martes, 13 de agosto de 2013

LA BELLA Y LA BESTIA

«Entre Padul y Dúrcal batallan la Bella y la Bestia» 

Solo la delgada cinta de la carretera separa al humedal de Padul de esta cantera cuyo polvo vierte directamente sobre las aguas 

La cantera se halla situada directamente encima de la población de Padul 

El sendero que desciende a Padul desde la Silleta se corta abruptamente comido por la cantera. Una verdadera trampa, ya que resulta dificilísimo andar por estas piedras sueltas que se clavan en la piel y lo penetran todo 
La Bella y la Bestia

Asciendo a la Silleta desde Padul. Frondosos y verdes bosques, aromas campestres, silencio primigenio, impresionantes vistas de cuantas sierras rodean Granada. Rapta tanta belleza. Tras subir a la cima y saludar a los fantásticos Alayos, rodeo la montaña y regreso por la parte opuesta.
Entonces, cuando me estoy nuevamente acercando a Padul, todo se quiebra como en las películas de terror. ¡Una salvaje jauría metálica y un siniestro paisaje lunar me asaltan! ¡Las canteras! ¡Las había olvidado!
 Desde mi posición privilegiada, contemplo el horror que están haciendo con el paraje. “Dios mío –me digo-, ¿cómo pueden permitirlo?”. Lo que veo son bocados deshonribles en los pinares, asesinas dentelladas, sartas de inmisericordes cuchillazos para humillar la belleza. El ruido de las chicharras dentadas y la polvareda que levantan es tan grande que llega incluso a la considerable altura donde me encuentro. El aire, lleno antes de esencias florales, se me hace ahora pasta en la garganta. Pica. Comienzo a toser.
La misma polvareda se cierne sobre las casas de Dúrcal y Padul. “¡Esto no puede ser sano! –vuelvo a decirme-. ¡Unas canteras tan cerca de la población!”. El aire que respiran durqueños y paduleños no es el privilegiado que baja de la montaña, sino un aire infestado de micropartículas de grava. ¿Y no hay nadie que clame contra esto?
Prosigo mi camino bendiciendo cuando este se aleja de las canteras y maldiciendo cuando vuelve a acercarse, ya que serpea sobre las montañas. ¡Y entonces veo que es aun peor! Una de las canteras se ha acercado tan peligrosamente al humedal de Padul, que ya solo la separa la delgada cinta de carretera. Me escandalizo. ¿Dónde están las autoridades, los peritos, los ayuntamientos? Veo nubes y nubes de insalubre polvo blanco caer sistemáticamente sobre el humedal. La contaminación debe de ser tan grande en el interior del lago que posiblemente ha arrasado con cualquier forma de vida. Hago fotos del ecologicidio. ¡Si no, no me creerán!*
Sin embargo, aún me aguarda una nueva truculencia. El sendero se corta abruptamente y, de repente, me abofetea con prepotencia el enfermo paisaje de la gravera. ¡Las hambrientas máquinas han puesto sus garras también en el camino! Mientras desciendo el talud agarrándome a versátiles pedruscos que tiznan como infernales carbones y que se te meten por ropas y botas, recuerdo una noticia lejana: allá por el 2005, el propietario de una cantera del Padul fue condenado a ocho meses de cárcel por cercenar el parque  natural. ¡Luego era esto! Se le obligó a restaurar lo masacrado, pero resulta patente que no lo ha hecho. ¡Y es esta misma cantera la que ahora está arruinando el humedal de Padul!
Ya en casa, examino los datos, compruebo el nombre de la cantera y el de su dueño… y me topo con que no hace ni dos meses que la consejería de Medio Ambiente de la Junta acaba de autorizarle a abrir otra explotación, “Las Majadillas”.
Siento compasión por estas tierras. ¡Tan cerca del Paraíso y tan lejos! Podrían tener el Cielo, pero en su lugar les han colocado el Infierno. Mala atmósfera, ruidos y, como fondo, un abominable paisaje marciano. Entre Padul y Dúrcal, batallan la Bella y la Bestia.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 13 de agosto, 2013

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