martes, 6 de agosto de 2013

ECUACIÓN PROVINCIANA

«Toda vida provinciana es un maratón cuya meta es degradar al creador genuino» 

Juan Vida, "Cordero de Dios" (2003). Foto: Web personal del autor  
Ecuación provinciana 

Es muy posible que la comisión que debía aprobar una muestra del pintor Juan Vida en la Madraza haya esgrimido argumentos censores para tirarla por la borda. Estamos en la época de lo pusilánimemente correcto, y si alguna de las creaciones del pintor ha arañado una pizca de santidad social, los organizadores deben de haber sentido un escalofrío ursulino.
Lo anterior, sin embargo, hasta puede ser un favor que le han hecho al arte de Juan Vida, pues lo verdadero siempre vulnera las normas cansinas y levanta susceptibilidades en los biempensantes. Sería por tanto el síntoma de que el pintor ha profundizado en su tiempo y ha sabido mostrarlo. Juan Vida celebrará su exposición en otro lugar y será un éxito de asistencia y crítica.
Lo terrible no es por tanto la censura velada, sino que alguien haya permitido que Vida sea un aspirante más a realizar una exposición en la Madraza. Cuando a estas alturas de su trayectoria debía exponer en lugares emblemáticos como el Círculo de Bellas Artes o la Biblioteca Nacional, aquí lo meten en el montón, con pintores bisoños o de nulo currículum, y encima le dicen que no.
La vida cultural granadina (como la de Soria, como la de Tarragona…) es un maratón cuya meta es la degradación de todo creador genuino. Personalmente no hay día en que no me llegue un canto de sirena con este fin. Me invitan por ejemplo a participar en un debate, en un recital, en una conferencia, sin ni siquiera plantearse que deben pagarme. ¡Piensan por el contrario que debería sentirme halagado! A continuación me imponen el tema: que si el aceite, que si el vino, que si los bosques… Y como por lo visto no confían en que tú solo puedas satisfacer a un auditorio, te amontonan con otros participantes en un potpurrí sin criterio donde te puedes topar con el aficionado del aficionado del aficionado. Te convierten así de intelectual en propagandista; de escritor en meritorio; y de individuo en figurante. ¡Pero ay si a uno de estos “brillantes” organizadores le dijeras que te está proponiendo escribir al dictado o que está trabucando la figura del “homme de lettres” por la de celebrante de juegos florales!
Me piden que presente libros, escriba prólogos, haga reseñas, participe en antologías, me mezcle en recitales, pose para fotos, dé pregones, y todo con la única compensación del ego inflado, como un vagabundo que debe enorgullecerse de que lo sienten a los pies de la  mesa o un pelele que secunda los movimientos del titiritero. Se trata de un descenso sin prisa pero sin pausa cuyo objetivo es convertirte en un borroso e inofensivo cultureta de provincias. Ahí los tienes, ansiosos, dispuestos a hacer de todo, permanentemente ofrecidos, creyéndose bravos capitanes cuando en realidad son mostrencos y complacientes escuderos.
Pintar, escribir, crear en provincias no puede hacerse sin decir que no una y otra vez. Y sin duda, Juan Vida lo ha hecho. Pero como a veces el guerrero descuida la guardia, hete aquí que ha llegado alguien que con su artero canto se ha ganado su aquiescencia y lo ha metido de extranjis en el furgón de cola. ¡Y una vez más se ha humillado al gran arte! La ecuación provinciana es exacta, ¡no falla nunca!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 6 de agosto, 2013

1 comentario:

  1. Comparto una sola idea de lo que expone Gregorio: que Juan Vida no debe pasar por el meritoriaje, ya que es un consagrado. Pero yo, que me ubico en el furgón de cola, en eso que él llama "aficionado a aficionado a aficionado", no creo merecer ese tono despectivo. Ni otros muchos que participan en obras colectivas, en libros para fines solidarios, o prologan o presentan gratuitamente a terceros, etc. No todo el mundo está a las alturas inminentes (e indudables) de Gregorio Morales. Hasta los aspirantes a mediocres merecemos un lugar en el sol. Por eso me molesta ese tono de perdonavidas, que por otra parte no le resta un ápice de escritor verdaderamente meritorio.

    AG

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