miércoles, 7 de noviembre de 2012

EL FLAUTISTA DE HAMELÍN


«Se ha cambiado su tratamiento de flautista de Hamelín por el de Mediador»

El flautista de Hamelín, que ahora se hace llamar mediador, finge llevarse tras de sí a las ratas de la crisis (ilustración: Guille
 
El flautista de Hamelín
 
Acecha los comercios de Granada, aunque, para mejor acomodarse a los tiempos, se ha cambiado el tratamiento de flautista de Hamelín por el de flautista Mediador. Pero en su caramillo suena la ancestral melodía: “¡Salvaré a las empresas y despeñaré a las ratas por el tajo del Pollero!”. Para que le encomienden tan trascendente misión, esgrime una amabilidad desbordante y se comporta a medias entre un piadoso confidente y un Jame Bond demodé. Cuando logra ser contratado por algún crédulo empresario, promete triunfal: “¡Tu negocio no será roído por la crisis!”

Primero habla con los empleados a solas, uno por uno, porque ésta es la forma de rendirlos. Se trata de reducirles el sueldo y ampliarles la jornada, pero este siniestro objetivo lo envuelve en almibaradas palabras, hace creer que es en interés del propio trabajador, lo mezcla sutilmente con el miedo, y logra así su resignado asentimiento. Cuando le ha metido el diente a cada sueldo, reúne a toda la plantilla, sabiendo que ahora no habrá oposición, y le hace creer que se trata de una decisión democrática. Si alguien formula alguna objeción, le plantea un despido barato. “Mil euros y te vas”. Cuenta con que la mayoría no está sindicada, no conoce sus derechos y puede ser confundida y manipulada.

Luego pilla por banda al empresario y lo convence de recortar el producto. Es decir, dar menos por el mismo precio. “Si reducimos en esta parte y menguamos en la otra, no se notará y te ahorrarás un pastón”. Y le mete mano a la mercancía, que de pronto comienza a pesar menos y a ser de inferior calidad.

A estas alturas, se jacta de que le ha ahorrado miles de euros a la empresa, pero su tarea prosigue indesmayable y se saca de la manga geniales proposiciones publicitarias, como regalarles a los clientes vales coleccionables con los que obtener productos gratis. O que los propios empleados publiciten la mercancía a voz en grito. “¡Es vuestra empresa! –los alecciona– ¡Tenéis que sacarla a flote!”.

Por fin ha salvado el negocio. Entonces extiende la mano y agarra cuanto ha sisado. El empresario se percata con asombro de que es lo comido por lo servido. Mientras tanto, el rencor y la desmotivación han cundido entre los empleados, y la empresa comienza a tambalearse; las promociones ridículas la han desvalorizado, revelando debilidad donde antes sólo había ligeros problemas económicos; y la merma del producto ha espantado a los clientes. En consecuencia, la empresa se hunde irremisiblemente.

Pero al tipo le da igual. ¡Ahora tiene la cartera llena! Con una sonrisa de suficiencia, se coloca una corona de laurel. ¡Nunca hubo tan magnífico flautista de Hamelín! O Mediador, vamos. Sólo hay una pequeña variación: a quienes realmente despeña es a los empresarios y trabajadores… ¡Así sus cómplices las ratas pueden cebarse en la ruina!
 
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 6 de noviembre, 2012


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