir. Todo queda dicho.
ResponderEliminarEl que no da la caRA ES un cobarde que no tiene vergüenza ni dignidad ni decencia. Se aprovecha en el anonimato para insultar e injuriar porque le faltan cojones para dar la cara. Es una mierda y yo no hablo ni discuto con mierdas.No olvidemos que a ningún camino, por bello que sea, le falta una mierda en la orilla. Porque a una mierda se le puede pisar, involuntariamente, porque te impregna con su execrable perfume una parte de su indumentaria. No olvidéis que cuando insulta a personas decentes, como César Girón, que no caben en el Psoe por su decencia, es porque esa mierda es una excreta de un apesebrado al falo del Giraldillo. Lo malo es que la referencia del ser y del orgullo sevillano es UNA VELETA que solamente sirve para denunciar el origén de las ideas, el origen de la razón., el origen del viento fresco que, en las bajezas UNTERAS, solamente respiran naire viciado y se beben la mierda que les baja el RRRío GUA-RRALKIVIR. La culpa,querido amigo Gregorio, es de quién no le ha vetado ya la entrada del Blog.Porque yo hablo con hombres, no con mierdas ni con cobardes.
ResponderEliminarQueridos todos, primeramente no se como poner mi nombre en el blog y por si acaso no sale diré que soy Ana Ruiz. estoy de acuerdo con Gregorio en cuanto a lo de la señora que escribió lo del manifiesto y aunque hay cosas que difiero el hecho es que la mojigateria se rasgue las vestuduras; pero lo que me sorprende tras estar ausente durante varios dias es ese rollo raro que se ha montado por un anónimo que no da la cara y por lo tanto no cuenta, siento si a alguien le sentó mal la cena, estúvo estupenda, los detalles de Gregorio, ese chica tan preciosa de pelo rizado (lo siento no me acuerdo el nombre) que hizo esas tarjetas fué todo un detalle de cariño y eso es lo que importa y no digamos Celia con todo ese montaje tan bonito...disfrutamos juntos aunque no con todos pudimos hablar pero se respiró alegría, claro que si hay alguien amargado por mas alegría que se respire alrededor jamás la percibirá,Leonardo no hagas caso al anónimo pues no ha lugar, alguien invisible es alguien con problemas psicológicos quizás crónicos pero es cierto amigo mio que SEPARAR no ayuda, en todos sitios se cuecen habas y tanto en estas tierras como en aquellas hay buena y mala onda,la separación solo existe para crear rencillas ¿que mas da lo de aquellos entónceres?? ahora es lo que es ¿lo ideal?? que las cosas se reconozcan como lo que son?¿pero acaso se han reconocido cosas mucho mas importantes y mas cercanas ocurridas en España antes y después de 1936?? JAMÁS SE HAN PEDIDO PERDÓN AMBOS BANDOS y jamás descansaremos hasta que todos los muertos sean honrados y "mirados" (reconocidos) todos los que se fueron de esa forma tan horrenda, los de un bando y los del otro. LA POLÍTICA DESUNE para mi política y corrupción van unidos, se que eso es radical pero así es porque TODO AQUEL QUE ACUSA A SU ENEMIGO EN ESTE SE CONVIERTE y al final acaba haciendo lo mismo ¿¿que mas da Sevilla o Granada? si eso sirve para seguir desuniendo al corazón humano es vanidad de vanidades ¿que hay sinverguenzas en la junta??¿¿ acaso no hay sinverguenzas en Granada, en el resto del pais y el el resto del planeta?? LO QUE ME PARECE INCREIBLE ES QUE GENTE CULTA Y ADULTA SE PELÉEN COMO CHIQUILLOS COMO SI DE UN JUEGO DE CANICAS SE TRATARA o una guerra de soldaditos!!! POR EL AMOR DE DIOS!!! que ya pasamos casi todos los 50!!!!
ResponderEliminarFELIZ AÑO NUEVO A TODOS AMIGOS, OS QUIERO Y OS ABRAZO y me da igual si quereis apoyar a una cosa u otra, eso no me afecta para ver dentro de vosotros un poquito de esa alma bonita que todos tenéis que hay que dejar BRILLAR!!!! besos*: ) Ana Ruiz
Ana, estoy casi seguro de que ese tal Anónimo no forma parte de la Tertulia.
ResponderEliminarLeonardo, no puedo vetar comentarios formulados con corrección por más injustos que me parezcan, porque la libertad de expresión está por encima de mi desagrado. No puedo defender en público la libertad de expresión y luego vulnerarla en privado. Por lo demás, cada persona se retrata con sus comentarios y nada negativo puede afectarnos, pues los debeladores sólo consiguen el resultado opuesto. Cuanto más denigran, más fuerza y poder le confieren al denigrado.