martes, 13 de enero de 2015

EL DUENDE

«Hemos perdido el duende y lo buscamos desesperadamente a través de romos artilugios mecánicos» 

La científica del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento de la Universidad de Granada Elvira Salazar López, autora del estudio termográfico sobre el duende
Foto: Twitter 

El duende 

Cuando habíamos perdido «el duende», cuando ya ningún creador menta este maléfico y divino geniecillo sino en todo caso los extranjeros enamorados de la leyenda flamenca, ha tenido que ser una joven investigadora de la Universidad de Granada, Elvira Salazar, la que nos lo vuelva a poner en candelero, pero no a través de una conferencia como la de García Lorca, «Juego y teoría del duende», sino de un frío instrumento sin duende, el termógrafo, un aparato que mide la temperatura para plasmar lo que se define como «huella térmica».
Lorca dijo que el duende era «oscuro y estremecido». Elvira Salazar dice que el duende es sinónimo de «estrés empático», o lo que es lo mismo, de la huella térmica del cuerpo en el momento artístico. En las bailaoras con duende, se enfrían significativamente la nariz y los glúteos, cosa que no ocurre si bailan con acendrada técnica, pero sin duende.
            Lorca necesitó diez años de aburridas conferencias en la Resi más su callejeo infatigable, sus amistades variopintas y su inteligencia singular para aprehender lo que es el duende y lo encontró en el  laboratorio de los tablaos y cafés cantantes. A Elvira Salazar le han bastado un termógrafo y diez alumnas del Conservatorio Profesional de Danza de Granada y lo ha encontrado en el laboratorio del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento de la Universidad de Granada. ¿Con quién me quedo?
Puede que los dos estudios sean complementarios, pero yo me inclino por el de Lorca. El estudio de Elvira es reduccionista, tautológico. ¡Cómo no se van a enfriar la nariz y los glúteos en una danza si las piernas, torso y brazos necesitan mayor aporte de sangre! Si esto ocurre en menor proporción en otras bailarinas, ¿significa que tienen menor duende? Para comprobarlo, debería haber habido un jurado y haber casado su veredicto con el del termógrafo. Sólo en caso de coincidencia, la hipótesis sería acertada. ¡Pero esto no se ha hecho! Luego el estudio plantea una verdad de Perogrullo: las bailarinas tienen duende porque su estrés empático es mayor, y su estrés empático es mayor porque tienen duende. ¡Apaga y vámonos!
            Gana por goleada el trabajo de Lorca, su definición del duende como algo que permea las geniales creaciones humanas, las que bucean en la razón oscura, en el misterio, en lo invisible. El duende es como las partículas subatómicas, versátil e inaprehensible, surge, permanece y se va, no se le puede congelar salvo por las placas fotográficas de los aceleradores de partículas. El acelerador de partículas del duende es la psique y por tanto no puede sino ser captado en el acto y por «connoisseurs».
            Hemos perdido el duende y lo buscamos desesperadamente a través de romos artilugios mecánicos, pero no se le encuentra ni se le supone en casi ninguna parte. Se nos ha escapado aquel duende que yo he llegado a vislumbrar en Borges, cuando estuvo en el Hospital de los Venerables Sacerdotes de Sevilla; en Maruja Mallo, que frecuentaba la Librería Moriarty de Madrid en tiempos de la Movida; en Juan Pinilla, cuando cantó este verano ante la vieja Prisión Provincial de Granada... El mérito de Elvira Salazar es habernos recordado que el duende existe. Lo que los artistas ignorantes tiraron por la borda, retorna por los caminos oblicuos de la ciencia. ¡El fuego hondo no se extingue!

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 13 de enero, 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta este texto