martes, 11 de febrero de 2014

SORTILEGIO

«¡Que emerja el río perdido!» 

El río Darro a su paso por la acera de su mismo nombre, a espaldas de la Virgen de las Angustias. Foto: Granadapedia
Sortilegio 

El gran alcalde que Granada tendrá en el siglo XXI hará emerger su río. Ese río que fue estólidamente cubierto entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. ¡Era entonces tan bello el centro de Granada! El Darro fluía a espaldas de la Carrera, ganaba audazmente Puerta Real, corría confiado por Reyes Católicos y se perdía por unos instantes en Plaza Nueva para reaparecer alegre a los pies de Santa Ana. ¡Ese río tiene que volver a respirar, rompiendo así con la maldición de quienes quisieron convertir a Granada en un cateto remedo de la capital de España!
Desgraciadamente no podemos rehacer la Manigua, no podemos devolverle a la Gran Vía las casas bárbaramente arrasadas, pero sí es posible desmontar el Embovedado, sanear el curso del Darro y hacer que el centro de Granada sea tan bello como lo fue en su tiempo y aún lo sigue siendo a los pies de la Alhambra. Será una operación urbanística de altos vuelos, un replanteamiento total de Granada, pero por eso lo llevará a cabo un gran alcalde, alguien a quien no le tiemble el pulso, una personalidad cuyo carisma logrará la aquiescencia de la mayoría de los granadinos.
Habrá que restituir a la ciudad los puentes que fueron cruelmente demolidos y, sin duda, otros nuevos. Habrá que desviar al sentido general del tráfico, haciendo del centro un lugar casi exclusivamente peatonal, una suerte de Venecia en la ciudad de la Alhambra. En justa correspondencia, habrá que levantar el cemento que pesa sobre el Genil, ocurrencia de otro de nuestros “geniales” alcaldes, que tiene entre sus señeros haberes haber logrado que el curso del río parezca un sumidero. No, Granada no ha tenido suerte, ni siquiera con Gallego Burín, al que ahora mitifican tanto, hombre de ilustración rancia y uniformadora.
La emersión del Darro será el símbolo del despertar de Granada, dormida por una maldición que ha durado dos siglos, cada vez más achaparrada, más lacia, más magra, pues si Gallego Burín conocía al menos profundamente el arte y la Historia, este Torres Hurtado que nos gobierna, además de destructor, tiene el pensamiento pequeño, lo ignora todo de Granada, y su idea de progreso emula la ajada miopía de los años 70.
Así que un no tan lejano día del siglo XXI la ciudad se despertará, comprenderá que se ha enterrado a sí misma, y un ejército de granadinos clamará por la apertura de su río de oro, por que las aguas que circulan gangrenadas vean la luz y se llenen de aire y vegetación. Y nacerá entonces otra Granada, la verdadera Granada, la realmente progresista, pues la belleza de una ciudad es la belleza de sus habitantes, y quien crece en la belleza no puede sino ser veraz, no puede sino ser solidario y entregado. Tapar un río delata miseria moral, avaricia y estrechez de miras. Hacerlo aparecer, por el contrario, es indicio de valentía, audacia, cosmopolismo y movilización ciudadana.
¡Que emerja el río perdido! Será también la emersión de los espíritus, su apertura, su avance, el descubrimiento de nuevos horizontes. Granada necesita al gran alcalde que tenga el valor de hacerlo y que será como un mago que conjure el mísero sortilegio, logrando que se revelen en todo su esplendor los tesoros tanto tiempo mancillados.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 11 de febrero, 2014

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